sábado, 18 de mayo de 2013

Performance / Por Ignacio Ruiz Quintano





Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Ortega, nuestro filósofo de guardia, dijo que fuera a los toros quien quisiera entender a España, y en ésas estamos.

Día del Santo en Madrid, con cartel para labriegos o pelantrines y lleno de “no hay billetes” en la plaza. 

Lo que no hay a la hora del paseíllo es ruedo, y la megafonía se inventa “inclemencias del tiempo” para anunciar un retraso de quince minutos en el comienzo del único espectáculo puntual de España.

Veinticuatro mil espectadores vestidos de domingo viendo evolucionar a una brigada de obreros como del Discovery Channel, pero para un episodio de Mike Rowe y sus “Dirty Jobsby”, más que para las “Mega Construcciones” de Danny Forster, y eso que sólo manipulaban albero.

¿Eran esos obreros los atlantes de la Cúpula, “imitación de la de Miguel Ángel”, derrumbada en marzo?

El caso es que los obreros hicieron las delicias de la sombra, donde todos iban de gorra: los políticos en el callejón, y en los tendidos, muchos pichis con su parpusa, aunque Azorín recordaba haberlos visto con sombrero de copa, y citaba un cuadro de Lizcano con un tendido lleno de público en que se ve un caballero con sombrero de copa.

Pero vivimos en lo que también Ortega denominó “los primores de lo vulgar”, y en la andanada gustó mucho el tractorista, tan maniobrero que hasta se corrió la voz de que era el mismo Abella, máxima autoridad política de la tauromaquia en Madrid. ¿Por qué no? Yo a Ruano le leí que Louis Ferdinand de Prusia impresionó mucho a buena parte de la sociedad española con su vida de obrero de la Casa Ford, en América.

Al arreciar el biruji, una señora dijo de ofrecer al obrero de manga corta un abriguito de punto, con esa berlanguiana caridad española que en los 30 llevara a los falangistas a gritar a las marquesas: “¡Nosotros ofrecemos camisas azules!”

Y a las tantas comenzó el festejo.

Contra La Maestranza, que es espíritu de iniciativa privada, el espíritu de iniciativa pública de Las Ventas.

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