viernes, 17 de mayo de 2013

Séptima. La de Juan Pedro. Morante en un llano, Manzanares en una laguna / Por José Ramón Márquez


El único toro de la tarde

Noventa y tres años de la muerte del torero al que «parecía que le había parido una vaca».

El nieto de Arniches presidió desde su Andanada el sainete de la Feria

José Ramón Márquez
El día 15 de mayo le silbaron a Gallito en Madrid y el 16 le mató Bailador en Talavera. El día 15 los toros anunciados eran del Marqués de Albaserrada, aunque finalmente lo que se lidió fueron tres de Carmen de Federico, uno de Salas y dos de Medina Garvey, que la cosa vista así suena de lo más contemporáneo, y tres de los titulares se llevaron la pañolada verde.

Hoy ha habido su bailecillo en los corrales, que de estas cosas siempre te acabas enterando aunque no las hagan públicas como en Sevilla, y al final han acabado trayendo más material (¡será por toros!) para completar la media docena.

Y mientras en la privacidad de los corrales se verificaban los cambalaches, éste sí, éste no, y se procedía a hacer unos lotes tan ad-hoc, en el ruedo de Las Ventas se daba un espectáculo nunca antes visto cual era el que por deseo de uno de los lidiadores se niveló en la mañana el suelo de la Plaza para que quedase perfectamente liso, sin caída desde el centro. Mediante el uso de una retropala cargadora y con la ayuda de un clásico tractor John Deere, verde y oro como el vestido de la alternativa de Manolete, y bajo la personal dirección del diestro Morante, ataviado con chándal del Real Madrid y pantalones piratas, se eliminó la jiba de arena que tanto jorobaba al diestro, dejando todo a su gusto como adecuada preparación para lo que vendría por la tarde, que no era manca la cosa.

A la hora del paseíllo la Plaza está llena hasta la bandera. El programa de mano nos informa de que en el palco presidencial se sienta esta tarde don Manuel Muñoz Infante, escoltado a su diestra por don Fernando Mirat Arellano y a su siniestra por don Joselito Calderón, alias de don José Cabezas Porras. Insistamos una vez más en que si ponen a don Joselito no estaría mal el considerar poner don Lolo (por don Manuel) y don Nano (por don Fernando), aproximando al pueblo, de esa manera, a la más alta magistratura de la Plaza sin desdoro de su dignidad y celo profesional, especialmente en lo tocante a la alteración del Orden Público, asunto que para don Lolo es cosa de vital importancia, tal y como tiene declarado.

Los toros de hoy eran de los que mi querido amigo Juan Galacho etiquetó como «juampedritis», nombre como de enfermedad infectocontagiosa que le va de perlas a este subproducto ganadero; los toreros, Morante de la Puebla, Manzanares III y Jiménez Fortes. Éste último confirmaba la alternativa, que ya se sabe que lo de echar a otro por delante es un viejo truco que usan los toreros cuando empiezan a cumplir años para no tener que romper plaza. Como puede inferirse de los nombres de la ganadería y de los toreros anunciados, hoy lo que se daba no era en sí mismo una corrida de toros de ésas del montón, hoy era una corrida de la cosa de la cultura, de gente fina que en su casa tiene la Enciclopaedia Britannica en vez del Cossío y por ello compareció en la Andanada nuestro Bergamín favorito, siendo su presencia en la Plaza el más fiable índice para saber si la cosa de cada tarde va de cultura. Hoy hubo, pues, cultura a raudales manifestada de los modos más variopintos.

Morante dio una verónica que qué verónica, oiga. El tío se cargó el tiempo, el segundero, el minutero, los leds, todo lo que llevan los relojes, con la verónica, que aquello es que era una verónica de no te menees, que no fue cualquier cosa, que es que era una verónica que hizo así y asá y de pronto salió la verónica y el toro en la verónica y el torero con todo el barbillamen al pecho y moviendo los brazos y venga verónica, que menuda verónica y venga con la verónica porque torear es esa verónica, que si no la hubiera había que inventarla y no veas qué verónica, que es que se pararon los relojes a causa de la verónica y cuando se despertó la verónica estaba todavía allí y además que esa verónica la hacía con el capote así y el toro allí y la verónica por acá, que es que era muy verónica la verónica, no sé si me explico. Es lo bueno que tiene la cosa cultural, que ahora que se ha inventado el toreo minimalista, basta con dar una sola verónica en toda una tarde.

Manzanares III trajo uno de sus espantosos vestidos, que parece mentira que ande todo el día entre diseñadores y estilistas y nadie le haya dicho lo feo que se viste. O bien porque su estrella se ha eclipsado o bien porque no ha superado la losa de su fiasco en Sevilla, lo que vino a Madrid hoy era una caricatura, como es cosa cultural digamos que era un garabato, un bosquejo sin ánimo de llegar a ningún sitio. Se puso todo feo, todo por fuera a aplicarle al infeliz del toro todas las ventajas concebibles y mal que bien hubo algunos que le hicieron algo de caso; acabó en plan Jesulín con pases por la espalda y con el deplorable invertido circular que tanta gracia nos hacía cuando Dámaso se lo pegaba a un galafate de Alonso Moreno de la Cova. En su segundo aburrió a las ovejas en la reedición de su catálogo de ventajas y no le hicieron caso ni sus más acérrimos partidarios. Se le agradece que en este toro no hiciese el numerito final.

Jiménez Fortes trajo cierta buena disposición. Torea por lo contemporáneo y así fue la cosa en su primero, pero en su segundo se quedó en el sitio, con gran entereza y se justificó. Deja cartel y ganas de volver a verle. A ver si tiene algún buen amigo que le regale la colección de las faenas de Rafael Ortega de Achúcarro para que se las estudie y conozca otro modelo, porque parece que está justo en ese momento en que aún se puede salvar. Quiera Dios que no se ajuliane y que le expliquen que la brevedad y el saber poner fin a tiempo a las cosas son signos de madurez.

Juan José Trujillo, de la cuadrilla de Manzanares, puso un gran par.


¡Curro palante!

Me parece absurdo este imposible neocurrismo que se quieren montar algunos alrededor de José Antonio Morante de la Puebla. A la edad que ahora tiene Morante, Curro Romero había abierto la Puerta Grande de Madrid con la faena al Regatero de Aleas de 1957, con la del Arellano en 1962, con el de Alipio en la Prensa de 1963, con las dos de 1966 con Núñez y apés, y con la de 1967, la de la faena al toro Marismeño de Benítez Cubero; y eso sin contar la de 1973 con otro benitezcubero en que se negó a que le sacasen en hombros teniendo las dos orejas. En el mismo tiempo, Morante ná de ná, o sea que un respeto, que todavía hay clases.

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