Instinto vs valor por David Mora
Muchas son las sensaciones que siente un torero un día en el que hay que enfundarse el vestido de luces para salir al ruedo a jugarte la vida. Independientemente de la plaza que sea, el riesgo es siempre el mismo y uno es consciente de lo que ello significa: que pase algo grave. La cabeza se llena de esos pensamientos llenos de nostalgia que impregnan la habitación sin haberla aún abandonado. Todas esas ideas hacen que pienses y valores muchas veces si realmente merece la pena vestirse de luces y afrontar tarde tras tarde la presión, el riesgo o la posibilidad de perder la vida. Sales de la habitación y piensas en intentar que rueden las cosas y no fracasar. Una única idea en mente: el triunfo. El triunfo del público y del torero.
La plaza de toros asoma a lo lejos y se esfuma el miedo a la herida física. El toro asoma por chiqueros y te metes en la lidia. Se borra esa sensación instintiva y te centras en estar a la altura de las circunstancias. Tu mente y tu corazón llenan tu cuerpo de valor. En una tarde de triunfo, llegas al hotel y te sientes bien contigo mismo. Piensas que el jugarte la vida merece la pena para sentirte realizado. Forma parte de haber conseguido el objetivo: triunfar. Pero ya estás pensando en la siguiente. Porque la clave es el equilibrio: ni la máxima euforia por la victoria ni la mínima alegría por una tarde sin gloria. La tranquilidad de la reflexión posterior al festejo debes saborearla antes de volver al inicio, a pensar en esos miedos previos al ritual de vestirse de nuevo de luces.
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