jueves, 5 de septiembre de 2013

Las cuatro corridas de Serranito



Hilario González, Serranito. (1883-1908) 

 ..pinchó en lo duro, perdió la muleta y salió por la cara perseguido por ‘Cazuco’. Allí no hubo ningún capote, y el Serranito a media plaza cayó ante la cabeza del toro, este se fijó en él, y arremetiéndole, le empitonó por la región glútea, suspendiéndole y campaneándole horriblemente. La impresión fue enorme. El toro le había metido todo el asta.
Serranito, al ser despedido, se levantó, intentó andar, le faltó apoyo y cayó en brazos de un peón diciendo: 
“—¡Este toro me ha matado!”»
  • El martes 13 de octubre, casi tres años después de su presentación en Madrid, casi dos meses después de la tremenda cogida de Astorga, a las seis y media de la madrugada, Serranito expira en su habitación de la fonda de la Plaza de Matute,
El día 25 de agosto de 1908, gravísimamente herido, sale de Astorga en dirección a Madrid en el tren correo de Galicia el matador de toros sevillano Hilario González, Serranito. Acomodado en un coche-cama, dada la enorme seriedad de sus heridas, viaja asistido por el entonces novillero José Morales, Ostioncito, y por los miembros de su cuadrilla, los picadores Manuel Antúnez, Mangas[1], y Eduardo Blanco, Riñones, y los peones Manuel García Cruz, Garroche, y José Espinosa. El tren llega a Madrid al día siguiente y el herido es trasladado desde la Estación del Norte, en una camilla y con intensa fiebre, hasta la fonda que existía en el piso segundo de la finca número 11 de la Plaza de Matute, alojamiento usado por gentes del toro, matadores y apoderados.

Serranito era natural del Aljarafe, esa comarca sevillana que tantos toreros ha dado a la Historia. Había nacido en Olivares el día 21 de diciembre de 1883. A la edad de seis años su familia se traslada a Sevilla, al barrio de la Carne, próximo al matadero, vivero de toreros y de dinastías taurinas y es allí donde se impregna del ambiente taurino y le va naciendo la afición a los toros. Cursa sus estudios primarios hasta la edad de doce años en los Salesianos y luego los dos primeros del Bachillerato en el colegio de San Antonio, pero su afición a torear se va imponiendo frente al hábito del estudio y a los quince años ya se escapa en compañía de otros jóvenes a la búsqueda de capeas. Es entonces cuando su padre, Manuel González, corredor de granos, decide que el chico aprenda el oficio de sombrerero. Una tarde entra en la sombrerería José García, El Algabeño, a encargar un sombrero de calle con unas instrucciones precisas de cómo lo quería. Serranito fue el encargado de hacerle el sombrero al torero, y al mismo tiempo hizo otro igual para él. A los dos días, con los treinta reales que le dieron por el empeño del sombrero juncal, Serranito se echa a los caminos en busca de la fortuna frente al toro y comienza a actuar por la Baja Andalucía, unas veces de banderillero, otras de matador, durmiendo donde se puede, comiendo lo que el campo da sin la voluntad del dueño y recaudando las monedas de cobre que la caridad de los públicos echaba en un capote de brega sucio y sangriento. En esas aventuras anduvo en compañía de otros compañeros sevillanos, malagueños y cordobeses, entre los que figuraba Fermín Muñoz, Corchaíto, a quien su funesto sino le esperaba unos años más tarde en Cartagena.

Un día, en Dos Hermanas, un enorme morlaco de seis años y muchas libras causa el pánico en quien tenía la obligación de despacharlo. Entonces Serranito pide permiso para encargarse de matarle, y una vez concedido, le pasa valientemente de muleta y le tumba de un certero volapié. A raíz de esta gesta su nombre comienza a sonar entre los aficionados. Viste de luces por vez primera en la inauguración de la Plaza del Sagrado Pilar, en Oporto, donde va, en unión de Antonio Pazos, al frente de una cuadrilla de niños sevillanos. La primera vez que Serranito torea en Madrid es el día 17 de octubre de 1905, toros de la temible ganadería de Coruche, «os touros terribles», junto al santanderino Darío Díez, Limiñana, y el también sevillano Manuel Pérez Gómez, Vito.

Hierro y divisa de la ganadería de Santiago Necher

Alrededor de la festividad del Corpus, jueves 18 de junio 1908, sale Serranito de su casa de Sevilla, en la Plaza de Zurradores número 10, para no volver. El 28 de junio de 1908, en la Plaza de Toros de Murcia, se había organizado un festejo como despedida de Antonio Fuentes de aquella afición; finalmente no comparece el homenajeado Fuentes y el cartel queda compuesto por Rafael González, Machaquito, Vicente Segura y Serranito, que ese día toma la alternativa, con toros de Eduardo Olea, antes Villamarta. El toro de la alternativa se llamó Gargantillo, número 6, y lo más notable de la tarde fue la soberbia estocada conla que Serranito despenó al sexto de la tarde. El día 5 de julio se anuncia en Barcelona con toros de Veragua junto a Antonio Guerrero, Guerrerito, y Manuel Mejías Bienvenida; el 25 de julio está en Madrid, en Vista Alegre, junto a Rafael Gómez Ortega, Gallito[2], de nuevo con los villamartas de Olea, para confirmar su alternativa, vestido de verde y oro, con el toro Galito, número 26. El 2 de agosto, en Cartagena, con reses de Concha y Sierra, entra, junto a Juan Sanz, Saleri, en sustitución de Ricardo Torres,Bombita, herido en Valencia, alternando de nuevo con Manolo Bienvenida y, al fin, el día 24 de agosto, en su cuarta tarde como matador de toros, se anuncia en Astorga, tomando la sustitución de Conejito, en la primera corrida de Feria, para despachar junto a Antonio Boto, Regaterín, reses zamoranas de Santiago Necher, procedencia Veragua, divisa amarilla y blanca, que aunque mataron diez caballos, salieron mansas.

Plaza de toros de Astorga en la actualidad. Foto Ricardo Melgar

El primero de los del lote de Serranito es Cazuco[3], número 10, cárdeno, meano, corniapretado, grande y de mansa condición. El toro había tomado tres varas de Eduardo Blanco, Riñones, Juan de Dios, Juanete y Manuel Cárdenas, Céntimo, y había recibido tres verónicas y un buen farol de Hilario. De la labor del sevillano con la muleta y el estoque y de su funesta cogida tenemos el relato que hace El Timbalero en El Adelanto de Salamanca:

«El toro desarmaba mucho y adelantaba por el lado derecho. Serranito lo tomó con precauciones y, después de muy pocos pases, entró en corto, por derecho y con muchos riñones, pinchando en lo alto.
Dio cuatro pinchazos más con cuarteo, quedándose el toro en la suerte, y el público comenzó a impacientarse. Hubo protestas y pitos; el diestro se desconcertó por completo, desconfiándose mucho; entró de nuevo, pinchó en lo duro, perdió la muleta y salió por la cara perseguido por ‘Cazuco’. Allí no hubo ningún capote, y el Serranito a media plaza cayó ante la cabeza del toro, este se fijó en él, y arremetiéndole, le empitonó por la región glútea, suspendiéndole y campaneándole horriblemente. La impresión fue enorme. El toro le había metido todo el asta.
Serranito, al ser despedido, se levantó, intentó andar, le faltó apoyo y cayó en brazos de un peón diciendo: “—¡Este toro me ha matado!”»

Continuó el festejo con Regaterín, que estuvo muy valiente y que tuvo que hacerse cargo de matar los seis de Necher mientras a Serranito “le lavaron la herida con el agua de un botijo, pues no había sublimado ni agua hervida”[4] y soportó con gran valor una cura dolorosísima de más de cuatro horas de duración.
***
Serranito, convaleciente, en la fonda de la Plaza de Matute.

El martes 13 de octubre, casi tres años después de su presentación en Madrid, casi dos meses después de la tremenda cogida de Astorga, a las seis y media de la madrugada, Serranito expira en su habitación de la fonda de la Plaza de Matute, rodeado de sus padres, de su apoderado Don Juan Cabello, de Rafael El Gallo, que residía en la misma fonda, del picador Miguel Carranza, del peón de brega Currinche[5], de Don Luis Gómez, ayudante del Doctor Pindado, de Don Bernardo Pando, propietario de la fonda, y de algunos amigos íntimos, sin que los desvelos de la ciencia médica hubieran sido bastantes como para sacarle de su constante grave estado.

Cuando se corre por Madrid la noticia del fallecimiento del torero la fonda comienza a ser visitadísima por todos los toreros que se encontraban en Madrid, numerosos amigos del torero y muchos aficionados, por lo que hubo que disponer una pareja de Orden Público a la puerta para contener al numeroso gentío que deseaba ver al cadáver de Serranito.

Al día siguiente, desde antes de las diez y media de la mañana la Plaza de Matute y las calles adyacentes estaban ya ocupadas por un público numerosísimo que esperaba la salida del féretro que contenía los restos del torero. A las once horas de aquella lluviosa mañana de otoño, el cuerpo de Serranito, encerrado en una severa caja negra, fue transportado a hombros de íntimos amigos del finado: Ceniza, Lagarto,Vallecano, Ortega, Martínez, Carrasco, Joselón, Alcolea, por las calles de Atocha, Concepción Jerónima, Duque de Rivas, Colegiata y Toledo hasta el cementerio de San Lorenzo donde el cortejo llegó sobre las doce y media. Serranito fue inhumado en la sepultura número 491 del patio de San José, próxima a las de Lesaca, Gavira y Dominguín. Presidió el duelo el apoderado del torero, Juan Cabello, acompañado del dueño de la fonda, de D. Manuel Jiménez, amigo personal del torero y del matador Juan Sal, Saleri.


La muerte de Serranito en Nuevo Mundo, 15 de octubre de 1908.

[1] Manuel Antúnez no logró ciertamente mucha notoriedad en su aporreado oficio, pero adquirió una gran celebridad en los días de la competencia entre Joselito y Belmonte defendiendo «en los colmados, en los cafés y en el tendido de la Plaza la superioridad del de Gelves con las razones que se le alcanzaban y con un hermoso garrote del que nunca se separaba». Cossío, Los Toros, Volumen III.
[2] En esos años anteriores a la aparición de Joselito, ese era el apodo de Rafael El Gallo.
[3] La revista Los Toros (13/12/1909) dice que el nombre del toro era Sordito.
[4] Diario El País, 28/8/1908. Pongamos un poco en duda, como tantas otras veces, la veracidad de la noticia de El País, pues también afirma que la cura se verificó en la enfermería de la plaza de El Burgo de Osma. En su edición del día 14 de octubre, también precisa dicho diario, de manera harto errónea, que la fonda a la que fue conducido Serranito estaba situada en la calle del León, número 24.
[5] Este Currinche es un banderillero de poca entidad que trabajó con escasa fortuna a principios del siglo XX y que no debe ser confundido con Jerónimo Gómez, Currinche, fallecido en el sanatorio de Ciempozuelos en 1906.

Plaza de Matute, 11 en la actualidad

En El Imparcial del día 14 de octubre, Eduardo Muñoz refiere esta última anécdota de Serranito que, de alguna manera le relaciona con su antiguo oficio de sombrerero y que revela su sentido del humor, incluso en un trance tan poco halagüeño:

«El pobre muchacho, agonizante, esquelético, sentía frío.
-Mamá -dijo- déme usted el sombrero.
El gracioso castoreño andaluz, de color de cobre, estaba, dos meses ha, colgado en una percha a los pies de la cama. Un novillero sevillano que tiene un busto robustísimo y una cabeza redonda y grande atendía al diestro herido con el afán y el cariño solícito de un hermano. Serranito colocóse el sombrero, y al notar que se le colaba hasta los hombros exclamó:

-¡Madre! ¿Este es mi sombrero?
-¡Si, hijo mío!
-¡Várgame Dios, qué grande me está!

Y un instante después, y dirigiéndose al novillero de la cabeza voluminosa le dijo:

-Chiquillo, tiés que dejarte cojé pa que eso te se achique.»

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