Diego González, herido
SEXTA CORRIDA – FERIA DE CALI 2012
Bolívar corta la única oreja,
se toreó mucho y se mató poco
Luis Bolívar y El Juli se negaron a sí mismos la puerta grande y seguramente la opción de trofeo ferial con ejecuciones lamentables de la suerte suprema. Diego González protagonizó una gesta.
JORGE ARTURO DÍAZ
Burladero América / Colombia
Los herederos de Ernesto
Gutiérrez, enviaron un encierro atípico. No conformaban precisamente un
retrato de familia estos seis con su disparidad. Cuernas, Caras, cuerpos y
sobre todo modos, no hablaban de aquellos famosos Gutiérrez que derrochan nobleza y fondo en Manizales. Hubo en
alguno, quizá en el mansito dócil de la increíble vuelta, un aire lejano, pero
bravura, ni por el forro Señor presidente, por favor, hay otras formas de
halagar los ganaderos sin demeritar a nadie.
Afortunados
estuvimos, pues ahora que Valencia, Madrid y quizá Sevilla no podrán ver al Juli,
nosotros, por acá tan lejos, vimos tres; el gran maestro, el novillero
hambriento y una sola figura verdadera. Sólo eso pagaba la corrida. El milagro
lo propició la diametralidad antagónica de su lote. Un pastueño desganadito al
que comenzó a hipnotizar con verónicas,
chicuelinas, medias, orticinas, caleserinas y largas, y terminó esclavizando con una muleta que parecía mágica
pues lo hacía circular alrededor de su estatua, y lo regresaba por donde
parecía imposible. Dele que dele, y la plaza que se caía. Lo que hace El
Juli con el toro no lo hacen los demás sin el toro. !Por esta! Con dos molinetes y uno de pecho lo igualó, lo pinchó tres veces y sin
estoquear le dio con la cruceta tres más. !Ah?
El otro Juli
apareció con ese quinto huido, manso de solemnidad. Cualquier otro le pega par
doblones y una estocada sin que nadie le pueda chitar. Pero este no es
cualquier otro, es El Juli, y como empeñado en que aún el peor de los toros tiene
lidia y triunfo, tiró para delante, y cual maletilla hambriento en una capea de
la oportunidad, le buscó y le buscó la cara, largamente, sin descomponerse, y
le arrancó y le arrancó pases a pares y a ternas. La banda rendía honores a la
torería y la muchedumbre bramaba. Era el triunfo imposible. Estocada trasera
subcutánea y tres descabellos.
Dos Bolívar también vimos, y por similares
razones. Al tercero, noble, aunque poco pronto y con un tris de aspereza le
prodigó un recital de capa en el cual brillaron más cuatro cacerinas y una revolera
para colocarlo exacto en suerte de varas. Derechas y naturales ligadas en redondo y en círculos de noria, martinetes, flores, firmas, pechos etc, etc. en medio de
una escandalera de órdago. Era otra vez el triunfo ahí, a la mano, y como para
no ser menos que su padrino, medio estoque, tres yerros con el descabello, y
encima, el palco viene y, sin que nadie se lo insinuase siquiera, se saca de la
manga esa insólita vuelta para el
mansurrón. Hágame el favor.
Y con el sexto,
manso y medio, pues, qué más, pura y terca vehemencia apresando al estulto en
la muleta para que no viera escape y se moviera en órbita tras ella, una y otra
y otra vez, y el paisanaje a mil, con
pasodoble y todo. Estocada y la única oreja.
Diego González, frente al peor lote, ambos mansos broncos. Anduvo aseado, correcto,
impecable tal vez, hasta que nadie sabe por qué se apresuró a pinchar sin
igualar y los paisanos se le enojaron. Porque la espada ha sido su cruz. Media,
otra honda, y un aviso. Al primer lance el sexto le corneó. Por la tronera de
la seda se veían la sangre y el boquete de la herida. No se dejó llevar. Así
mermado, sereno, luchó al unipase contra la adversidad, pero ahora con una
comprensión que antes le habían mezquinado. Dos en hueso y una espada contraria
y delantera. Cruzó el ruedo hacia la enfermería bajo una ovación.
El encierro tuvo
menos virtudes que defectos pero pese a ello la tarde se llenó de torería y de
pronto se hubiese llenado también de orejas. Al final, la suerte suprema dictó
sentencia. Para eso es suprema.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de Cañaveralejo. 6a de feria. Sol y viento.
Casi lleno. Seis toros de Ernesto Gutiérrez, disparejos de
presencia, dos bajos de raza y cuatro mansos. Vuelta al ruedo al 3o, palmas al
2o y pitados los otros.
Diego
González, silencio tras aviso y palmas.
El Juli, saludo y
saludo.
Luís Bolívar, saludo y
oreja.
Incidencias: Diego González corneado por el 4o al
recibirlo de capa, después de lidiarlo y matarlo, pasó a cirugía con una
cornada en el tercio superior del muslo derecho.
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