domingo, 1 de junio de 2014

LA CASTA, AUSENTE / Por Antolín Castro


Toro de El Pilar lidiado en la feria de San Isidro

"...Un problema de enorme magnitud en la cabaña de bravo y cuyas consecuencias son visibles día a día y confirmadas durante los veintitrés festejos celebrados en la mayor feria del mundo..."

LA CASTA, AUSENTE 

Antolín Castro
Tras de celebrarse las tres cuartas partes de la Feria de San Isidro, si algo se puede asegurar es la ausencia de casta en los toros. Hemos sufrido un día tras otro, con tan pocas excepciones que no hacen caso, una ausencia de casta tal que mas se parece a la desaparición de la misma.

Un problema de enorme magnitud en la cabaña de bravo y cuyas consecuencias son visibles día a día y confirmadas durante los veintitrés festejos celebrados en la mayor feria del mundo.

Lo miremos por donde lo miremos, es un desierto de proporciones gigantescas. Da igual que sea en novilladas, corridas de toros o en los festejos de rejones. Pongamos, como dice la canción, que hablamos de Madrid. Unos ciento cincuenta ejemplares han saltado al ruedo, entre titulares y sobreros, lo que hace que la muestra analizada sea lo bastante significativa como para echarla en saco roto.

Cierto que en los ocho días que faltan saltarán a la arena las ganaderías que por excelencia pueden reducir los mínimos ratios estimados hasta ahora, pero también es cierto que el resultado no lo van a sacar de la podredumbre. 

Pero no solo se nota la ausencia de casta en los toros, esa ausencia es muy acusada también en los toreros. Antes se decía fulanito tiene casta, pues eso también se dice mucho menos ahora, o no se dice. Una clara excepción a tener en cuenta: Miguel Abellán. Los toreros son conformistas, están hechos a imagen y semejanza del toro que se cría hoy en día y sacándoles de ese molde se pierden. Mires el escalafón por donde le mires, da igual. Hasta a los novilleros les falta casta. En cuanto les dicen dos veces que son muy buenos o que tienen buenas maneras, abandonan la carrera por crecer y crecer. Confunden su actividad original, poder a un toro, por encontrar un toro que se adapte a sus reducidas formas de interpretar el toreo. Menuda tropa.

También falta casta entre los aficionados. Se han ido amoldando a lo que mayoritariamente se les ofrece y ya no saben distinguir entre lo regular y lo auténtico, entre lo mal ejecutado por defecto -es decir, por fallos- o lo mal ejecutado por exceso -con ventajas y artificios-. Un conformismo se ha ido instalando mientras, y simultáneamente, se van desertizando los tendidos. 

Decíamos que el toro no puede ser mero colaborador, sin exigirle a su lidiador; y el aficionado tampoco puede quedarse en mero contemplador del diestro, ha de ser exigente con él. La única manera de crecer es en base a la exigencia; como en la escuela, si te dejan hacer lo que quieras, podrás aprobar los cursos, pero no crecerá tu capacidad para enfrentarte a retos mayores. ¿Es tan difícil de entender?

Falta casta en todas partes. No hablamos de las empresas porque éstas no se miden por casta, sino por pasta. Y mientras de esa no les falte lo demás no importa.

Ojalá lo que queda de feria pueda parchear un poco la estadística, pero tampoco nos hagamos muchas ilusiones, por aquí ya pasaron escolares e ibanes y sus resultados engrosaron la fatídica estadística. 

Por no ver, ya no vemos ni la casta… ni la Susana. Permítase esta licencia para terminar con buen humor lo que es evidente que malhumora.

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