"...Nunca un golpetazo tan descomunal tuvo un final tan gratamente inesperado. Lo cierto es que López Simón había pasado del dolor al éxito en cuestión de minuto y medio, y se había metido a la gente en el bolsillo con una reacción propia de torero valiente y cabeza fría..."
Brutal atropello iniciático
- Una vez más, Daniel Luque manejó el capote con soltura y gracia
- El Cid recordó naturales largos y sentidos en una faena sin fundamento
ANTONIO LORCA / El País / Madrid 15 MAY 2013
López Simón no olvidará nunca su primer muletazo en las Ventas como matador de toros. Citó por estatuarios, y el animal acudió con violencia. En el momento del encuentro, cambió su trayectoria y atropelló al muchacho como solo puede hacerlo un camión. Se lo echó a los lomos y lo pisoteó en el suelo. Parecía evidente que no llevaba cornada, pero la paliza fue de esas que solo se soportan con los veintidós años que tiene este chaval.
Quedó en el suelo totalmente desmadejado. Ayudado por sus compañeros, no se mantenía en pie. El Cid le vació una botella de agua por la nuca, y el líquido elemento obró el milagro. El torero se repuso, tomó aire, pidió la muleta, y con el vestido blanco hecho un cristo entre la tierra mojada y la sangre del toro, se dirigió con paso firme hacia la boca de riego.
Fueron cuatro o cinco muletazos con la mano derecha, en los que la emoción fue creciendo hasta el do de pecho final, el torero ya enhiesto, que desbordó el entusiasmo en los tendidos.Allí, hincó las dos rodillas en la arena, no se sabe si en actitud heroica o porque no le sostenían los magullados huesos, y volvió a citar al toro.
Nunca un golpetazo tan descomunal tuvo un final tan gratamente inesperado. Lo cierto es que López Simón había pasado del dolor al éxito en cuestión de minuto y medio, y se había metido a la gente en el bolsillo con una reacción propia de torero valiente y cabeza fría.
A partir de ahí, la película no siguió el guion esperado. El toro se vino abajo, molestó el viento, y el péndulo de la tensión fue perdiendo intensidad. Además, mató muy mal, y todo quedó en una ovación de reconocimiento porque el joven torero se había presentado en Madrid con un atropello inicial de los que hacen época y no perdió la compostura, que se dice pronto.
Volvió a intentarlo en el sexto, cuando llovía con fuerza y el público estaba más pendiente del paraguas que de lo que ocurría en el ruedo. Un toro muy manso y rajado, que embestía a regañadientes y a su aire, le impidió alcanzar el éxito que buscó con pundonor y entrega encomiable. Algunos naturales brotaron ajustados, -siempre al hilo del pitón-, y aunque volvió a errar con el estoque, quedó claro que este muchacho quiere ser torero.
Un torero hecho y derecho es Manuel Jesús El Cid, y tuvo la mala suerte de que le tocara en primer lugar un inválido que el presidente, en una decisión inexplicable, se empeñó en mantener en el ruedo. Pero Manuel Jesús le echaba el capote arriba para que el animal, un muerto en vida, no se cayera y arreciaran las protestas que ya eran abundantes. Se supone que el torero no quería matar el sobrero y prefería el escándalo del toro enfermo. Y consiguió su propósito. Y debió estar satisfecho porque El Cid se empeñó en darle pases al moribundo entre el choteo general en lugar de acabar cuanto antes con aquel desagradable espectáculo. A veces, entender a los toreros es tarea imposible.
De nuevo ha demostrado Daniel Luque que maneja el capote con soltura y gracia. Recibió a su primero con airosas verónicas, y lo quitó, después, con ajustadas verónicas que cerró con una media primorosa. Se mostró valeroso y entregado ante un toro deslucido, de embestida pegajosa y corto recorrido. Al final, su labor quedó en nada. Volvió a intentarlo en el quinto, cuando llovía copiosamente, y dibujó algunos naturales de buen trazo. Lo intentó mientras cada cual buscaba un refugio, pero apareció entonces un torero moderno y aliviado, siempre mal colocado y con todas las ventajas. Así, su labor se fue diluyendo, y solo sirvió para pasar con mejor humor el malaje del agua. Llegó, después, el cuarto, de noble pitón izquierdo, y el torero lo pasó por ese lado de manera desigual, aunque algunos naturales brotaron largos y sentidos. Siguió con la mano derecha y forjó una faena sin fundamento ni esencia, destemplada y superficial. Además, pinchó, y la remota posibilidad de una oreja se escapó.
Total, que acabó la corrida deprisa y corriendo, calados hasta los huesos y el alma encogida. Porque no hubo triunfo, ni toros ni toreros que fueran capaces de remontar las dificultades para cambiar el tono tan mediocre de esta feria que ya ha celebrado cinco corridas y aún no conoce el sabor de una vuelta al ruedo.
Lo que son las cosas, una voltereta de miedo hizo albergar las mejores esperanzas. Paradojas de esta fiesta…
Plaza de Las Ventas. 14 de mayo. Sexta de feria. Casi lleno
San Lorenzo/ El Cid, Luque, Simón
Toros de Puerto de San Lorenzo, mal presentados los tres primeros y correctos los demás; mansones, blandos, nobles y sosos. El segundo, inválido, muy protestado.
Manuel Jesús El Cid: estocada y un descabello (silencio); pinchazo y estocada (silencio).
Daniel Luque: pinchazo y estocada muy trasera (silencio); estocada caída (ovación).
López Simón, que confirmó la alternativa: tres pinchazos _Aviso_ dos pinchazos, estocada y un descabello (ovación); pinchazo _aviso_ pinchazo y tres descabellos (ovación).
- OVACION: Encomiable actitud del joven López Simón ante el toro de su confirmación.
- PITOS: Inexplicable la decisión del presidente de mantener en el ruedo al inválido segundo toro de la tarde.
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