domingo, 2 de junio de 2013

Vigésima. La de Cuadri. Apoteosis de tauromaquia con Castaño y su cuadrilla / Por José Ramón Márquez


La montera de Javier Castaño, el torero que sólo lidiaba toros


"...Castaño es Castaño, y si fuese rubio y de San Bernardo sería Pepe Luis, pero es Castaño, y hoy estuvo hecho un tío, sin ceder la posición, aguantando con valor seco, pasándose de faena y poniéndose en cercanías vertiginosas al servicio de su concepto del toreo, que es un puente entre lo viejo y lo nuevo, y cuya virtud suprema en lo tocante a los terrenos es la de mantener la posición y cuya muleta a veces manda y tira del toro y a veces no..."

José Ramón Márquez

¿Y qué decir? ¿Qué valen las notas frente a lo de hoy? Si hoy hemos tenido la visión de lo que es el espectáculo de los toros, ¿qué opinar de lo de cada día, de lo de cada Feria, al lado de esta demostración de lo que es un espectáculo completo?

Porque, querámoslo o no, lo de los toros en el día a día es algo aburridísimo, pelmazo y plúmbeo.

Hablo del público en general que compra su entrada y va a pasarlo bomba, que yo me lo paso de lo más entretenido cada tarde, pero no creo que muchos de los que se sientan en el incómodo granito de los tendidos de Las Ventas se lo pasen ni medio bien en toda esa mierdecilla que nos hemos pegado con los Pereda/La Dehesilla, Los Bayones, La Palmosilla, Puerto de San Lorenzo, Alcurrucén, Juan Pedro Domecq, Guadaira, Nazario Ibáñez, Pedraza de Yeltes, Parladé, Jandilla-Vegahermosa, Victoriano del Río-Toros de Cortés,Montealto, Carmen Segovia, El Ventorrillo,Vegahermosa/Jandilla y Samuel Flores. La feria entera, una bosta de elefante salvada por las corridas de Pichorronco, Adolfo y Cuadri, y por la de Victorino, que de ésta se han empeñado en decir que fue mala y que como yo la tengo anotada y puntuada puedo demostrar a cualquiera que no fue lo que, interesadamente y para salvar al paquete de Talavante, andan diciendo por ahí.

Podríamos ponernos toro a toro a seguir las anotaciones de la tarde, podríamos hacerlo, pero eso pervertiría la emoción de las cosas bien hechas, de la torería, del romanticismo que nos lleva a sacar la entrada de los toros, porque uno ya , con lo que lleva visto, sólo aspira a cosas como las de hoy, a que una cuadrilla de toreros reivindique con honor su condición de peones a base de buen hacer y de entrega; a que un picador explique que lo de todos los días es una mixtificación y una estafa; que un torero, más allá de sus carencias, explique su verdad con más verdad que nadie en esta Feria absurda que hoy termina.

¡Qué raro es esto de los Toros! Hace unos días, frente a una inmunda babosa tonta y colaboracionista, toro memo y corretón, el torero sin alma, sin pasión, sin romanticismo, el torero Talavante tuvo un deprimente éxito que nadie recuerda y que a nadie importa. Hoy, sin embargo, no ha habido recompensa, pero de la corrida de este primero de junio quedará en la memoria de la afición el inequívoco deseo de un torero por no ceder la posición, por quedarse en el sitio –cosa inédita prácticamente en la Feria que hoy finaliza– y por tirar del toro con mando. El torero que lo hizo, y al que a veces le salió, se llama Javier Castaño, que es un torero de la cabeza a los pies.

¿Y qué mas? Si estuvieron los toros, serios bien criados, con trapío, y estuvieron los toreros, Sandoval, Galán, Adalid, Sánchez, Castaño... qué más se puede pedir. ¿El arte ése que dicen por ahí Los de José y Antonio (por Morante): Nacho González, Abella y duque de Gor? ¿El barbillazo morantero cutre y ful de Estambul? ¿La parada de relojes? ¿La bajada del Espíritu Santo? ¿Qué más se puede pedir que hacer que las cosas sean como deben ser? Castaño es Castaño, y si fuese rubio y de San Bernardo sería Pepe Luis, pero es Castaño, y hoy estuvo hecho un tío, sin ceder la posición, aguantando con valor seco, pasándose de faena y poniéndose en cercanías vertiginosas al servicio de su concepto del toreo, que es un puente entre lo viejo y lo nuevo, y cuya virtud suprema en lo tocante a los terrenos es la de mantener la posición y cuya muleta a veces manda y tira del toro y a veces no.
Se podrían decir más cosas, de los toros en el caballo, del tono descastado de la corrida, de la labor de los toreros, pero no merece la pena porque hoy, vestidos de tabaco y plata, de azul marino y plata y de verde y azabache, tres hombres han mostrado a quien quisiera verlo, el honor de la coleta, la suficiencia del arte cuando se desean hacer las cosas bien, la torería. Y les pedimos la vuelta al ruedo para ver si, como un acicate, otros toreros pensasen en emplearse en hacer las suertes con arreglo a las normas del oficio, con ganas, torería y decisión.

De la corrida en sí misma digamos que cuando el toro Brigada, castaño, número 33, se arrancó al caballo, y empujó con la fuerza de sus cuarenta y nueve arrobas -a una del número áureo del querido Vicente-, hasta echar al suelo al penco guateado que montaba Francisco Plazas a base de riñones, un resorte nos levantó del duro asiento de tantas tardes, un escalofrío recorrió la piel poniendo el vello de punta y un espasmódico palmeteo subrayó la suprema belleza que nace al contemplar cómo se crece en el castigo el ser más hermoso de la Creación, nacido para el luto y el dolor, marcado por un hierro infernal en el costado. Como hace mil años, esta tarde.

La cuadrilla de Javier Castaño

La tauromaquia de Javier Castaño

 
Juan Ruiz Palomares, El Patas, creador de Ponce (el de La Mejor Cuadrilla del Mundo)
y de Castaño, el de la Mejor Cuadrilla del Mundo

La sombra de Jabato, primero de la tarde Sin toro, nada tiene importancia

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