jueves, 20 de marzo de 2014

Valencia: 10ª y última de Fallas. A hombros El Juli por bajo de un histórico ciclón de arte.-


"...Tras ver lo que vimos en esta gran feria, más de uno pensó y yo el primero que para qué coño tenemos que aguantar los desplantes y misteriosos planes de José Tomás y de sus mariachis..."

 10ª y última de Fallas. A hombros El Juli por bajo de un histórico ciclón de arte.-
  • Tras ver lo que vimos en esta gran feria, más de uno pensó y yo el primero que para qué coño tenemos que aguantar los desplantes y misteriosos planes de José Tomás y de sus mariachis.

José Antonio del Moral
La maciza faena de El Juli al nobilísimo tercer toro de Garcigrande cayó en el olvido con lo hecho después por Finito de Córdoba y Morante, ambos sublimes con los también muy nobles quinto y sexto. Las dos orejas que cortó el madrileño, la cicatera que cortó Finito, la que cortó Manzanares del desclasado cuarto y la enorme ovación a Morante tras matar mal al sexto no fueron el reflejo de lo acontecido en la última corrida de ciclo fallero
Valencia. Plaza de la calle Xátiva. Miércoles 19 de Marzo de 2014. Décima y última de feria. Tarde soleada y fresca con algo de viento y lleno.

Ocho toros de Garcigrande, bien aunque desigualmente presentados y de vario juego. Manso y muy deslucido el primero. El segundo solo sirvió en el capote tras mansear también. Un gran toro en la muleta el tercero tras llegar completamente crudo a la muleta. Noble y bravo aunque sin clase el cuarto. Noble a más el quinto. De gran clase el sexto. Muy débil e impracticable el séptimo. Manejable sin clase el octavo.
Finito de Córdoba (berenjena): Cinco pinchazos y estocada, pitos. Estocada, oreja que supo a muy poco.
Morante de la Puebla (naranja y oro): Cinco pinchazos echándose el toro que fue apuntillado, aviso y pitos. Tres pinchazos y estocada, enorme ovación desde los medios negándose a dar la vuelta al ruedo.
El Juli (corinto y oro): Gran estocada, dos orejas. Estocada habilidosa, ovación.
José María Manzanares (grana y oro): Estocadón, oreja y petición de otra. Pinchazo y media estocada, ovación.

Aunque la acertada sustitución de Enrique Ponce por Finito de Córdoba no afectó a la taquilla ni a la categoría del cartel dado el excelente momento que atraviesa Finito, desde anteayer tarde, durante la Nit del Foc y ayer durante todo el día hasta llegar la hora de la última corrida, en Valencia no se hablaba más que de Ponce por gravemente herido en pos de su incontestable triunfo. Y es que el grandioso maestro estuvo a milímetros de perder la vida. Ya van dos percances así con el de León. Otra ocasión más para que muchos tengan que tragarse eso de que Ponce no arriesga nada cuando lo que hace es arriesgarlo todo sin que se note. Se notó vaya que se notó al sufrir la aparatosísima cogida. Pero los que vieron la corrida por televisión y cuantos lo vimos después en diferido, quedamos horrorizados y temblando. Claro que, antes del percance, también temblamos de emoción mientras Enrique realizó su esplendida faena de muleta que fue muy grande gracias a su ciencia infusa y a su inimitable manera de torear con esa facilidad que Dios le ha dado. También ayer le libró de la muerte. Enrique había apostado mucho tras el brindis a su abuelo Leandro que, de seguro, lo estaba viendo desde el Cielo. Pero la apuesta le costó lo que ni él ni nadie pensamos que le iba a ocurrir. Ayer mañana le visité. Estaba muy tranquilo. Pero temeroso de no poder torear mientras dure la recuperación de la rotura de su clavícula y muy disgustado por no haber podido torear a su segundo toro del que habría cortado otras dos orejas y, quien sabe, si hasta el rabo.

La última tarde se presentaba también triunfal y el público intentó con aplausos que los cuatro matadores salieran del burladero a saludar. Hicieron bien en negarse. Estos saludos previos a la lidia suelen gafar las corridas. Solo el amago, contaminó a los dos primeros capítulos de la corrida.
El primer toro rehusó el primer capotazo de Finito y se quedó corto además de defenderse en sus intentos a la verónica que siguieron. Manseó mucho en el caballo y lo picaron mal. Muy distraído, le tiraron los dos pares menos el último. No llegó para nada agradable el animal a la muleta y Finito empezó el trasteo doblándose por abajo con mucha torería, sí, pero arruinando lo poquísimo que podría haber aceptado el toro. Por fin se decidió a matar y pegó un pequeño mitin con la espada.

El bonito castaño que hizo quinto sí que le valió a Finito para recrearse en su saludo de capa tras salir suelto de los primeros lances. Peleó el toro con irregular impetuosidad en el primer puyazo y apenas aceptó el segundo. Sustos en banderillas. De los muchos toreros que he visto en mi vida, Finito es de los que han toreado con más sabor. Así, con sabor, empezó su segunda faena aunque en los primeros redondos dejó ver demasiado su portentosa técnica. Luego, seguro de que el animal le iba a obedecer, toreó sembrado y magníficamente al natural yéndose hacia el toro en pasos de trono semanasantino hasta vaciarse placenteramente en los de pecho. El resto, con la derecha y en las trincheras, ayudados, cambios y desdenes, la faena fue un puro recreo para los sentidos. A cada pase, un olé. Y a cada pausa, un suspiro. Buena estocada. La oreja supo a muy poco premio.
El segundo toro no se dejó ver en el primer tercio hasta que El Juli cubrió su turno en un quite por chicuelinas que jaleó el sorprendido público. Y Morante, picado, replicó con un esplendido ramillete de verónicas que pusieron la plaza boca abajo. Empezó el de La puebla su faena con ayudados por bajo muy bellos y muy hondos, sí, pero perjudiciales. Y enseguida comprobó por qué. En cuanto necesitó que el toro le pasara del todo en su muleta, solo lo hizo a medias y muy remisamente hasta ponerse a escarbar. Ya se sabe que Morante es tan gran artista como mal estratega. Entre el desencanto de los tendidos, Morante pegó el sainete con la espada y la gente se enfadó.

Se sacó la espina por excelsas verónicas en el recibo del sexto. Las ralentizó para llevarlo al caballo. El toro metió la cara tras el primer puyazo y Morante consumó su borrachera de arte con el capote a la verónica. Hasta El Juli se contagió lentamente en su quite. Hasta que Morante, en su réplica, se sublimó por tafalleras inigualables y media de cartel. La plaza echó humo en tan memorable tercio de quites. Y la faena, a tono con lo anterior. Había toro y Morante, muy a su gusto más personal, toreó archidespacio y eternizando los remates como un cambio de mano que todavía dura. Larguísimos, inacabables los naturales. Y qué manera de irse del toro, señores. El acabose. Un desarme nos volvió a la tierra desde el cielo al que nos había hecho subir Morante. Molinetes, trincheras, pausas de ligera espera, más redondos y naturales arrebujados y lentísimos…. Y más y más y más… con el toro queriéndose morir de placer. Lastimosamente, Morante volvió a fallar repetidamente con la espada. La gente quiso comérselo en la ovación que escuchó desde los medios.

Mal iba la cosa en el momento de saltar el tercero a la arena. Blando y echando las manos por delante. Nada con el capote salvo la brega de Julián. El toro no quiso que le picaran y lo consiguió tras cubrirse el tercio de puro trámite. También el de banderillas. El Juli había dejado al toro completamente crudo para poderle sacar faena. Y así fue. Magistralmente y de menor a mayor conjunción con la mano derecha. Y lo mismo o mejor al natural. Muy buena la faena, pero sacrificándolo todo al poder y ustedes ya me entienden. Vamos, todo lo contrario que Morante. El Juli sí qué es un gran estratega. Y por eso, precisamente por eso, la faena terminó tan sustanciosa como jubilosa y rematada con una gran estocada. Las dos orejas cayeron por su propio peso.

Una pintura el colorao séptimo. Después de lo visto, los lances de El Juli resultaron absolutamente insípidos. Tampoco el toro le ayudó a remediar las comparaciones. Aliviadísimo en varas y muy aligerado el tercio de banderillas, también este animal le llegó crudito a la muleta. Y peor que crudo. Sin ninguna fuerza. Los esfuerzos de Julián resultaron baldíos además de sucios por destemplados entre caída y caída hasta que logró hacer pasar al toro con la izquierda. Se le gradeció el trabajo.

Castaño listón y muy hermoso el cuarto. Hizo buena salida galopando. Manzanares lo saludó con lances a pies juntos sin moverse seguidos de sensacionales verónicas que borraron todo lo anterior. Derribó en el primer puyazo. Y aceptó el aliviado segundo. Bien los peones en palos, doliéndose el burel. Manzanares dejó irse al toro a su aire y empezó la faena en los medios aunque pronto cerró al toro porque le había molestado el viento. No le salió bien del todo la primera tanda con la derecha. Pero mejoró la segunda, cerrada con un gran cambio de mano. Al torear al natural sin apreturas, sufrió una peligrosa colada y volvió a la mano diestra. Empeñoso, regresó a los naturales consiguiendo algunos buenos que no todos. Y es que este toro no acabó de romper a bueno nunca. Quedaba por hacer lo mejor. Muy a fondo empleado por redondísimos y dobles de pecho o trincheras. La banda acompañó la faena de Manzanares tan bien, que se nos pusieron los pelos de punta. Y estocadón hasta las cintas. En esto suele ser infalible el alicantino y por ello compensa sus faenas irregulares como la que hizo a este toro.

Hasta llegado el tercio de banderillas y Curro Javier pareó como sabe y puede, no había pasado nada que destacar en la lidia del octavo y último toro de la noche. Remiso el animal, deseoso el alicantino de repetir triunfo y el público más, por fin rompió a torear Jose Mari meciéndose sobre la mano derecha, que esto no tiene igual. Pero este toro tampoco tuvo clase y, para colmo, echó la cara arriba al final de sus viajes. Por eso, también esta faena de Manzanares resultó desigual en su primer tramo aunque superior en el segundo con el torero entregado y concentrado en lo que hizo. Salvo al entrar a matar. Pinchó perdiendo su segunda salida a hombros en esta feria.

Tras ver lo que vimos en esta gran feria, más de uno pensó y yo el primero que para qué coño tenemos que aguantar los desplantes y misteriosos planes de José Tomás y de sus mariachis.
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