domingo, 9 de marzo de 2014

Ecuador: Oswaldo Viteri y la influencia del mundo taurino en su vida y obra



En su rincón taurino guarda capotes, corbatines y orejas obsequiadas por toreros españoles, ante las del encierro del escultor Balseca.

El artista ambateño habla sobre la influencia del mundo taurino en su vida y obra. 


Texto y fotos: Marcos Echeverría Ortiz 

Por un gran pasillo, Oswaldo Viteri camina con cierta dificultad hacia su preciado rincón taurino. “Click”, prende el interruptor y un intacto traje de luces brilla dentro de una vitrina. Con su cara iluminada por el “oro” y con cierto orgullo, comenta: “este me lo regaló personalmente Ortega Cano, mi gran amigo”. 

Las esquinas, muros y cuartos de su gran casona, ubicada al norte de Quito, alojan cientos de recuerdos toreros. Algunos de ellos están plasmados en pinturas de su autoría y otros, acumulados en los laberintos de su cabeza. Uno de los más especiales fue el haber escuchado el canto flamenco de Estrella Morente. “Yo acababa de pintar el retrato del torero Javier Conde, su esposo. Después, ella se puso al frente y comenzó a cantar. Fue algo bellísimo”, asegura. 

A sus 83 años, Oswaldo derriba con facilidad las murallas de su memoria y comparte el momento que inicio su afición. A sus 5 años acompañó a su padre por primera vez a “La Plaza Macarena” de Ambato. Tal fue el impacto de aquel duelo entre hombre y toro, que días después pintó aquella impresión con acuarelas.




Acuarelas de Viteri. En España, sus pinturas son comparadas con las de Picasso. Destacan sus toros, los cuales tienen rasgos y trazos bravos, diferentes a los mansos retratados por el español. 

Hoy, la tauromaquia de Viteri está impregnada en sus ensamblajes, al óleo y esencialmente, en la tinta de su pintura Zen. ¿Por qué? “Me encanta dibujar en blanco y negro porque es una cuestión tan inmediata y al igual que en los toros, es una experiencia en directo: salió muy bueno, bueno o regular, pero no hay como enmendar. Se pinta como se torea”, asegura.

“Click”, apaga las luces. Es hora de visitar su taller. Las tablas del suelo crujen mientras Viteri sube por los escalones. Su lugar de trabajo está saturado de pinturas, dibujos y cuadros colgados o apilados en el piso. 

En un pocillo, vierte tita china, toma un pincel y le aparece aquella mirada fija y atenta. Inmediatamente, entra en un estado silencioso, difuso e introvertido mientras comienza a marcar los trazos.

En cuestión de pocos minutos, crea una fiesta popular: Chagras emponchados y amontonados danzan con cabestros en algún páramo recóndito de los andes. “No toco más…”, dice tras dejar el pincel a un costado. 

Aunque el mestizaje es un concepto sumamente complicado y diverso, Viteri ha tratado de plasmarlo, usarlo e interpretarlo en su obra. “Me parece importante saber quién es uno. Esta pregunta hay que hacerse siempre y la gente nunca se ha preocupado. A mi me fascinan las corridas de pueblo porque ahí juega una cosa muy importante que no existe en las plazas tradicionales, que es la libertad. ¡Los espontáneos! El que quiere jugar, juega. Se lanzan al ruedo y a veces pegan buenas faenas”, comenta. 

¿Alguna vez Viteri fue espontáneo? Sí y en más de una ocasión, pero recuerda entrañablemente su “primer susto”. Tenía 15 años y bajaba junto a Paco Barona y Fausto Saá por el río Ambato. De repente, encontraron un pequeño torito… “Tras darle algunos pases me subió por las ingles. ¡No me quería bajar! No me hizo nada pero el pantalón quedó como falda”, sonríe. 

De los sustos, Viteri comprendió lo que realmente se juega un torero dentro del ruedo. Los admira por ese valor y locura visceral que tienen al enfrentarse diariamente a la muerte. “Es un personaje insólito en un ballet. Los pases, una verónica, un natural lento, bajando la mano…La tauromaquia no es como la escultura ni la pintura que ahí queda, esto es efímero”, asegura. 

¿Morir pintando o morir viendo toros? Antes de responder, entra en una especie de conflicto interno. Su respuesta toma más de una buena docena de segundos, duda en dar un veredicto, pero finalmente concluye: “Morir pintando. Como he dicho alguna vez, con el pincel en la mano”. 

¿Y pintando toros maestro?, “No necesariamente”.



4 comentarios:

  1. Gran pintor y excelente afiicionado maestro en todo el sentido de la palabra.

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  2. Gran pintor y exelente aficionado un maestro a carta cabal

    CARNICERITO DE QUITO

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  3. Buen día
    Está a la venta?

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