domingo, 16 de junio de 2013

Resumen de San Isidro 2013 (Hoy, lo peor, incluido el Gran Jurado Antitaurino) / José Ramón Márquez



Talavante y sus cuadrillas
El histórico ridículo de Madrid


José Ramón Márquez

El otro día me dio el empeño de agavillar las cosas que me habían quedado dentro de las que ocurrieron en la pasada Feria de San Isidro y salió una magra cosecha de unas pocas ganaderías, unos pocos picadores, unos pocos peones y unos pocos matadores.

Compruebo sin sorpresa, una vez más, que apenas nada de lo que me ha interesado en la Feria coincide con lo que ha sido reseñado por el «mainstream». Hace muchos años ya que siempre pasa así. Esta nueva forma de torear, ahora que dicen que se torea mejor que nunca, la que a su manera en este año han representado Perera, Manzanares, Talavante o Adame, sinceramente no me interesa.

Los nuevos gallos de la Crítica Callada del Toreo

Uno aprendió, y lo tiene muy bien aprendido, que el toreo es de afuera hacia adentro y de arriba hacia abajo, que la faena ha de ser concisa y enjundiosa, que hay que mandar y cruzarse, que hay que matar. Frente a esos simples principios, es cada vez más patente que desde hace ya un tiempo se va poniendo más y más de moda aplaudir al torero que es capaz de mantener al toro en movimiento sin molestarle, como si en ese travestimiento de la lidia, en ese absurdo dar pases sin finalidad alguna estuviese escondido el duende del toreo. Signo de los tiempos. Para dar lugar a eso, a ese espectáculo de consumo plenamente decadente que inflama a ciertos públicos y que no es capaz de dejar una sola huella, es precisa la plena colaboración de todos, de las empresas, de los ganaderos, de los apoderados, de los veterinarios, de los críticos, del público y de los propios toreros, conjurados como un solo hombre para ir transformando el toreo en una especie de cirque du soleil, circo sin fieras, donde todo riesgo está reducido al máximo y donde la posibilidad de la verdadera sorpresa, también se esfuma.

De la misma manera que vemos cómo se va pervirtiendo la vieja lidia para ir transformándola en una especie de danza, especialmente por lo que corren los toreros entre pase y pase, asistimos atónitos a la invención de toda una batería de argumentos delirantes enfocados a justificar la permanente ineficacia de los toreros, y así la cosa coletuda suele oscilar entre el que se estrella contra el lote y el que deja unos detallitos; el que no se entendió con el torillo y el que directamente no tuvo opciones; el que se tuvo que enfrentar a un lote de poca transmisión y aquél al que los toros le salieron insulsos; entre el otro que tampoco tuvo posibilidad de entenderse con su lote y el que... yo qué sé, que con esa jerga que se han inventado más que de toreo parece que hablamos de los vaivenes de la Bolsa. Y, además, entre tanta leche como quieren sacar de la huera alcuza del neotoreo, nadie repara, o al menos yo no lo he visto escrito por ahí, en el definitivo hecho de que los toreros de nuestros días, sobre otras cosas, son muy pelmazos. Toreros pesadísimos que aburren a las ovejas con «faenas» aburridas, kilométricas, inacabables, faenas de constante vuelta a comenzar para no llegar a nada, faenas eternas que no paran de recomenzar y recomenzar... Y como prueba, por si alguien no los recuerda, ahí van recopilado el conjunto de los avisos que se han dado en toda la Feria, hasta los de quienes han estado bien: dos avisos a Urdiales, uno a Leandro, uno a David Mora, uno a Antonio Nazaré, uno a Rafaelillo, uno a Robleño, dos a Alberto Aguilar, dos a David Galván, dos a López Simón, dos a Castella, uno a Manzanares, dos a Jiménez Fortes, uno a Talavante, uno a Juan del Álamo, dos a Uceda Leal, uno a Eduardo Gallo, uno a Finito, dos a Perera, dos a Miguel Ángel Delgado, uno a Saldívar, dos a Pérez Mota, uno a Rubén Pinar, dos a Javier Castaño. Treinta y cuatro avisos en dieciocho corridas de toros, que se dice pronto. Y a continuación de lo de los avisos, pasemos de puntillas sobre la manera de ejecutar y de culminar la antiguamente llamada «suerte suprema», hoy devenida en «pincha donde puedas y échate fuera». No es extraño que haya por ahí algunos que quieran abolirla, pues es el último obstáculo que se interpone, muchas veces, para que se desate la fiebre orejera, tan grata a los públicos, a los apoderados, a los ganaderos, a los empresarios y a los generosos cronistas.

En el remoto San Isidro de 1983, hace treinta años, hubo menos corridas en el cartel, pero se dieron corridas de toros de Murteira Grave, Hijos de Celestino Cuadri, Pablo Romero, Hernández Pla, Victorino Martín, Alonso Moreno de la Cova, José Joaquín Moreno Silva, Isaías y Tulio Vázquez y Salvador Guardiola. Treinta años más tarde, con cuatro excepciones, nos han apañado con un gazpacho indigesto de illos e illas, merendillas juampedreras, cochinillos de Victoriano del Río, mucha S.L, algo de S.A. y de remate dos tazas de Jandilla. Indigestión de Fiesta de toros sin toros, abono deleznable ayuno de emoción, de épica y de ética. Y encima de que se traen los torillos bajo el brazo, vendimiados como si fueran las uvas del Vega Sicilia, cuando la cosa no sale, que es casi siempre, toda la culpa del desaguisado cae indefectiblemente sobre ellos, que manda narices.¡

ausente de Madrid, en (el callejón de) los victorinos

Que si la de Pereda no dio opciones, que si los Bayones no permitieron el triunfo, que si La Palmosilla no lució como se esperaba, que si los juampedros no llegaron con mucho fondo, que si flojo encierro de Jandilla/Vegahermosa, que si complicados Montealto, que si bajos de casta los Ventorrillo, que si los Jandilla (bis) llegaron sin aliento al último tercio... ¡Pues no haberlos traído! ¿Qué esperaban de esos ganados aparte de la nada elevada al cubo? La esquizofrenia que se ha apoderado de esto lleva a los memos de los ganaduros a tirarse cuan alfombras para criar las cabribabosas que demandan los coletudos, y además de eso tienen que apechugar con que la causa de que aquellos no triunfen viene motivada por los múltiples imponderables propiciados por sus toreznillos, esos pobres animales que no tienen otra finalidad en la vida que la de la ayudadora y bobalicona embestida, mientras se tengan en pie, y cuyo único signo de juvenil rebeldía es el sacar la lengua a su matador y al respetable público.

Victoriano, el ganadero del Régimen, con el ex presidente Manolo

Hay un detalle que sirve perfectamente para escenificar el puro escarnio en que esto se ha convertido de manera interesada. Un eminente jurado, atento a los menores pormenores y de fina percepción, decidió soberanamente, como un César omnímodo y munificente, levantar el pulgar que la afición en masa había puesto boca abajo, para enaltecer y premiar como ellos creen que se merece la antitaurina corrida de Victoriano del Río, corrida calificada en la propia revista de Taurodelta como de «muy desigual en comportamiento», en la que entre otras lindezas hubo un toro al que no se pudo picar de puro manso, toro al que el ya olvidado ex presidente Manolo for ex-President no sacó el infamante pañuelo rojo porque no le dio la gana. 

Por fortuna y tras arduas indagaciones nos hemos hecho con los nombres de todos los que afirmaron -sin que conste que hubiese voto particular alguno- que la mejor ganadería de la Feria de san Isidro 2013 fue la de los Norit de Victoriano, a la que si les da la gana hasta le pueden su azulejito en el desolladero junto al de Cuadri, con un par.

Dicho sanedrín, como no podría ser de otra manera, fue gloriosamente encabezado por Abella, a quien todos los miembros del jurado conocen como Abeya, y estuvo compuesto por una serpiente multicolor en la que afanosamente pedalearon Barquerito, Andrés Amorós, Federico Arnás, José Luis Benlloch,Pedro Javier Cáceres, José Luis de la Chica,José Manuel Durán, Jorge Fajardo, José Luis González Aldana, Carlos Ilián, Javier López, Antonio Lorca, Enrique Mazas, Juan Carlos Mesa, Manuel Molés, Miguel Ángel Moncholi, José Luis Ramón, Francisco Serrano y Vicente Zabala de la Serna. A ese pelotón de gentes relacionadas con las empresas, los ganaderos, los apoderados, los veterinarios, los críticos y el público les encantó de todo corazón la corrida de Victoriano, tanto como para darla el Prestigioso Premio Taurodelta. ¿Es posible que viesen en ella algo de interés además de su evidente aptitud cárnica?
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