miércoles, 18 de septiembre de 2013

Ansón, Reverte, Terencio y el bambismo / Por José Ramón Márquez


El bambismo no tiene fronteras

"...Arturo Pérez Reverte, que con su locuacidad llena de verdades del barquero adobadas con caca-pedo-pis se pone firmemente del lado del animal, que es lo que él cree que vende, y para ello se coloca en el lado opuesto a Terencio cuando declara, para tratar de llevar el agua a su molino, que siente más amor por un chucho -lo mismo que Oscar Wilde- que por un semejante, porque de sus semejantes ha visto a algunos mú malos, mú malos…"


José Ramón Márquez
Diré que, en general, como aficionado a los toros me importan un bledo el toro de la vega y los llamados festejos populares, encierros, mojigangas, toros ensogados, recortes y demás parafernalia que circunda al animal totémico. La afición a los toros es, en mi opinión, afición a un espectáculo reglado y reglamentado, fuertemente jerarquizado y cuyo desarrollo está nítidamente organizado. Todos los espectáculos alrededor del toro, ese «Rito y juegos del toro» de Álvarez de Miranda, y que me perdone Ansón por citar a su ideólogo de cabecera para la cosa taurina, son manifestaciones pre o proto taurinas que poco o nada tienen que ver con la fiesta de los toros, con la tauromaquia.

Evidentemente, a los que nos gusta el toro, nos encanta su compañía, y por eso no perdemos ocasión de estar junto a él, lo mismo mirando unos erales en un cercado en Santa Elena que subido a un viejo Land Rover en los encierros del El Casar, pero eso apenas tiene nada que ver con la afición.

Lo del toro de la vega es, como puede suponerse, campo abonado para que salten los moralistas a derramar una lagrimita por otra de las manifestaciones de ferdinandismo. Entre las voces que claman, también echa su cuarto a espadas el académico de la Española D. Arturo Pérez Reverte, que con su locuacidad llena de verdades del barquero adobadas con caca-pedo-pis se pone firmemente del lado del animal, que es lo que él cree que vende, y para ello se coloca en el lado opuesto a Terencio cuando declara, para tratar de llevar el agua a su molino, que siente más amor por un chucho -lo mismo que Oscar Wilde- que por un semejante, porque de sus semejantes ha visto a algunos mú malos, mú malos…

Batallitas del abuelo Inmortal, de cuando se ganaba la vida patrañeando las guerras.

Sorprende que, pese a la oposición de Reverte, este año haya habido más gente que nunca en el toro de la vega. Sorprende que frente a 50.000 que votan sí, haya cerca de un centenar que votan no (cifras de Europa Press) y que para esos ciento un dálmatas, contando a Reverte, todos esos miles de personas que desean tener su fiesta en paz, sin listos que vengan a dar por saco, no valen un ardite, porque en lo que ellos están es en la ley del embudo que es la única Constitución vigente para estos impresentables.

Pues lo mismo, exactamente lo mismo, es lo de Cataluña.

***

2 comentarios:

  1. Si a D. José Ramón Márquez como aficionado a los toros le importan un bledo el toro de la vega, a mí me importan tres bledos.

    Lo que si me importan como aficionado, es lo que dice D. José Ramón Márquez, es que los toros, es decir, las corridas de toros es un “espectáculo reglado y reglamentado, fuertemente jerarquizado y cuyo desarrollo está nítidamente organizado”.
    Le pregunto D. José Ramón ¿Está todo también reglamentado? y sobre todo ¿Se cumple?.

    Lo de caca-pedo-pis, es tan gracioso como la gracia que le puede hacer a unos “moralistas” el desagradable espectáculo del toro de la vega.

    Y aquí quien trata de “vender” el académico de la Española D. Arturo Pérez Reverte con su locuacidad o el que presume de gustarle tanto los toros y su compañía que aprovecha cualquier ocasión para mirar unos erales en un cercado.

    Y también es muy edificante para mantener ciertas teorías decir que este año haya habido más gente que nunca en el “toro de la vega”. Sorprende, dice D. José Ramón, que frente a 50.000 que votan sí, haya cerca de un centenar que votan no. Y esto no lo dice D. José Ramón, son cifras de Europa Press.

    Terminare con una “locuacidad” del Sr Pérez Reverte, “Amo a los animales. Por no matarlos, ni pesco. Tengo un asunto personal con los que exterminan tortugas, delfines, ballenas o atún rojo. También prefiero una piara de cerdos a un consejo de ministros”.
    Es evidente que lo de la “locuacidad” del Sr Pérez Reverte es bastante notable y sin ayuda de una copa de Machaquito.

    Jorge Castillo

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  2. No soporto a estos intelectuales de pacotilla como este Pérez Reverte, que aun llevando cierta razón, le pierde su escasa educación.

    Les pondré parte de su artículo, que lo mismo pudiera ser un panfleto.

    “Sostengo que cuando muere un animal el mundo se hace más triste y oscuro, mientras que cuando desaparece un ser humano, lo que desaparece es un hijo de puta en potencia o en vigencia. Eso no quiere decir, naturalmente, que caiga en la idiotez de algunas sociedades protectoras de animales que dicen que cargarse a un bicho es un acto terrorista. Incluso, como apuntaban mis comunicantes, cada año voy un par de veces a los toros. Cada cual tiene sus contradicciones, y una de las mías es que me gustan el temple de los toreros valientes y el coraje de los animales nobles. Es una contradicción -tal vez la única, en lo que tiene que ver con los animales- que asumo sin complejos; y sólo diré, en mi descargo, que nunca me horroricé cuando un toro mató a un torero. Al torero nadie lo obliga a serlo; y a cambio de jugarse la vida, gana dinero. Si no murieran toreros, cualquier imbécil podría estar allí. Cualquier cobarde podría dárselas de matador de toros. Cualquier mierdecilla podría justificar por la cara, sin riesgo, su crueldad y su canallada.
    Yo he visto matar. Con perdón. Matar en serie. He visto hacerlo de lejos y de cerca, a solas y en grupo, y me he formado ciertas ideas al respecto. Una de ellas es que degollar y cascar tú mismo, cuando toca, forma parte de la condición humana; y que son las circunstancias las que te lo endiñan, o no. También tengo una certeza probada: muy pocos son capaces de matar cara a cara, de tú a tú, jugándosela sólo con su inteligencia y su coraje, si alguien no les garantiza impunidad. Recuerdo a verdaderas ratas de cloaca incapaces de defender a sus propios hijos enardecerse en grupo y gallear, pidiendo sangre ajena, cuando se sentían respaldados y protegidos por la puerca manada. Conozco bien lo miserable, cruel y violento que puede ser un individuo que se sabe protegido por el tumulto. También leo libros, vivo en España, conozco a mis paisanos, y sé que para linchar y apuñalar por la espalda, aquí, somos unos artistas. Lo hacemos como nadie. Por eso, que media docena de tordesillanos, o más, se quejen porque a estas alturas de la feria me asquea lo del toro de la Vega y me cisco en los muertos de los lanceros bengalíes, me tiene sin cuidado. Lo dije, y lo sostengo.
    Llamar combate, torneo y espectáculo de épica bravura a miles de fulanos acosando a un animal solitario y asustado, y después trata de héroes a una turba enloquecida por el olor de la sangre, que durante media hora acuchille hasta la muerte al toro indefenso, refugiado en un pinar, y que luego salga la alcaldesa diciendo que «el combate fue rápido y ágil», y que el Aquiles de la jornada, o sea, el cenutrio que le metió el primer lanzazo, alardee, como el año pasado, de que «el toro estaba a la defensiva y se escondía en los arbustos, así que era difícil alancearlo», es un sarcasmo, una barbaridad y una canallada. Se pongan como se pongan. Al menos, en las plazas de toros el animal tiene una oportunidad: empitonar a su verdugo, de tú a tú. El consuelo, tal vez, de llevarse por delante al cabrón que lo atormenta. Así que, por mí, todos los heroicos lanceros de la Vega pueden irse a hacer puñetas.”

    Leandro Molina


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