jueves, 31 de octubre de 2013

Profecías constitucionales


Hace 35 años que mi padre publicó este artículo en ABC. En plena vorágine de discusión sobre el texto constitucional, su voz -tachada entonces de inmovilista y cavernícola- clamaba ante el chalaneo del título VIII, por el grave riesgo que implicaba para la unidad de España. Lamentablemente, el articulo ha resultado profético e incluso la realidad ha superado los más negros pronósticos. Hoy, aquellos que le apartaban como apestado, invocan la Constitución como remedio de todos los males, cuando precisamente es la propia Constitución el mal primigenio que nos ha conducido al siniestro escenario que estamos viviendo. La Gaceta lo publica hoy en sus páginas, para recuerdo de desmemoriados. LFU

El silencio culpable
  • Me preocupa que esta Constitución pueda ser instrumento liquidador de nuestra identidad nacional.
José Utrera  Molina
Abogado
Hay silencios limpios, serenos, honorables. Y hay, por el contrario, mutismos envilecedores, oscuros y serviles. Hay silencios claros, como el que Maragall ponía en el alma de los pastores. Silencios respetuosos, emocionados, pero hay también silencios sombríos y culpables, silencios del alma, silencios escandalosos, capaces de arruinar por sí solos el sentido de toda una vida y de desmentir la autenticidad de muchas de las lealtades que ayer se proclamaban estentóreamente, con risueña comodidad, sin la presencia de adversarios amenazantes.

Callar en esta hora significa no solamente desentenderse por completo de un pasado que, de alguna forma, honrosamente nos obliga, sino también una huida de las exigencias del presente y un volver la espalda al reto del futuro. Se atribuye al viejo filósofo Lao Tse la propiedad de una sentencia tan significativa como sobrecogedora: “Los más graves padecimientos –escribía– que gravitan sobre el corazón del hombre, los constituyen el dolor de la indiferencia y el silencio de la cobardía”.

Creo que somos muchos los españoles que, sin tener el ánimo propicio a pronosticar catástrofe, coincidimos en considerar los momentos que vive hoy nuestra patria como graves y decisivos.

La Constitución española se está elaborando en estos días. En el seno de la Comisión Parlamentaria, constituida al efecto, han pasado por sus preceptos en medio de silencios estruendosos, hurtados, contra todo pronóstico y esperanza, al gran debate nacional. La consecuencia es que la Constitución no sólo no despierta ningún entusiasmo –lo que sería, acaso, bueno, superada felizmente la época romántica del constitucionalismo–, sino que está sumiendo a nuestro pueblo en la confusión y en la perplejidad al ofrecerle ambigüedades sospechosas que, a cambio de oportunistas consensos de hoy, anuncian larvados enfrentamientos de mañana.

Son muchas las cuestiones graves que han quedado así aplazadas a una interpretación más o menos audaz de los Gobiernos y los legisladores venideros. No voy a referirme a temas como el divorcio, la libertad de enseñanza, la estructura del poder judicial y otros que han sido enunciados. Hay uno, sin embargo, que es el que, en estos momentos, como español, más me duele y me preocupa, más me indigna y desasosiega: la sospecha de que esta Constitución pueda ser instrumento liquidador de algo tan sustantivo como nuestra propia identidad nacional. Atentar contra ella supone un crimen sin remisión posible y una traición a nuestra propia naturaleza histórica. Pienso, pues, que la esencialidad española debe quedar siempre al margen de cualquier alternativa y fuera, por tanto, de diferencias ideológicas.

Una Constitución sólo se justifica en el intento de articular la concordia de un pueblo y no propiciar antagonismos y enfrentamientos. Una Constitución ha de estar dotada de un verdadero sincronismo y no acierto a ver en su articulado actual una auténtica confluencia conciliadora; la normativa existente nada tiene que ver con el consenso, porque mientras aquélla se asienta en los principios –acaso pocos, pero imprescindibles– que deben configurar el ser nacional y la voluntad de un proyecto común de futuro, más allá de las opiniones de los partidos, éste se establece sobre la ambigüedad y el travestismo político de las palabra aptas para acoger, bajo su equívoco ropaje, los más escandalosos cambios de sexo. No se pretende la exaltación de la diversidad, sino el puzle. No se busca la necesaria descentralización, sino el mosaico gratuito. Estamos asistiendo a una malversación de fondos históricos.

Tal es el caso del término nacionalidades, auténtica bomba de relojería, situada, consciente o inconscientemente, por los muñidores del consenso, bajo la línea de flotación de la unidad nacional.

No pretendo entrar en disquisiciones semánticas o históricas que, por otra parte, se han hecho ya y se harán –así lo espero– con mucha mayor autoridad. Como político o como simple español de a pie no puedo ver en este término otra cosa que la enquistada pretensión de una explotación futura amparada en su reconocimiento constitucional.

El que afirma que el problema de aceptar o no la voz nacionalidades se reduce a una cuestión terminológica, o no tiene sentido de la política, ni de la Historia, o no obra de buena fe. En política no hay palabras inocuas cuando se pretende con ellas movilizar sentimientos. El término nacionalidad remite a nación o Estado. Cuando alguien dice recientemente que Cataluña es la nación europea, sin Estado, que ha sabido mantener mejor su identidad, resulta muy difícil no ver, por no decir imposible, que se está denunciando una “privación del ser”, que tiende “a ser colmado para alcanzar su perfección”, y preparando una sutil concienciación para reclamar un día ese Estado independiente que la imparable dinámica del concepto de nacionalidad habrá de conducir hábilmente manejada. El propuesto cantonalismo generará la hostilidad entre vecinos, la rencilla aldeana y el despilfarro del común patrimonio. Se está haciendo la artificial desunión de España y, además, sin explicarle al pueblo lo que le van a costar las taifas. Se quiere parcelar lo que está agrupado, malbaratando siglos de Historia. Cuando otros se esfuerzan en aglutinar lo distinto, aquí se pretende desguazar lo aglutinado y cuando se sueña con una Europa unida aquí parece como si persiguiera el establecimiento de pasaportes interiores que habría que mostrar una vez que cruzáramos una región.

Frente a esta peligrosa ambigüedad hay que afirmar, una y mil veces, que la nación española es una y no admite, por tanto, subdividirse en nacionalidades. España creó hace siglos una nueva forma de comunidad humana, basada en una realidad geográfica, cultural e histórica. Fue un hallazgo moderno, con sentido de universalidad. Cambiar el curso de la Historia, incorporando a la nueva Constitución estímulos fragmentadores, es mucho más que un disparate colosal, es alentar hoy la traición de mañana, y me anticipo a negar mi acto de fe con una Constitución que se inicia con esta amenaza.

Creo que hay que robustecer el hecho regional, que hay que descentralizar a ultranza, que hay que armonizar la unidad y la diversidad, pero creo que nadie puede romper la unidad nacional porque eso representaría el secuestro de la libertad de España y la dolorosa hipoteca de su destino.

Pienso, finalmente, que hay quienes tienen derecho a su silencio; hay quienes no pueden, en modo alguno, ser ofendidos por su mutismo; hay quienes pueden callar con humildad y compostura, y hay, también, quienes ya tienen helados sus silencios porque la muerte les acogió sin que conocieran esta posible y próxima desventura; pero creo que los que ayer repitieron hasta la afonía, desde tribunas públicas notorias, la invocación de España una, los que hicieron la fácil retórica de la unidad, los que nos explicaron sus valentías a los que, por razón de edad, no conocimos contiendas ni trincheras, no tienen derecho al silencio. Podrán, tal vez, padecer el dolor de la indiferencia, en cuyo caso son dignos de compasión y de lástima, pero si se callan hoy por miedo o se esconden por utilidad y conveniencia, no encontrarán en los demás justificación posible y, por supuesto, ellos mismos no podrán redimirse del drama íntimo de su autodesprecio.

Callar cuando la unidad de España está en peligro es la peor de las cobardías. Yo, al menos, no quiero dejar de sumar mi voz a las que, con escándalo y alarma, se levantan frente al riesgo clarísimo de perderla. Quiero que se sepa que no todos los españoles estuvimos de acuerdo en quedarnos sin Patria.

10 comentarios:

  1. Ante el artículo de Don José Utrera Molina, tratare en tres comentarios poner mi punto de vista sobre la Patria y el patriotismo.

    El Patriotismo es un pensamiento que vincula a un individuo con su patria. Es el sentimiento que tiene un ser humano por la tierra natal o adoptiva a la que se siente ligado por unos determinados valores, cultura, historia y afectos. Es el equivalente colectivo al orgullo que siente una persona por pertenecer a una familia o también a una nación. El exceso en la defensa de una patria es denominado chovinismo; mientras que otros términos relacionados son jingoísta y patriotero.

    Comentario Nº 1
    Mark Twain, uno de los autores más críticos de la sabiduría convencional que ha tenido EEUU, escribió frecuentemente que el concepto de patriotismo, en cualquier país, es uno de los más utilizados para esconder intereses de grupos sociales que quieren mantener, por todos los medios, sus privilegios utilizando el sentimiento patriótico como mecanismo de movilización popular, identificando sus intereses particulares con los intereses de lo que llaman patria. Antonio Gramsci, en Italia, uno de los analistas más importantes que han existido en Europa de cómo el poder se reproduce en las sociedades, subrayó con gran agudeza la función ocultadora de los símbolos de la patria para defender los intereses de las clases dirigentes.

    España (y Catalunya dentro de ella) es un ejemplo claro de lo que Mark Twain y Antonio Gramsci indicaron. Las derechas han sido siempre las que se han presentado como las grandes defensoras de la patria, defensa que requiere los máximos sacrificios de los que están a su servicio. Uno de los eslóganes de la Guardia Civil (el cuerpo de policía armado que históricamente ha tenido la función de mantener el orden público y reprimir cualquier agitación social que cuestionara las relaciones de poder existentes en España) era “Todo por la patria”, lo que podía significar incluso la pérdida de la vida de los guardias civiles aunque también, mucho más frecuentemente, la de los represaliados. La Monarquía, el Ejército y la Iglesia han sido siempre las estructuras institucionales que han defendido el poder de los grupos dominantes en las esferas financieras y económicas (y, por lo tanto, políticas y mediáticas) del país, utilizando el amor y el compromiso con la patria como mecanismo de movilización popular en defensa de sus intereses. Las pruebas históricas que avalan esta utilización de la patria para dichos fines particulares son robustas y abrumadoras.

    Tales instituciones de derechas son pues las que se consideran a sí mismas como las defensoras de la patria. Hace sólo unos días, el diario monárquico profundamente conservador ABC ponía en portada a la Duquesa de Alba como la gran defensora de la patria española acusando a los catalanes de ser poco patriotas (11 Nov. 2012). Tal personaje es una de las terratenientes más importantes de España y está entre los que reciben mayores subsidios del estado español y de la Unión Europea, a cargo del erario público. Su linaje familiar, por cierto, ha jugado un papel clave, junto con otros terratenientes, en reproducir una situación en el campo andaluz responsable, en gran parte, de la pobreza de las poblaciones rurales de aquella parte de la patria española.

    Pero la credibilidad de tal tesis (de que las derechas son las que sostienen el patriotismo) depende, en gran medida, de lo que se entienda por patriotismo, el cual, como la mayoría de sentimientos, no es fácil de definir. Después de todo, ¿qué quiere decir amor a la patria?.

    Enrique Castillo

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  2. Comentario Nº 2
    ¿Qué es patriotismo?.
    Pero, independientemente de las muchas maneras mediante las que tal concepto y sentimientos puedan definirse, sí que debería haber un componente que coincidiera en todas las definiciones posibles. Y éste es que el amor a la patria debería incluir amor a la ciudadanía de la entidad así definida. No se puede amar a España (o a Cataluña ya) sin estar dedicado al bienestar de la población que constituye tal país (España y/o Cataluña). Y, puesto que la mayoría de la población pertenece a las clases populares, un indicador de patriotismo debería incluir como elemento definitorio el compromiso y dedicación a la mejora del bienestar de las clases populares. No se puede amar a España (y a Cataluña) sin este compromiso, pues de lo contrario se tiene una visión excesivamente esencialista, casi mística, de lo que es la patria, una concepción poco coherente con la vida real de las personas. En realidad, si la definición de patriotismo no incluye un compromiso por mejorar la vida y bienestar de la mayoría de la población, entonces hay que sospechar que el concepto de patriotismo está siendo utilizado, confundiendo los intereses de la patria con los de un sector minoritario de la población.

    Parecería, pues, razonable aceptar, incluso por las derechas, que un elemento común de tal patriotismo fuera la dedicación de las fuerzas patrióticas al bienestar del pueblo, que en términos cuantitativos, serían las clases populares, clases populares que en cualquier país incluyen las clases trabajadores y las clases medias de renta media y baja.

    ¿Dónde estaba y dónde está ahora el amor a España de los supuestamente patriotas?.

    Esto podría también preguntarse hoy al gobierno de derechas español, que está llevando a cabo el ataque (y no hay otra manera de definirlo) más feroz al bienestar de las clases populares. Hoy se están haciendo reformas que afectan muy, pero que muy negativamente al bienestar de la población, y muy en particular de las clases populares. La evidencia de ello es contundente. Nunca antes en el periodo democrático, el ya insuficientemente financiado Estado del Bienestar español ha estado bajo un ataque tan frontal. Y este ataque se está haciendo para el beneficio de los mismos intereses económicos de siempre: el capital financiero español y el mundo empresarial de las grandes corporaciones, a costa del bienestar de todos los demás. De nuevo, la evidencia de ello es robusta y convincente.

    Hoy, en España, los movimientos de protesta social que salieron a la calle ayer, en la Huelga General, en defensa de los derechos de las clases populares y de la soberanía de España son los auténticamente patriotas, entendiendo como tales a los que defienden a la mayoría de la ciudadanía frente a una minoría que defiende sus propios intereses y los de sus aliados internacionales, incluyendo las elites financieras que dominan el gobierno alemán.

    Una última observación. Le ruego al lector que haya considerado de interés este artículo, que lo distribuya ampliamente, pues los medios de mayor difusión no publican jamás este tipo de artículos. La dictadura mediática exige una respuesta movilizadora que permita presentar otros puntos de vista distintos y críticos de la sabiduría convencional del país que se reproduce a través de tales medios.

    Enrique Castillo

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  3. Comentario Nº3
    A algunos/as patriotas de pacotilla se les llena la boca diciendo que España se rompe. Esputan insultos y toda clase de majaderías a una parte de la población española que lo único que ha hecho ha sido levantar la voz para decir que se sienten diferentes, que quieren utilizar libremente un idioma que los identifica. Todo pueblo tiene derecho a la autodeterminación siempre que ésta se intente conseguir pacíficamente. Estos ciudadanos/as españoles, catalanes para más señas, se han encontrado con una piedra en su camino. Esa piedra les ha robado esos sentimientos, los ha adulterado y utilizado como mera propaganda electoralista. Esta piedra, también llamada Artur Mas, no ha visto otra manera de tapar su nefasta gestión al mando de Cataluña que usar vilmente este sentimiento legitimo de independencia de los/as catalanes.

    Desgraciadamente, fuera de Cataluña también existen piedras como Artur Mas. Piedras que alardean de su sentimiento de patriotismo y lo que hacen es vender a su gente al mejor postor. A los/as patriotas de pacotilla españoles les horripila que un pueblo como el catalán tenga un sentimiento nacionalista e independentista, pero sin embargo no dicen ni mú cuando los políticos que los representan están haciendo algo muchísimo peor. Vender el país.

    ¿Acaso no es peor que un Gobierno venda al mejor postor una Sanidad pública que ha sido la envidia de medio mundo, beneficiando además a empresas privadas vinculadas a propios elementos de ese Gobierno? ¿Eso es patriotismo?, ¿Acaso no es peor que un Gobierno ponga cortapisas para que sus propios ciudadanos/as tengan acceso a una Educación pública y de calidad, beneficiando así solamente a las clases más favorecidas económicamente? ¿Eso es patriotismo?, ¿Acaso no es peor que un Gobierno haya recortado los servicios sociales de su propio pueblo hasta niveles indecentes, para utilizar ese dinero “robado” con el fin de salvar de su nefasta gestión a las entidades financieras? ¿Eso es patriotismo?, ¿Acaso no es peor que un Gobierno haya aprobado una Reforma Laboral que lo único que hace es esclavizar al trabajador/ar y ponerlo a los pies de los caballos, en este caso los empresarios? ¿Eso es patriotismo?.

    No tendría espacio en este comentario para seguir haciéndome preguntas de este tipo y “demostrar” la clase de patriotas que siguen a este Gobierno nefasto. Pero estos mismos patriotas son los que argumentan que los/as catalanes quieren romper el país, que son un incordio y que Cataluña sin España no sería nada. No voy a entrar en si estoy de acuerdo con la independencia de Cataluña o no. Solo digo que el pueblo catalán, y cualquier pueblo, tiene derecho a decidir su propio futuro. No se le debe demonizar por tener un sentimiento propio y estar orgulloso de él.

    Estos/as patriotas de andar por casa son los/as que dicen que económicamente sería un desastre para Cataluña el que se hiciera in estado independiente. Puede ser verdad. También para España, desde luego. Pero el sentimiento nacionalista es eso, un sentimiento, que no tiene nada que ver con la economía ni lo material. Si el patriotismo tuviera que ver con la prosperidad económica les tendríamos que decir a esos patriotas de bolsillo que convenza a Merckel para que convirtiera España en una provincia teutona.

    Si hubiera que elegir, prefiero a esos/as independentistas y nacionalistas por convencimiento a esos/as patiotas incongruentes que defienden a un Gobierno que ha puesto su querida España en venta.

    Multinacionales, grandes fortunas, especuladores, pasen y vean, comparen precios y compren que las instituciones públicas están de saldo.

    ¿Y este Gobierno de España es el más patriota que podríamos tener? Pues viva España y la madre que los parió.

    Enrique Castillo


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    1. ¿Toda esta perorata hueca y sectaria, para refutar el patriotismo ? Te podrías haber ahorrado el discurso porque, desde la primera línea y los primeros "los/las" se te ve el plumero, el rencor y el odio que rezuma por tus poros. "Todo por la Patria" es la divisa que preside, no sólo los acuartelamientos de la Guardia Civil, sino las entradas de todos los cuarteles de España de los ejércitos de Tierra, Mar y Aire. Todo por la Patria lo han entregado los cientos de guardias civiles que han caído a manos de algunos de los que tu llamas "represaliados". También - ¡¡ Todo por la Patria, hasta su vida !! - entregaron militares decente e inocentes del Ejercito de Tierra, del Aire y de la Armada.
      No quiero seguir dándote "coba" porque ni la merece tu discurso ni - menos - tu mismo. Como te decía al principio, desde la primera línea se adivina que tu sí que no eres patriota y que, además, de esa patria, te importa un bledo su historia, su presente y su futuro.
      Ciprés de Silos

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  4. Desde siempre he tenido por norma una buena costumbre heredada de mis progenitores, que consiste en una cosa tan sencilla como es la educación, cosa que parece estar al alcance de todo el mundo y por lo visto y leído en ti, no es así. Digo esto porque yo cuando me dirijo a una persona que no tengo confianza con ella y no conozco de nada, le trato de usted, pero en esta ocasión y sin que sirva de precedente, voy a emplear el “tuteo”.

    En primer lugar te diré Ciprés de Silos o de otro cualquier Monasterio, que el hecho de tuteaste es para que no te encuentres tan solo en esa desconocida educación que no existe para ti y que yo no tengo inconveniente en compartir contigo.

    Dice un conocido refrán “Quien se pica, ajos come”, ¿Qué ajos patrióticos son los que te has comido tu?.

    ¿Y tu vienes de un Monasterio? Pero que clase de persona eres (por no llamarte bicho) que empleas las palabras “rencor” y “odio”. No será que eres precisamente tu el que rezuma esos sentimientos anti cristianos por todas las hojas de tu cuerpo de ciprés.

    Hoy Día de todos los Santos, tienes la gran oportunidad de acordarte y rezar por todos los “patriotas” que dieron su vida por España y por defender unos ideales, ¿o para ti solo son patriotas unos?, no pienso que sea así, viniendo como vienes de un Monasterio.

    Si tengo que agradecerte que toda mi perorata hueca y sectaria no se te haya hecho larga y aburrida, y por eso te la tragarte enterita, y todo eso aun viéndoseme el plumero.

    Gracias por tu paciencia y no olvides rezar por todos los muertos, no solo por los que tu considerar que son tuyos sino por todos, ya lo dijo Jesucristo “TODOS SOMOS HERMANOS”.

    Y por último te diré que por muchas veces que volviera a nacer siempre me quedaría con mi patriotismo leal y sincero y nunca con el patriotismo hipócrita del tuyo.

    Saludos

    Enrique Castillo

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  5. Mira, Enrique Castillo, mi seudónimo tiene su origen en Santo Domingo de Silos, de donde no vengo, sino a donde voy a menudo; porque me infunde respeto, devoción, serenidad, paz y todo lo demás. Te lo recomiendo para que vayas entre semana, escuches las "horas canónicas" gregorianas y pasees, después, por el claustro románico dirigiendo tu vista al ciprés.
    No quieras convertir en blanco lo que en tu discurso, artículo, sermón, lección - o como llamarlo quieras - presentaste en negro. Tu no eres patriota; no es un delito pero sí una realidad. Ahí queda todo. Ah !!... y estudia un poco de Historia de España !!! no la que enseñan los diarios y revistas de hoy, sino la verdadera !!!

    Ciprés de Silos

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  6. Estoy de acuerdo con el Ciprés de Silos. El firmante Enrique Castillo va de lobo disfrazado de oveja pero se le ve el colmillo. Se pregunta que ¿Qué es ser patriota?...pues muy sencillo, amigo Enrique, todo lo contrario de lo que predicas, ser y sentirse español, lo más natural en le decencia personal del que nace en esta bendita tierra mancillada históricamente por la odiosa izquieda y por la derecha explotadora. Pero ya no existen ideologías, existen posiconamientos sociales en los ciudadanos y estrategias en los partidos para asaltar el poder, pero en todo caso los que van de izuierdosos siempre apoyan a los asesinos terroristas y cultivan el odio fraticida contra sus hermanos españoles. La unida de de la Patria les importa un bledo y se asocian con separatistas que la quiebran.
    En fin, un cuento muy sabido ya el de Enrique Castillo propio de la saña bolchevique en cuyo caldo de cultivo se anida de la izquierda española, la anti España permanente.

    José F. Liencres,- Jaén

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  7. Ciprés de Silos, muy interesante y muy cierto lo que cuentas sobre la serena paz que infunde la devoción con que se contempla y se escucha las “horas canónicas” gregorianas.
    Yo tuve la oportunidad de comprobarlo en una visita que hice a los Monasterio de Suso y Yuso en San Millán de la Cogolla y fue todo un placer en medio de ese remanso de paz escuchar fragmentos de cánticos y música gregoriana.

    Yo no pretendo cambiar los colores de las cosas, lo blanco siempre será blanco y lo negro se quedara negro para siempre, por eso es importante estudiar (ahora que se puede la historia de España), afortunadamente para la gran mayoría de españoles/as, al margen de su ideología política, hemos dejado de tener solamente la historia de España que interesaba contar.

    Saludos cordiales

    Enrique Castillo

    José F., con usted no voy a perder el tiempo en dedicarle ni un minuto, usted con su disfraz de Halloween da verdadero pánico y terror. Usted mismo se ha retratado.

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  8. No, no, Enrique Castillo !!! En el Real Monasterio de San Millán de Yuso (o de "abajo") sito en la villa de San Millán de la Cogolla, no se canta gregoriano desde la desaparición de la comunidad benedictina, y esto ocurrió con la desamortización de Mendizábal (que Dios confunda "in aeternum") del año 1836. Ahora existe una comunidad de Agustinos Recoletos que cumple con celo y entusiasmo la función encomendada, pero no se distinguen, precisamente, por su cultivo y difusión de la música gregoriana.
    En cuanto a la veracidad y autenticidad de la Historia de España para la mayoría de los españoles, tengo mis serias dudas; y si no, date una vuelta por las "ikastolas" vascas o por las "escolas" catalanas.

    Adiós,

    Ciprés de Silos

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  9. Ciprés de Silos, en este tema siempre estaré de acuerdo contigo y me gustaría hablar largo (pero no tendido) sobre todo esto que lo considero bastante interesante.

    Este fue un viaje que me impactó de manera especial por el encanto, belleza e historia de muchos de los lugares que visitamos, empezaré por el Arco Romano de Medinaceli en la provincia de Soria. Ya en Medinaceli hay que destacar su Plaza Mayor y sus callejuelas de ensueño.
    Después en Soria, visitamos la Ermita de San Saturio patrón de la ciudad. Y en donde es una verdadera delicia y una sosegada estancia el contemplar las plácidas aguas del Duero deslizarse entre los álamos.

    Decía Gerardo Diego en su “Romance del Duero”

    Río Duero, río Duero,
    nadie a acompañarte baja,
    nadie se detiene a oír
    tu eterna estrofa de agua.

    Indiferente o cobarde,
    la ciudad vuelve la espalda.
    No quiere ver en tu espejo
    su muralla desdentada.

    Tú, viejo Duero, sonríes
    entre tus barbas de plata,
    moliendo con tus romances
    las cosechas mal logradas.

    Y entre los santos de piedra
    y los álamos de magia,
    pasas llevando en tus ondas
    palabras de amor, palabras.

    Quién pudiera como tú,
    a la vez quieto y en marcha,
    cantar siempre el mismo verso
    pero con distinta agua.

    Río Duero, río Duero,
    nadie a estar contigo baja,
    ya nadie quiere atender
    tu eterna estrofa olvidada,

    sino los enamorados
    que preguntan por sus almas
    y siembran en tus espumas
    palabras de amor, palabras.

    Visitamos Santo Domingo de la Calzada, con su catedral, principal atractivo de la ciudad, con su célebre gallinero. De gran belleza es su hermosísima Plaza Mayor.

    Continuamos hacia “La cuna del castellano” San Millán de la Cogolla, con los monasterios de Suso (arriba) y Yuso (abajo), y es aquí amigo Ciprés en donde seguro que estoy equivocado y no he sabido explicarme, porque los cánticos y música gregoriana venían de una megafonía. De todas formas es una felicidad para una persona con sensibilidad escuchar en directo o enlatado “joyas” de ese estilo.

    Saludos mañaneros en este nuevo día

    Enrique Castillo

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