viernes, 4 de enero de 2013

La Hispanidad y su ruptura / G. ROCAFORT




La Hispanidad y su ruptura 

G. ROCAFORT

Somos un proyecto inacabado pero aún podemos auparnos a nuestro destino.

La Hispanidad es un sueño cuya interrupción dura ya demasiado. En estos dos siglos transcurridos desde la ruptura de las Españas europea y americana, salvo honrosas excepciones, nosotros, como Madre Patria, hemos hecho dejación de nuestras responsabilidades ante la Historia, básicamente porque hemos carecido de hombres capaces de guiar las naves en las turbulentas aguas de los periodos más recientes, y así nos va. La Hispanidad se encuentra dividida y desnortada. Somos un proyecto inacabado pero aún podemos auparnos a nuestro destino. Nosotros, los españoles, descendemos de la provincia predilecta de Roma y del viejo y sabio pueblo godo y fundimos nuestra sangre romano-germánica y alma católica con soberbias civilizaciones de todos los rincones del planeta.

El globo terráqueo, aceptémoslo, se nos quedó pequeño. Descubrimos y sometimos un nuevo mundo mientras marcábamos el pausado ritmo de unos tiempos donde el oro que nos regalaba el Sol y la sangre de nuestra raza indómita no se ponían jamás… hasta que llegó la ruptura auspiciada por los enemigos internos y externos de España. Siglo tras siglo nuestras desgracias nos han impedido ver la grandeza e infinitas posibilidades de nuestra Nación y hoy, de nuevo al filo del precipicio, España está sola ante el espejo de su triste presente tan alejado de ese sueño llamado Hispanidad.

Dicen que no tenemos futuro y que estamos abocados a desaparecer al tiempo que la corrupción y el odio campean por doquier. Por eso son tiempos de volver la vista a este proyecto llamado Hispanidad, de recuperar nuestra senda histórica. Ya lo dijo el Beato Juan Pablo II la última vez que visitó nuestra Patria, “España, ¡sé tú misma!”.

Replanteémonos nuestro proyecto vital: España no es sólo una Nación europea sin ambición, lo es también mediterránea y atlántica, en realidad somos una Nación con vocación universal. Sustituyamos esta clase política y élite económica por otra que sí crea en nuestro destino y esta nos guiará de nuevo a lo más alto.
Estrechemos los lazos con las naciones hispanas de todo el orbe, reafirmemos nuestra catolicidad, recuperemos las virtudes que asombraron al mundo, alcemos de nuevo la bandera de la honradez y la dignidad, recuperemos el carácter de la hidalguía española y adaptémoslo a los nuevos tiempos, defendamos como antes a los más débiles e inocentes, reafirmemos nuestras tradiciones, que el comercio de España con sus naciones hermanas sea de nuevo la envidia de los piratas de la economía.
Dos siglos no son nada para una Nación fundada hace 1.500 años y que ambiciona llegar al final de los tiempos reivindicando su papel ante la Historia.

Hemos sufrido siglos muy oscuros pero después, milagrosamente, alcanzamos la cumbre del cenit de la gloria universal pues fuimos capaces de unirnos y entregarnos a un proyecto elevado y al servicio de los más altos ideales. Dios se encarnó en un niño nacido en un humilde pesebre y esta “buenanueva” la llevó España hasta los confines de la Tierra y esto jamás nos lo podrán arrebatar.

España no puede conformarse con mantener Cataluña y las Vascongadas; debemos ir más allá, ambicionar la Unidad con Portugal, establecer firmes lazos políticos y económicos con América, África, Asia y Oceanía, pues no hay lugar de este hermoso Mundo donde los nombres españoles hayan dejado de brillar de valor y autenticidad.

Frente a un escenario mundial cada vez más globalizado y en crisis, podemos y debemos ser un actor principal, y no un mero testigo vasallo, todos los hispanos unidos, frente a un polo anglosajón en abierta descomposición, un frente emergente chino-asiático de carácter amenazante y otro africano cuyo latente fanatismo es estremecedor.

Aceptemos lo antes posible que las Cumbres iberoamericanas han sido un rotundo fracaso en un vanidoso mar de lluvia de flashes y que el proyecto europeo descarrilará tarde o temprano.
España debe dejar de mendigar subsidios y rescates y tiene que recuperar la fe y orgullo en su futuro. España aún tiene un sueño muy vivo, ¡la Hispanidad!, que la conforman quinientos millones de seres humanos, todo un proyecto político auténtico, un modelo económico viable, una renovación espiritual verdadera … y esa “Bella Dama” nos está esperando, pacientemente, como hizo el Señor con su Hijo pródigo. Un gran banquete nos espera. “¡España, sé tú misma!
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