martes, 15 de octubre de 2013

FERIA TAURINA DEL PILAR / Por Benjamín Bentura Remacha



 "...Le ha venido Dios a ver al nuevo “Pirata” aunque sea con un solo ojo. El mismo ha manifestado que, si lo hubiera sabido, se pone el parche mucho antes. Quizá tenía más mérito entonces, cuando se enfrentaba a divisas de más enjundia, “las alimañas” que decía Ruiz Miguel pese a que tenía que estarles agradecido..."

FERIA TAURINA DEL PILAR

Por Benjamín Bentura Remacha
Zaragoza, 14/10/2013.-Hechas ya las precisiones informativas en la revista 6 toros 6, es momento de comentarios a vuela pluma sobre lo que ha sido la Feria de Zaragoza de este año 12 más uno del siglo XXI, tiempo de modernidades, de avances técnicos, de comodidades extraordinarias y de olvidos ancestrales. Los toros con sol y moscas, apreturas, palillo entre los labios, caliqueños mal olientes, bota de vino de 18º, regüeldos y palabrotas. Cuando se estrenó la cubierta de la Plaza de Toros de Zaragoza, la primera de España, alguien de las más altas esferas televisivas la calificó de preservativo, mientras otros muchos la elogiaron, entre ellos, el cronista de ABC, Vicente Zabala, es cierto. Pero no lo es el castizo plumilla fuera al artífice de la obra. La primera idea de la cubierta llegó desde Madrid, de la mano del novillero-arquitecto cubano Bernardo Díez “Guajiro”, ex-guerrillero castrista en la bahía de Cochinos que se estableció en España en los años 60, que hizo sus pinitos toreros y hasta bailó con Manuel Benítez “El Cordobés” ante una vaca y que, un día de 1986 (¿?) me llamó para que fuera a Madrid y viera la maqueta que había ideado para el bicentenario monumento que construyera don Ramón Pignatelli. 

Su proyecto, en armonía con la vetustez del edificio a cubrir, era de madera y grandes ventanales de cristal que se abrían a voluntad de los usuarios y mi misión, como técnico superior responsable de la Plaza de Toros propiedad de la Diputación Provincial desde 1979, transmitirle al empresario Arturo Beltrán la posibilidad de amparar al viejo coso del Campo del Toro y sus usuarios de las inclemencias meteorológicas, vientos del Este, bochornos, y del Oeste, cierzos, el del Norte, el moncayino o el de Levante, lluvias y soles. El señor Beltrán recibió la maqueta del arquitecto cubano y convocó junto con la DPZ un concurso de ideas y más proyectos para elegir de acuerdo con la citada DPZ el que considerara más pertinente de acuerdo con las características de la plaza de su propiedad y la necesaria financiación. Al final se inclinó la balanza por la maqueta presentada por los ingenieros muniqueses que precisaban de los buenos oficios de la arquitectura, en este caso el del técnico de la Diputación, José María Valero, que consolidó la pionera obra de hormigón de la reforma del año 1918, sobre la que se montó el gran cinturón de hierro que soporta los pesos y tensiones, motores de desagüe y eléctricos del entramado mecánico sobre el que se asienta la cubierta de teflón. 

Muchos toreros lanzaron un profundo suspiro, incluso el ya retirado Antonio Ordóñez que, cuando venía a torear a Zaragoza, se asomaba continuamente a la ventana de su habitación del Gran Hotel para comprobar si se movían las ramas y sus hojas de los árboles de la calle Costa. Hacía tiempos que a don Baltasar Ibán se le ocurrió construir una plaza cubierta en Madrid, pero se enfrentó a muchas pegas municipales y, asesorado por Manolo Lozano Martín, de los de La Alameda de la Sagra, desistió de su empeño. Sin embargo, el ejemplo zaragozano hizo fortuna y ahora son varias las plazas cubiertas de España aunque las mejoras ambientales no estén en consonancia con el previsible aumento de la asistencia de espectadores. ¿Sera cierto que los toros, con sol y moscas? Recordemos a Carlos III que impuso normas de limpieza y salubridad a los madrileños y estos protestaron airadamente. “Son como niños – manifestó el “mejor alcalde de Madrid” –, les lavas la cara y se ponen a llorar”. 

En la Feria del Pilar de 1988, hace veinticinco años, se inauguró la parte fija de la cubierta que protegía los tendidos y al ruedo del agua y de los vientos de todos los aires citados, pero el día 15 de octubre llovió profusamente y se trasladó el festejo a la noche del 16 con un toro de Carmen de la Lastre que estoqueó Roberto Domínguez, otro de Francisco Javier Osborne que correspondió a Emilio Oliva y cuando saltó al ruedo el tercero del mismo hierro, que correspondía a Raúl Zorita, aquello fue el diluvio que no mojó a los espectadores, pero que convirtió el ruedo en una laguna. Los toreros decidieron que se suspendiera la lidia, dos espontáneos se hincharon de darle muletazos al toro mientras que un conocido espectador amenazaba a Zorita con un paraguas. Al año siguiente se completó la obra y …hasta hoy, en que contamos con una de las plazas más hermosas y confortables de España y con una capacidad de 4 mil espectadores menos que hace años, pero que no se llena nunca y de la que fue expulsado don Francisco Goya porque ocupaba cuatro localidades. 

La Diputación de Zaragoza está dispuesta a devolver a su lugar al mejor cronista taurino de todos los tiempos y a pagarle a la empresa todos los años los cuatro abonos correspondientes a esas localidades del tendido 4. No descansaré hasta que lo consiga y soy de Magallón, tierra de viñas y rallos, tierras calizas y gruesos vinos, y tengo un acúfeno como don Francisco, pero oigo y escucho. A don Francisco, aquel ruido le llevaba a los demonios, como Carlos Sauras retrató en su Burdeos. Bueno ¿y la segunda parte de la feria de este año? Era la parte mollar de una feria controvertida, vilipendiada y repudiada por el número de festejos, por dejar el lunes sin festejo y dar dos el domingo último, por la calidad de sus carteles, por la renovación o despido de los empleados de la plaza, por las reclamaciones judiciales de la propiedad arrendataria hacia el inquilino y del inquilino a la propiedad y por los dimes y diretes que enrarecían el ambiente festivo. 

El más repetido era el de la ausencia de Morante de la Puebla en el cartel del día 11, en el que se anunció (no sé quién se ha invitado el verbo “acartelar”) con Juan Serrano “Finito de Córdoba” y Julián López “El Juli” con tres toros de Zalduendo y otros tantos de “Vellosino”. De momento, yo no hubiera venido con un apaño ganadero como este. Vino, pero como si no: se puede juzgar a un torero si los toros embisten bien o mal, pastueños o alborotados, con nobleza o con malas ideas (si es que los toros tienen ideas), pero, si no embisten ni para delante ni para atrás, no hay nada que hacer. José Antonio Morante vino pero como si no. El Juli se esforzó con toda su profesionalidad en el tercero y cortó una oreja. Yo le pediría que no se inclinara tanto en los cites y que no saltara al ejecutar la suerte llamada suprema y le rogaría encarecidamente que volviera a sus tiempos juveniles, cuando con el capote se prodigaba en lances de todo tipo además de verónicas, chicuelinas, gaoneras, navarras, tapatías, villaltina, orticinas y demás “inas”, la “lopecina” (“sapotinas” en México) o la “escobina” (“aragonesa” en los tiempos de Goya), una gaonera por detrás. Y la gran sorpresa de la tarde, la docena de lances que el cordobés de Sabadell le dio al primero de la tarde desde las tablas hasta el centro del ruedo y su faena al cuarto. Ya sé, ya sé, el premio de la mejor faena se lo han dado a Fandiño, ni siquiera a “Paulita” por su muleteo en la mañana del último domingo. Pero la obra de arte de la feria fue la faena de Finito a “Idealista”, de Zalduendo. 

No me pidan que se la cuente porque estas cosas no se pueden contar. Se sienten, se saborean, luego se sueñan. Pero los presidentes de las corridas no suben a los palcos de las plazas para estas cosas. Se sientan ante la barandilla engalanada por dentro con los pañuelos de colores para aplicar el Reglamento a rajatabla. El de esta ocasión, tras la muerte del afortunado “Zalduendo” (los toros también pueden tener suerte en el sorteo), se puso a contar pañuelos y le faltaban dos para la unanimidad exigida. Nada, sin oreja, don Juan Serrano “Finito de Córdoba”. Mi paisano Mariano de Cavia “Sobaquillo”, gran preboste de la Orden del Califato, le hubiera coronado IV Califa del Toreo. Yo lo he instalado en la capilla de mis devociones.

Al día siguiente me tuve que despojar de todo mi ropaje ceremonial porque hicieron el paseíllo Manuel Díaz “El Cordobés”, de Arganda del Rey, como el también cordobés Antonio Gala que es de Brazatortas, Ciudad Real, Juan José Padilla y David Fandila “El Fandi” con toros de los Domecq. El de Arganda tuvo una tarde triste, sin alegría y, además sufrió dos espeluznantes volteretas que le quitaron su habitual sonrisa de la cara. “El Fandi” hasta pasó apuros con el sexto toro que llevaba el hierro de Parladé. Se le partió un palo en un primer par de banderillas, se le cayeron los dos en otro par y se apuró en el socorrido “violinazo”. Todo tiene mérito delante de la cara del toro, pero más mérito lo que se hace templado y despacio, al paso, y mucho más cuando el diestro se queda quieto. Pero esta es otra cuestión y “El Cordobés” es el sexto del escalafón de este año, “El Fandi” el segundo y J.J. el primero. Le ha venido Dios a ver al nuevo “Pirata” aunque sea con un solo ojo. El mismo ha manifestado que, si lo hubiera sabido, se pone el parche mucho antes. Quizá tenía más mérito entonces, cuando se enfrentaba a divisas de más enjundia, “las alimañas” que decía Ruiz Miguel pese a que tenía que estarles agradecido, pero puedo asegurarles que el de Jerez no es mejor torero ahora aunque viste con mucha más elegancia. Le gente está con él y él tiene bien estudiados gestos y aptitudes. Por ejemplo, que baje su hija al ruedo, como “Kiko” subía al escenario a cantar con la Pantoja, besar chaquetas y abanicos que le arrojan al ruedo y el albero de Alcalá de Guadaira bendecido en el Pilar, brindar al cielo a la memoria de María de Villota en comunión “pirata” y lucir brazalete negro puede que en el mismo sentido (que conste que yo también he lamentado la muerte de tan encantadora criatura y que me sorprendía por su belleza y seductora sonrisa), ajustarse la taleguilla por el lugar de las “pilas”, lavarse las manos y mojarse el pelo antes de tomar el par de banderillas. Manuel Benítez se escupía en las manos, se las frotaba con fruición y la plebe aplaudía a rabiar. Son los ídolos del pueblo y estos no resisten el análisis. ¿Lances? ¿Muletazos? De los templados y quemando la taleguilla por los muslos ni uno. Estocadas fulminantes y veloces en ambos toros y sendas orejas jaleadas hasta el paroxismo por la mayoría de los contribuyentes. Esto es la democracia, lo que no quiere decir que todos los hombres seamos iguales. La igualdad es una entelequia.

El domingo por la mañana estaba anunciada una corrida de Ana Romero, puro y delicioso Santa Coloma. Vino la corrida, la tuvieron 24 horas en el camión por no conozco qué razones, la desembarcaron y la rechazaron los veterinarios creo que por falta de trapío. Señores, el trapío no se mide por el peso y menos en el caso de los toros santacolomeños. Vinieron desde Huelva los de Pereda, de su hierro titular y de “La Dehesilla” y nos encontramos, los pocos que a la plaza fuimos, con la confirmación artística de Luis Antonio Gaspar “Paulita”, de Alagón, Zaragoza, que sufrió una voltereta espectacular en su primer toro y le cortó la oreja al cuarto, al que, tras un adornado muleteo, remató de una buena estocada, y la armónica figura, el gusto y el buen temple de Manuel Jesús Pérez Mota, al que puede que le sobren sus voces altas en el cite y desarrollo de las suertes. El vallisoletano José Miguel Pérez Prudencio “Joselillo” sufrió una grave cornada en el gemelo de su pierna derecha.

Y el final, desconocido. Pablo Hermoso de Mendoza, Sergio Galán y Roberto Armendáriz lucieron sus habilidades en la monta de las estrellas de sus respectivas cuadras, pero no pudieron redondear una tarde gloriosa porque a los caballos les pasa lo mismo que a los toreros de a pie: si los toros no embisten no hay nada que hacer. Se lidiaron cinco toros de Luis Terrón y uno de Hermanos Sampedro, el primero, y sólo el discípulo de Hermoso de Mendoza, Armendáriz, consiguió una oreja en el sexto. A Galán se la pidieron en el quinto pero el presidente no se la concedió y el conquense dio una vuelta al ruedo. Pablo “el Rey”, chaquetilla color sangre de toro bordada en negro, botas altas sin zahones y tocado con el catite de Sierra Morena, pudo recibir algún trofeo en el primero pero pinchó cinco veces antes de lograr el espadazo definitivo. Hubo mucha gente esta tarde, casi lleno total con Morante y buena entrada en la tarde de los heterodoxos. En los festejos, de todo. El tiempo, templado y apacible. Salió el sol y el tranvía no dejó de circular por el Paseo de la Independencia. A los autobuses los desviaron por los aledaños y el mío ya no me lleva desde mi casa hasta la puerta del mesón “El Campo del Toro” y, al regreso, lo tengo que coger frente al museo de Pablo Serrano, que es uno más de los adefesios de la arquitectura moderna sin apenas arte por dentro. Ahora creo que está lleno de calaveras mexicanas. Los mexicanos las pintan de colores vivos, como las tumbas de sus cementerios. Bay, bay, que dirían mis nietos que, previsores del porvenir, estudian inglés.    ***

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