viernes, 23 de mayo de 2014

El paisaje después de la batalla / Por Álvaro Rodríguez del Moral.-


"...En radio macuto se asegura que el cuerpo nobiliario estaría valorando habilitar una nueva figura dentro de su organigrama, una especie de asesor cualificado en cuestiones taurinas, que tendría el perfil de Fernando Domecq, ganadero de bravo, caballero maestrante y conocedor de este mundillo invertebrado..."

El paisaje después de la batalla

Álvaro Rodríguez del Moral.- 

Amarga resaca de la Feria triste. 
Ya se han fallado los principales premios de la Feria. Todos coinciden a la hora de marcar la ausencia de triunfador. Podría ser una extraña coincidencia y es que el enfrentamiento de las primeras figuras del toreo y los gestores de la empresa Pagés sólo ha servido para repartir derrotas. Pero hay una que duele más que ninguna otra: la de la propia plaza de la Maestranza, la de su pulso humano y su propia personalidad. La bellísima arquitectura del edificio permanece ahí, ajena al desaguisado, pero el aliento vital podría haber cambiado irremisiblemente, no sabemos si para siempre.
La guerra ha traido consecuencias funestas para la imagen de la empresa, con o sin el balance positivo que se asegura desde ciertos ámbitos. Pero los duros de hoy no pueden tapar los nubarrones de un futuro incierto que aún puede ser revocado. 
Tampoco ha conseguido engrandecer a los alzados, recluidos en el balneario de Aguascalientes mientras daban la puntilla a una taquilla que ya venía haciendo aguas un lustro largo. 
El tercer vértice de este triángulo trágico, la propiedad del recinto, podría ser el más afectado por el abrupto descenso de esos ingresos brutos de los que se nutre el piso de plaza que había sido la última y equivocada chispa que levantó en armas a los toreros. El silencio de los panegiristas más numantinos de la rebelión es demasiado elocuente. Podrían existir soluciones para el futuro más inmediato, pero el daño causado podría trascender de las propias carreras de los principales protagonistas de la asonada. Nadie es eterno en el toreo pero la plaza, la Feria y la ciudad seguirán algunos años más que los que aún restan de contrato a la empresa con la Maestranza. Dentro de ese marco, cabría preguntarse si el nombramiento de nuevos interlocutores sin desgaste podría ser un paso a favor para despejar el aire. En radio macuto se asegura que el cuerpo nobiliario estaría valorando habilitar una nueva figura dentro de su organigrama, una especie de asesor cualificado en cuestiones taurinas, que tendría el perfil de Fernando Domecq, ganadero de bravo, caballero maestrante y conocedor de este mundillo invertebrado. Eso sí, todo lo que no sea reconocer lo que se ha hecho bien y lo que se ha hecho mal en cualquiera de las partes en litigio es perder el tiempo.

Cosas que se hablan por ahí… 
Más allá de ese amargo panorama hay otras cuestiones que envenenan los corrillos taurinos, dentro y fuera del maltrecho ambiente sevillano. ¿Será verdad que cierto torero llamó a otro -ya veterano- para que no pensara en tomar la hipotética sustitución de Ponce? ¿Qué otros actuantes -que sí estuvieron en Sevilla- recibieron la invitación para sumarse a la inoperante rebelión? ¿Cuales son los jóvenes coletudos desconocidos que ampliarían la nómina de los rebeldes? ¿Será verdad que uno de los miembros oficiales del grupo de los cinco no rubricó el protocolo notarial que les obliga a ser todos para uno y uno para todos? ¿Se puede afirmar que las primeras fricciones del grupo han llegado al trazarse el grueso de las ferias? ¿Por qué no se han denunciado -en nombre del respeto- los honorarios que reciben los toreros del pelotón en la llamada primera plaza del mundo? Los pajaritos mejor informados del toreo aseguran conocer al dedillo esas respuestas. Algunas ya están en la calle aunque, ojo, la definitiva verdad del asunto sólo la conocen sus protagonistas. Pero sí hay una certeza: las distintas velocidades y las opuestas circunstancias profesionales de los indignados está abriendo las fisuras de un grupo que no es tal -nunca lo fue en el toreo- a la hora de acaparar prebendas en el duro viaje de la temporada. Por ahí llegará la inevitable ruptura definitiva -con o sin la firma del notario- de un empeño estéril que sólo ha dejado contentos a algunos que ahora andan tan callados como Belinda.

Otras cosas de aquí y de allí. 
Podríamos comenzar por las peripecias de la inminente feria de Córdoba. El último capítulo del despropósito ha sido la disparidad de los precios que se publicitaron en los dípticos promocionales y los que finalmente se querían cobrar en la taquilla. El cabreo de los aficionados llegó hasta la comisaría. Pero la devacle se ha extendido a otras parcelas que certifican el estado de improvisación que está marcando la gestación de la feria cordobesa: se están utilizando las mismas entradas que el año pasado, tachando los dígitos con el trazo burdo de un rotulador. No nos moveremos aún de la ciudad de Los Califas, que contempla con las carnes abiertas la celebración de esa feria sobre la que se siguen cirniendo demasiadas dudas. El caso es que el ayuntamiento cordobés tuvo que organizar aprisa y corriendo la entrega del trofeo Manolete para adecuarse a la agenda de Morante de la Puebla, máximo triunfador de 2013. El torero hizo esperar más de hora y media a las autoridades que se habían citado en el renovado Museo Taurino para entregarle el galardón. El alcalde de la ciudad, José Antonio Nieto, y el subdelegado del gobierno, Juan José Primo Jurado, se marcharon. Hay que tener cuidado cuando se invoca tanto respeto…

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