martes, 24 de septiembre de 2013

GLORIA O ESCOMBROS / Por Antolín Castro


Las salidas a hombros, como los indultos... ¿llevan a la gloria o al escombro?

"...Hay señales de que cada vez interesa menos lo que sucede en los ruedos, pero se encargan de proclamar lo contrario los taurinos y sus medios como si fuera el ‘no va más’, como si fuera gloria bendita. Las plazas medio llenas, o mejor decir medio vacías, demuestran a las claras que no hay ganas de acudir a ver a tres figuras, incluso cuatro o seis, para ‘enfrentarse’ a la nada..."

GLORIA O ESCOMBROS
Antolín Castro
Cada vez existe una mayor discrepancia entre los aficionados y quienes viven de la Fiesta. Caminan por caminos divergentes, sin ninguna posibilidad, obviamente, de juntarse en ningún momento. No es casual, defienden cosas diferentes.

Quienes viven de la Fiesta, incluidos los medios que lo hacen, están de parte del despojo de fiesta en el que ha quedado la otrora fiesta épica, donde el toro era el eje sobre el que girar cuanto sucedía después. Eliminada la figura del toro íntegro y despojado de la parte más fiera y brava nos queda el toro comparsa, ese que acompaña al torero, figura por supuesto, en una representación cada día más alejada de los valores que antaño sostenían el interés de los aficionados.

Hay señales de que cada vez interesa menos lo que sucede en los ruedos, pero se encargan de proclamar lo contrario los taurinos y sus medios como si fuera el ‘no va más’, como si fuera gloria bendita. Las plazas medio llenas, o mejor decir medio vacías, demuestran a las claras que no hay ganas de acudir a ver a tres figuras, incluso cuatro o seis, para ‘enfrentarse’ a la nada.

Pero hay signos inequívocos que ese camino está equivocado. Van desapareciendo encastes con la clara intención que solo los que coinciden con el gusto de las figuras actuales, menos figuras que nunca, permanezcan en el campo. Una fiesta a su medida que deja de tener la grandeza que siempre tuvo. Y no busquen en la crisis económica la panacea para explicar el desinterés. En Francia, con distintos planteamientos, los aficionados llenan los tendidos.

Claro que en el país vecino -es muy fácil comprobar estadísticas- hay hueco para distintos encastes y distintos toreros. La consecuencia es que pueden percibir la fiesta mucho más auténtica, más completa. Evidentemente el aficionado prefiere que haya tercio de varas a que lo eliminen, prefiere ese tercio bien hecho a que sea solo un trámite… Conociendo la plenitud no se conforman con la nada. Opta por valorar todo lo que se hace y no solo al figurín y su muleta que, y si procede, también lo hace.

Les hemos visto vibrar con la ejecución de la suerte de varas de Tito Sandoval y aclamarlo hasta lastimarse las manos aplaudiendo, a los banderilleros igual. Todo antes de los minutos de ‘gloria’ a los que nos someten con las muletas ‘prodigiosas y poderosas’ de las figuras de turno. Debe ser que esos miles que llenan esas plazas son tan ‘chalados’ como los veinticinco mil de Madrid que hicieron dar la vuelta al ruedo a una cuadrilla el pasado San Isidro. Con eso debe haber un cierto empate: unos chalados quedan impresionados con ver la suerte de varas y los auténticos pares de banderillas ante las ganaderías duras y otros tantos miles quedan embobados ante las faenas cursis y edulcoradas ante los toros ‘que sirven’.

Esa es la situación que padecemos, que nos permite ver la visualización de una gran montonera de escombros sobre la que se pasean un montón de señoritos vestidos de limpio. Se hacen llamar toreros, pues sus poses, sus posturas, lo aparentan, pero si el toro es comparsa, un colaborador necesario, todo cuanto sucede pierde la esencia del enfrentamiento, del poder que había que aplicar para someter la parte salvaje del toro. Ahora la toreabilidad viene de marca, tras una afanosa genética de su búsqueda, y mas que ir a buscarlos a una ganadería, se compran en las tiendas que ofrecen productos ‘delicatessen’. 

Cada aficionado, cada lector, puede apuntarse al grupo que quiera, pero ese interés porque todos pertenezcamos al mismo, tan insistente, tan deliberadamente publicitado, impide que se puedan ver todos los valores que la fiesta esconde. A ese, ya vemos como les va; al de la lidia completa hay que darle la oportunidad, la misma que en Francia, si queremos que la Fiesta pueda resurgir de sus escombros. 

Existen esos dos caminos: Morir de esa gloria edulcorada o resurgir de los escombros.

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