España, Córdoba en El Carpio...
Foto: La Loma
Francisco Javier Gómez Izquierdo
La final del Mundial se jugaba esta tarde en el estadio de Gran Canaria. Hoy Brasil quedaba lejos y extraño y en nuestros bares de Córdoba hemos visto la final. La gran final. La final esperada 40 años y en la que un servidor tenía depositadas muchas esperanzas. En el Tamicos II, engalanado para la ocasión, estaban mis vecinos y dos cordobesistas tan fieles que hasta que no llegamos a El Arcángel no comienza el partido. Antonio, que respeta nuestro vicio, nos ha puesto en mesa de preferencia unos gin-tonics para ir haciendo cuerpo, porque no era hora de beber otra cosa.
El Chapi ha salido al 0-0. Sin delanteros y con miedo a Nauzet. Josico con los buenos. Con un once clásico y a ganar el partido, por mayor categoría y calidad de la plantilla... pero del partido es mejor no hablar. Incluso es mejor olvidarlo. El acontecimiento extraordinario llegó cuando pasaba más de un minuto de los 90 y la parte insensata -incomprensiblemente numerosa- de la afición canaria se sintió en Primera y saltó a las pistas del estadio supongo que a besar, abrazar, quitar la camiseta a los jugadores canarios y todas esas tontadas a las que lleva la euforia. Valerón salía del banquillo e intentaba parar el principio de avalancha pío-pío, pero la moda nueva del cerrilismo es incontrolable. El árbitro paró el partido y se puso serio. Tras varios minutos organizando y pidiendo garantías, el señor Sánchez Martínez reanudó el minuto y medio que restaba y al equipo amarillo le entró el síndrome del Maracanazo, un demonio que tiende a aparecer cuando se disputa un mundial en Brasil.
Tengo puesto que el Córdoba es equipo limitado, pero que la suerte nos acompaña desde que vino el Chapi Ferrer. Que nunca hemos perdido fuera, excepto en Sabadell, y que siempre marcamos al menos un gol a domicilio. Añadía un servidor, que cuando te estás jugando la hijuela futbolística no se puede vestir de amarelho, jugar con un portero llamado Barbosa y haber mundial en Brasil... impunemente. Ocurrió. Raúl Bravo, que hoy jugaba de central, remató desde la izquierda sin pareja que le molestara, un globo que venía de la derecha. El balón fue a las piernas de Barbosa, que reaccionó tarde y como impedido por calambre misteriosa y apareció Dávila “el astuto”, que por algo se llama Ulises, para entregar un regalo -ya no era balón- a Córdoba entera.
El gol de Ulises Dávila hizo realidad un sueño tras el que la ciudad llevaba 42 años y me siento muy afortunado por haber sido testigo. No hubo más. Sorpresa, incredulidad y desesperación de Las Palmas de Gran Canaria toda. El árbitro no dejó sacar de centro y los guardias le acompañaron al vestuario. El público amarillo se dividió en buenos -casi todos- y malos -los que saltaron – amagando una guerrilla desde el desconsuelo. ¡Cuánta crueldad en un minuto, la verdad!
En el Tamicos una explosión de alegría y euforia. Abrazos, champán y mas gin-tonic. Rafa y un servidor con nuestras doñas nos hemos ido a “tocar el cielo en las Tendillas..” como dice el himno y en los alrededores de la plaza nos hemos encontrado a gente que nunca habíamos visto en El Arcángel. En la plaza y aledaños estaba Córdoba entera.
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En El Carpio, corazón de primera
Foto: La Loma
Como andaluz y enamorado de Córdoba me alegro de que el equipo de fútbol de la ciudad de los Califas se pasee por la Liga de las Estrellas.
ResponderEliminarJuan de Dios Navarro