jueves, 30 de enero de 2014

EL CARTEL DE CASTELLON / Antolín Castro


Entre la imagen y los carteles que anuncian hay demasiada diferencia

De nada sirve el esfuerzo de toreros comprometidos con la integridad y plenitud de la lidia, de nada sirve el compromiso de ganaderos con la esencia de la crianza del toro, todos ellos alejados de los focos que dan luz a lo superficial. A los empresarios les gusta el resplandor de las ‘estrellas’ para figurar y se sienten ajenos a cuanto suene a autenticidad. 

EL CARTEL DE CASTELLON

Antolín Castro
No queremos comentar los carteles de la recién anunciada feria de la Magdalena en Castellón, con todas sus figuras tanto en toreros como en ganaderías, no es ese el motivo de este escrito. Lo es solamente el cartel anunciador.

Quizá sea una ironía -nadie puede suponer que sea un descuido- o un atropello a la razón, o ambas cosas a la vez, lo que si es, sin lugar a dudas, un camelo.

Un camelo por no llamarle cinismo puro. Utilizar una imagen de la Fiesta con mayúsculas cuando se ofrece un espectáculo con minúsculas. No se corresponde el afiche, la imagen, con lo que se anuncia más abajo.

Y oportunidad tenían en esa feria y en esa plaza. Hace solo un año hubo un triunfo importante con otros toreros y otras ganaderías. Éstas si podían corresponderse con la imagen del cartel. En especial Javier Castaño con su gran cuadrilla o quizá Luis Bolívar entre los coletas, Cuadri y Miura entre los hierros, serían nombres adecuados para que esa ilustración tuviera sentido.

Nada. En la nada navega el mundo del toro actual, ese mundo taurino tan moderno donde la fiesta está más cerca de una figuración escénica que de la Fiesta real. Lo hacen sin complejos, van a lo suyo con total abandono del criterio de la equidad. Con descaro se puede decir que hacen ferias y más ferias, alejándose del camino que propiciara una recuperación sana, un posible futuro.

De nada sirve el esfuerzo de toreros comprometidos con la integridad y plenitud de la lidia, de nada sirve el compromiso de ganaderos con la esencia de la crianza del toro, todos ellos alejados de los focos que dan luz a lo superficial. A los empresarios les gusta el resplandor de las ‘estrellas’ para figurar y se sienten ajenos a cuanto suene a autenticidad. Triste caminar el de la fiesta, arrastrada por la pendiente de la comodidad y la imagen de salón.

Pero hete aquí, de ahí el despropósito del cartel, que una imagen vale más que mil palabras y la usan sin ningún rubor. Lo hacen a sabiendas que lo que la imagen sugiere no es lo que se va a ofrecer en los festejos programados, pero les parece buen reclamo para anunciar la feria. Un toro poderoso y bien armado en plena suerte de varas, mostrando el poderío que luego en las tardes de corrida no quieren ofrecer ni ver.

Y los toreros actuantes se dejan anunciar bajo esa imagen, ajenos a que casi todos solo la han visto en litografías. Debe ser muy buen reclamo ese de la Fiesta real cuando lo utilizan, pero al que no le dan ninguna oportunidad para que se reproduzca en la arena castellonense o en el resto de plazas con muy rara excepción.

Lo justo hubiera sido ilustrar el cartel con alguna imagen de toreros anunciando colonias o posando para una revista de moda. Era lo adecuado, pero saben perfectamente cómo y cuál es la Fiesta de verdad, aunque sean incapaces de darle la oportunidad de ofrecerla. Esos toreros les tienen prisioneros, ellos mismos también lo están, del uso del truco para ofrecer un envoltorio que envuelve una medida y estética vaciedad. 

De dudoso gusto parece ese de presentar la feria de las figuras con la imagen del cartel. No saben, no quieren, no pueden… hacer otra cosa. Venden imagen pero ofrecen humo. Quizá por eso escribí la pasada semana ‘Nos hacemos viejos’, será porque la Fiesta que amamos solo queda en el recuerdo y en algunas fotografías de cartel. 

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