"...Fuiste un referente para todos nosotros, los presidentes, con tu forma de ser y entender la vida..."
HASTA SIEMPRE, AMIGO MURIEL
José Luis García G.
Presidente de la Plaza de Toros de Segovia
Cuando apenas habían traspasado las agujas del reloj esa hora tan taurina que son las 12 del mediodía, el pasado día 2, “Muriel” o “El Muri”, como era conocido José Ramón Muriel, que desde el año 1986 había ocupado el Palco de la Plaza de Toros de El Plantío, de Burgos, después de una larga enfermedad, sobrellevada con una entereza y una resignación encomiables, emprendía su último viaje, él que era viajero impenitente, ¡cuántas veces me había hablado de lo que disfrutaba y le gustaba viajar!, y por la Puerta Grande, como no podía ser de otra manera, nos dejaba aquí para adentrarse en ese Ruedo inmenso que es la Gloria.
Y al día siguiente, también en la taurinísima hora lorquiana de las 5 de la tarde, en el cementerio de la capital burgalesa el féretro conteniendo sus restos mortales a hombros de sus compañeros y amigos era trasladado desde la Capilla hasta el coche fúnebre para depositarle en su última morada.
Hace más de 30 años que nos conocimos gracias a los toros, pues, aún siendo compañeros, no coincidimos en los destinos, y ahora te has ido, mejor dicho te has alejado y, temporalmente, has dejado un tanto huérfanos a todos tus amigos.
Muchas han sido las horas pasadas junto al “Muri”, y esos momentos inolvidables se agolparon en mi mente en aquel instante, las jornadas de Presidentes de Plazas de Toros, los congresos taurinos, esos estupendos días taurinos pasados en Madrid, Bilbao, Sevilla, Logroño, Salamanca, Santander, Alicante, Valladolid, León, Palencia, Burgos, Segovia, Ávila, ¡cómo te gustaban las patatas revolconas y los dulces de la ciudad de la Santa, y el cochinillo segoviano!, Castellón, Jerez, Béjar, Valencia de Don Juan, Medina del Campo, en fin, en todas partes.
Fuiste un referente para todos nosotros, los presidentes, con tu forma de ser y entender la vida, no en vano, ya hace años, Pedro Javier Cáceres, por algo te bautizó como “El Buque Insignia de los Presidentes”. Cuántas veces me decías a raíz de entrar en vigor la ley taurina y el reglamento, ¿pero más actas José Luis?, ¡tenemos que hacer la corrida sin papeles!, y tienen que desaparecer los círculos concéntricos del ruedo, que no sirven para nada, esto no es una pista de tenis donde hay que ver hacia que lado cae la pelota, pero… ahora nos has dejado, aunque sigues con nosotros, te has ido, y sin embargo, permaneces a nuestro lado.
La cordialidad, la amabilidad, el sentido común, la bonhomía, eran virtudes que te adornaban, a tu lado las penas no existían, eras la sociabilidad personificada, pero también tenías la dosis necesaria de sorna que sacabas a relucir cuando era necesaria, siempre tenías la palabra adecuada en el momento preciso, y ello hizo que te granjearas la amistad de los que te rodeaban. Gran conversador, de fácil oratoria, ¡cómo apreciabas y cultivabas la amistad!
Si hay detalles que definen a las personas, tú los tuviste por doquier, y sobre todo en los momentos difíciles y delicados que te tocó vivir ahora, y si no, que me lo pregunten a mí, como cuando presenciando una corrida en la pasada feria de Bilbao me decías “esos sí que tienen trapío Jose y no yo que mira cómo me he quedado, pero como los bravos, que se crecen al castigo, voy a luchar ante esta adversidad”, o como me comentaba el buen amigo Baudilio en la puerta de la iglesia, cuando, dos días antes, te había ido a ver al hospital y le preguntabas “¿cómo me ves Baudi?”, “hombre, un poco flaco, pero te veo bien”, y le respondiste “entonces, no paso el reconocimiento”, y ante la respuesta de Baudilio te echaste a reír. Sacabas fuerzas de donde no las había. Nos has dado una lección hasta el final.
Pero el Señor siempre se acuerda pronto de los mejores, se los lleva junto a Él, y tú eras uno de ellos. Así pudimos verlo en la misa funeral en la iglesia de San Cosme y San Damián y en el camposanto, donde esa legión de amigos y amigos del toro, ese pedazo de torero que tú y yo hemos tanto hemos seguido, desde que era un niño, Jesús Martínez “Morenito de Aranda”, “El Moreno”, como le llamábamos, Antonio Bañuelos, Carlos Zúñiga y Nardi su esposa, Juan Renedo y Loli su señora, Julen, Baudilio Fernández, Paco Aguado, Antonio Sáiz, nuestro entrañable amigo Matías y Carmela, Pablo y Cristina, mi mujer Lola a la que siempre le gastabas bromas, tus compañeros Santiago García, Luis Gómez Rico, Julio Martín Fraile, Salvador Barquín, Cayo, Nano, Juan Carlos Navas, Pedro “el Chato”, y otros muchos que harían interminable esta lista, pero les pido comprensión por no mencionarles, estábamos allí contigo, porque te merecías todo, eso y mucho más.
Ahora te has reunido en el ruedo inmenso del cielo con otros compañeros, presidentes que también nos dejaron, y allí estaréis organizando amenas tertulias taurinas, presidiendo las corridas celestiales, y analizando el panorama taurino, que no está como para lanzar las campanas al vuelo, pero a buen seguro que desde el lugar donde os encontráis echaréis una mano para que esto se enderece.
No quisiera terminar sin elogiar tu comportamiento a lo largo de todo el proceso de la enfermedad que empezó un día ya lejano de enero cuando, con tu fiel compañera Lola, regresabais de Madrid y sentiste un fuerte dolor abdominal, comportamiento que, como antes digo, ha sido un ejemplo de fortaleza, de entereza y resignación cristiana para todos cuantos te conocimos hasta el último día, y tener un recuerdo especial para tu hermana Nieves, Chiqui su esposo y Lolilla, que han permanecido a tu lado en todo momento, y a quienes la enorme tristeza que ahora les embarga, un tanto ven mitigado el dolor con la alegría de saber que eres uno de los elegidos de Dios.
Hasta siempre, amigo del alma. Nunca te olvidaremos y tu recuerdo permanecerá siempre con nosotros. Hasta siempre Muriel.
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