viernes, 26 de julio de 2013

El 18 de julio / Por José Utrera Molina



"...permanece viva la imagen de un hombre atrozmente asesinado en las tierras de Alicante que se llamó José Antonio Primo de Rivera, líder juvenil, apuesto y gallardo de una minoría que engrandeció los límites de su proyección política y la del conductor de un pueblo en marcha que se llamó Francisco Franco, que levantó a España de una postración secular proyectándola hacia un futuro en paz y prosperidad..".

(Se reproduce a continuación el contenido íntegro del artículo publicado ayer, con algunos recortes, en la Gaceta)

Madrid, 26 de Julio de 2013.-
Hay quienes afirman, con toda razón, que envejecer no es otra cosa que quedarse sin testigos. Yo quiero declarar aquí con toda firmeza que fui testigo del inicio del Alzamiento Nacional el 18 de julio de 1936. Tenía sólo 10 años, pero el alboroto, el sobresalto y la anarquía llegaban por aquel entonces a las proximidades de mi casa. En esa tarde del 18 de julio permanecí en mi pequeño jardín con un íntimo amigo que se llamaba Enrique Morante Villegas que años después y a edad muy joven, marchó a la División Azul y que murió hace unos meses no sin antes haberme visitado para despedirse de mí cuando el ya consideraba próxima su muerte y entregarme el cuaderno con las efemérides militares españolas que tuvieron lugar en las tierras de Rusia.

Aquella tarde comenzamos a escuchar disparos que él atribuía a fuegos de artificio. Yo, sin embargo, le dije que me parecía que eran tiros. Pasados unos minutos abandonamos nuestros juegos y sólo unas horas después, Enrique Morante tuvo que presenciar el asesinato de su padre que fue arrojado por un balcón de la vivienda que habitaban por una milicianada enardecida y rencorosa. Por cierto, los anales de mi memoria, todavía no deteriorados me recuerdan aquel joven compañero mío que nunca tuvo una palabra de rencor y de odio hacia los que habían asesinado a su padre y a muchos de sus familiares.
Mantenía una actitud de fidelidad a nuestros símbolos primeros. Él y yo habíamos pintado en la fachada las flechas rojas que unos amigos mayores nos habían mostrado. Nos parecía entonces que llevábamos a cabo una heroicidad.

El 18 de julio que yo presencié en Málaga fue una explosión revolucionaria donde el eco del rencor y la muerte invadió toda la ciudad. Todas las noches, desde mi casa, oíamos los disparos de un lugar cercano donde cada noche caían fusilados cientos de malagueños. Recuerdo, porque son instantes que atraviesan el corazón en mi memoria, las largas colas de mujeres y hombres que iban a ensañarse con los cadáveres que estaban allí amontonados. Mis ojos no daban crédito a lo que acontecía delante de nosotros. Pocos días después, el cadáver del Capitán Huelin que heroicamente mandaba una compañía que intento liberar Málaga, fue expuesto desnudo con un crucifijo en sus partes más íntimas. Puede decirse sin temor a equivocación que el odio había invadido por completo a una parte importante de la ciudad. No entro a considerar las razones de aquellas huestes bárbaras y devastadores. Posiblemente era el resultado de muchos años de escandalosa injusticia social aventado por los comisarios políticos de la Komintern. Pasado el tiempo, con una perspectiva serena, los datos e imágenes que entonces habíamos conocido de manera directa se convirtieron en motivos de reflexión.

Pasados siete meses, Málaga fue liberada de aquella situación insostenible. España entera había sufrido análogas y dramáticas circunstancias. Ya se había declarado una guerra entre hermanos y en las trincheras unos alababan la patria y otros maldecían su existencia. Yo defiendo con toda mi alma la justicia de aquél alzamiento militar. No niego que hubiese razones en las que el bando contrario encontrase una justificación de sus posiciones, pero lo cierto es que España estaba dividida en dos mitades irreconciliables y no era posible la paz.

El Alzamiento no fue un intento grosero de liquidar al oponente sino una necesidad imperiosa de defender a la patria y a le fe frente a quienes las perseguían con saña inusitada quemando iglesias, asesinando brutalmente a religiosos y seglares y exaltando la Unión Soviética frente a la propia patria. No se trataba de aniquilar a los vencidos sino de incorporarlos en un proyecto nuevo de fraterna colaboración. El propósito del movimiento nacional no fue otro que rescatar a España del riesgo cierto de caer en manos del comunismo libertario que amenazaba con aniquilar el alma milenaria y cristiana de España. Ante esa situación, españoles de muy diversa condición se unieron en la defensa de Dios y de España en torno al Ejército, la Falange y el Requeté, haciendo de su vida una generosa ofrenda que difícilmente pueden llegar a comprender y apreciar los jóvenes de hoy.

Para mí, que era entonces muy pequeño pero que conocía ya la muerte de muchos de mis familiares en uno y otro bando, el 18 de julio fue al principio una espina que atravesaba mi corazón sin paliativos, pero hoy es un recuerdo vigoroso y gallardo, sobre todo frente a los que se empeñan en extender día tras día, a través de medios de comunicación, la gran mentira sobre el movimiento nacional y el 18 de julio. Nadie niega que aquella situación fuera durísima y que en una parte y en la otra se produjeran situaciones injustificables. Pero no perdamos nunca de vista que la idea de la salvación de España estuvo en un lugar mientras que en el otro, su destrucción y su aniquilamiento eran consignas que se trasmitían a través de los micrófonos y de los medios de comunicación. El clamor extendido en Madrid del ¡Viva Rusia! y el ensalzamiento del materialismo marxista, fueron las claves que explican que España tuviese que ofrecer al mundo en holocausto el perfil sangriento de la primera derrota del comunismo internacional. Así lo reconoció con honestidad el propio Julián Besteiro poco después: 

“La verdad real: estamos derrotados por nuestras propias culpas: estamos derrotados nacionalmente por habernos dejado arrastrar a la línea bolchevique, que es la aberración política más grande que han conocido quizás los siglos...”.

Hoy, que conmemoramos algunos que aún permanecemos de pie aquella efeméride trágica, pero trascendente y liberadora, pedimos a Dios que no vuelvan otra vez tiempos de ensañamientos y de beligerancias sino que nos incorporemos de verdad a una tarea común con olvido de trágicas situaciones superadas.

Reina la paz en España, pero en el horizonte de nuestra patria están cuajando densos nubarrones en los que aflora la mentira, la falsedad y la injusticia. Ayer mismo, en el trascurso de un espacio para hablar de la guerra civil se afirmaba nada más y nada menos que los muertos de un bando habían sido superiores a los del otro, pretendiendo enfrentar a los muertos de ayer con el recuerdo de los testigos de ahora. Si hubo un grito unánime y vigoroso en aquellos días aciagos de mi infancia fue el de ¡Arriba España!. Aquel grito era la manifestación de una voluntad colectiva de levantar a España de la ruina y la destrucción hacia la realidad confortadora de una España unida en paz, proyectando estos sentimientos hacia el futuro. Yo he servido estos ideales durante los años que duró el Estado del 18 de julio. No he traicionado su espíritu, he comprendido su justificación y sobre todo, en mi memoria limpia y en muchas ocasiones rejuvenecida, permanece viva la imagen de un hombre atrozmente asesinado en las tierras de Alicante que se llamó José Antonio Primo de Rivera, líder juvenil, apuesto y gallardo de una minoría que engrandeció los límites de su proyección política y la del conductor de un pueblo en marcha que se llamó Francisco Franco, que levantó a España de una postración secular proyectándola hacia un futuro en paz y prosperidad. 

Declaro aquí, una vez más, mi lealtad al espíritu del 18 de julio y aspiro a que algún día los españoles comprendan el necesario sacrificio de aquel grupo de hombres que alzó sus estandartes y banderas soñando y amando la verdadera libertad de España, por la que combatieron con espléndido sacrificio e indudable heroísmo.

JOSE UTRERA MOLINA
Abogado y Ex ministro
***
Vía: Arriba

4 comentarios:

  1. Es el escritor y pensador español Ramón de Campoamor. el que hace una sabia y profunda reflexión sobre ese dicho popular que dice TODO DEPENDE DEL COLOR DEL CRISTAL CON QUE SE MIRE.

    La cuarteta completa dice: "En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira". No obstante, Campoamor no se lleva toda la gloria, pues tomó algunos fragmentos de otros ilustres literatos, como Joge Manrique, William Sahkespeare y Pedro Calderon de la Barca. La frase apunta a desarticular cualquier posición religiosa, filosófica, política, económica...en definitiva, puede decirse, que todos los seres humanos estamos irreversiblemente maniatados por la mentada subjetividad y esta circunstancia nos hace falibles en cualquier observación con la que vivimos o hemos vivido, con la que observamos, con la que pensamos.
    Todas nuestras ideas y todos nuestros juicios están filtrados, condicionados por nuestra particular perspectiva de como pensamos y como sentimos.

    Saludos

    Patricia Bazaga

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  2. Don José Utrera Molina, toda una gran referencia de la dictadura, que nadie interprete la época de la dictadura de Franco como un infierno vivido en España, todo lo contrario, fue una época cortada de ciertas libertades, pero que aquellas personas que se limitaban a cumplir con su trabajo y no meterse en política opuesta al régimen vivían relativamente muy bien.

    En las noches de verano cuando el calor apretaba las familias humildes dejaban la puerta de la calle abierta para que entrara algo de aire y poder soportar las calurosas noches. Esa confianza y esa seguridad de que nadie entraría a la casa a robar, era un patrimonio que teníamos todos los españoles y que desgraciadamente desapareció con la llegada de las libertades, que no digo que sea malo, pero quizás en el termino medio esté la virtud.

    Hay que recordar para aquellas personas que consideran que la dictadura franquista era una especie de esclavitud que fue precisamente en la década de los 60 cuando los trabajadores de una economía media-baja, llámese albañiles, empleados de comercio etc etc disfrutaron de su primer coche, el 600. Esto diez años antes era impensable, pues así empezó España y los españoles más modestos a disfrutar de ciertos privilegios que el progreso ponía para el bienestar de las personas, caso de la TV, frigorífico, lavadora, esto no era solamente para los ricos, a esto tenía alcance la gran mayoría de todos los españoles.

    Pues todo esto ocurrió en época de Franco.
    Una vez dicho todo esto paso a comentar lo siguiente: en primer lugar quiero decir que el comentario de la señora o señorita Patricia, me parece fenomenal, porque es la gran realidad. En cualquier faceta de la vida siempre habrá personas que la misma cosa le parezca bien, regular o mal, y cada uno tratara de arrimar el ascua
    a sus intereses económicos, partidistas o ideológicos.
    Lo que quiere decir que al final cada uno lo vera de la forma que mejor le pueda interesar, es decir que todo dependerá del color del cristal con que se mire.

    En segundo y último lugar, tendré que decir que lo redactado por Don José Utrera Molina, es totalmente cierto.
    Pero si escuchamos a otra persona de color opuesto al Sr Utrera Molina, contara lo mismo pero con otros protagonistas, y también será totalmente cierto.
    Dice Don José “Pedimos a Dios que no vuelvan otra vez tiempos de ensañamientos y de beligerancias sino que nos incorporemos de verdad a una tarea común con olvido de trágicas situaciones superadas”.

    Pues respetando como no puede ser de otra forma el artículo de Don José Utrera Molina, y reconociendo que lo que dice es una gran verdad, mi modestísima opinión es que artículos como este no ayudan mucho a la petición que hace el Sr Utrera Molina a Dios.

    Quiero aclarar para que no haya la más mínima duda de mi ideología política, que soy de derechas, pero eso no me ciega para reconocer las dudas que me asisten actualmente de volver a votar al Partido Popular.

    Espero y deseo que la situación cambie y que pueda seguir votando a mi partido, porque de no ser así ¿entonces a quien?.

    No quiero terminar mi comentario sin expresar públicamente mi reconocimiento a Don Juan Lamarca, por el recuerdo de la tragedia de Santiago de Compostela, con el post “España, de luto”.

    Un cordial saludo

    Alfredo Millán

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  3. Comprendiendo las filias y las fobias de uno y otro lado al origen y gestión del Estado franquista, y sin entrar a analizarlas en este comentario, rasalta la actitud de fundada y razonada lealtad de Utrera Molina a unos ideales y a una causa a la que sirvió desde su infancia hasta el desempeño de altos cargos en los gobiernos de Francisco Franco. Mucho más encomiable resulta en estos tiempos de traiciones de todo tipo, desde la transición a la democracia, o antes incluso, hasta nuestros días donde las únicas fidelidades que se notan en la clase política es al poder y al dinero, desde las más altas instancias hasta las inferiores, muy lejos de la procura del interés y bienestar común de los ciudadanos y de la defensa de la unidad de la Patria.

    Dudo mucho que en cualquier partido u organización política actual de esta vilipendiada España, exista alguna persona que supere la talla moral y dignidad humana que José Utrera Molina.

    Saludos cordiales.

    Francisco Barbero

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  4. Entiendo perfectamente a Francisco Barbero, y no le puedo quitar un ápice de razón, sin embargo se puede decir que en esta ocasión que el comentario es a favor de la lealtad a unos ideales en defensa de la unidad de España demostrada a lo largo de toda su vida por D. José Utrera Molina.
    De esto no hay duda alguna.
    Pero si el comentario fuera negativo hacia el Sr Utrera Molina, quiero pensar que habría otras personas que estarían identificadas con esos comentarios por lo que se demostraría una vez más, que todo estará sometido al color del cristal o el audífono auricular, para ver o oír aquello que a cada uno le interese.

    Es por eso que estoy plenamente de acuerdo con lo escrito por Patricia Bazaga.

    Yo también me sumo al agradecimiento al Sr Lamarca por su exquisita sensibilidad con la que ha querido rendir homenaje a las víctimas y familiares del trágico suceso en tierras gallegas.

    Fuensanta Gorostiza

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