lunes, 10 de junio de 2013

Caínes cordobeses / Por Francisco Javier Gómez Izquierdo


Manolete

"...Paco mira la estatua de Manolete y desde la sabiduría que aprendió entre encinas, chaparros y quejigos no comprende la multiplicación de idiotas urbanos y sus ansias de notoriedad..."

Francisco Javier Gómez Izquierdo

He tenido visita este fin de semana de matrimonio de ley y con la disculpa de ver los patios fuera de temporada y bullicios, hemos dado cuenta de un guiso de rabo de toro a la cordobesa, al que mi doña le ha cogido el punto, que no se lo salta un gitano. Por calles tranquilas, casi vacías, hablamos de nuestras cosas y Paco me cuenta episodios de toros y de como un tío-abuelo iba en carro a ver a Manolete. En la casa de paso de Santa Marina nos enseñan y facilitan una fotografía del maestro, caminando por el atajo que comunica las dos zonas del barrio y que sirvió de instrumento para ejercer picarescas varias.


Paco viene a verme de vez en cuando y siendo comedido en todo, ayer no pudo disimular cierta contrariedad ante el cerrilismo de esa ignorancia local que forma asociaciones y se dedica a borratajear las paredes cuando sabe que viene gente.

-Mira que hay malas personas en la política, entre los jueces, en el sindicalismo, en todo...pero es que no puede ser de otra manera. El español es malo, envidioso y miserable. Quiere tener siempre razón, el beneficio propio a costa del prójimo y hacer daño.... mucho daño. Y encima, cobrar por ello. 

Paco mira la estatua de Manolete y desde la sabiduría que aprendió entre encinas, chaparros y quejigos no comprende la multiplicación de idiotas urbanos y sus ansias de notoriedad.


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