Pharamond Blanchard
El Perro en los Toros
Una costumbre ya en desuso, muy común en las corridas de toros hasta el último tercio del siglo diecinueve, era la utilización de perros de presa para sujetar y rendir los toros que, por su mansedumbre, tomaban menos de tres varas de castigo. La fórmula de esta práctica consistía en que: “Solían soltarse de tres en tres, renovándose los inutilizados, hasta que conseguían sujetar la res, haciendo presa en las orejas y entonces el puntillero, con un estoque y colocado detrás del toro, hería a éste traidoramente en las costillas, rematándolo después con la puntilla”, al decir de Sánchez de Neira y tal como lo inmortalizó el pintor francés Blanchard, en la imagen que encabeza este artículo.
A pesar de la utilización que se hizo del perro en las corridas de toros, es como decíamos una costumbre y como tal dimanante de unos usos anteriores que, en este caso, es la consecuencia lógica de la ancestral costumbre venatoria o más exactamente, como dice Álvarez de Miranda en “Ritos y juegos del Toro”, era una: “práctica cinegética desde la más remota antigüedad, dada la importancia que los perros desempeñaron.
No cabe duda que la utilidad prestada al hombre por el perro en las primitivas expediciones cinegéticas y la eficacia de los mismos, hicieron de este animal, domesticado durante el periodo mesolítico (“edad media de la piedra”), allá por el año 12.000 a.C., no solo un perfecto acompañante y un valioso auxiliar sino “el mejor amigo del hombre”; y Cossío al referirse a un nexo ancestral del origen de las corridas de toros, señala que: “Nada suscita más vivamente la sospecha de un origen venatorio del toreo que el uso, hasta época bien reciente, de alanos o perros de presa para sujetar y rendir a los toros”.
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