lunes, 9 de junio de 2014

San Isidro 2014 (IV) / Por Pedro Javier Cáceres



- Fotografía: Andrew Moore -

Se va el Rey (d. Juan Carlos), se coro na el príncipe de los toreros M.A. Perera

Por Pedro Javier Cáceres
La semana última ha sido un escaparate minimalista en el que se han expuesto de forma sintetizada los dos componentes contrapuestos que son esencia pura de La Fiesta: el sufrimiento, la dureza y la gloria, la gloria como final feliz del sufrimiento que es parte inalienable del éxito.

Todo ello se reúne en el triunfo incontestable, rotundo de Miguel Ángel Perera.
Perera se ha desmarcado en esta feria de todo y de todos por su apuesta y reto consigo mismo.
Abrir la PG de Las Ventas no es fácil, incluso con la suma de 2 orejas en dos toros: el una más una.
Hacerlo con una corrida convencional de figuras cortando 3 orejas a lote de toros distintos (V. Del Río) es un acontecimiento poco usual; salir en hombros las dos tardes anunciadas es dato para manejar con posterioridad como hecho sobresaliente.

Habría que remontarse -y dentro de otro contexto- al año 96 con Víctor Puerto y encuadrado en la épica, como es el caso —hacer historia-, irnos al año de la eclosión de César Rincón.
El colombiano salió ese 91 en figura del torero para toda su carrea, que a su maestría había que añadir el plus del factor sorpresa por inesperado y el desconocimiento general sobre el torero.
No es el caso de Perera que ya saboreó esas mieles de novillero, y en el año 2008 en que a su 1ª PG habría que unir la de la enfermería a la que se fue con 3 trofeos de una tarde de reto solitario, inacabada, por grave cogida.

Y a más, si se hace con 2 orejas de un toro. Y a más a más, o mucho más (cobrando tintes de acontecimiento y pórtico de leyenda) que sea dentro de una corrida dura, durísima; aunque su enemigo pasara por ser un toro asequible cuyo cante (y cuento) solo es consecuencia de las manos que le tocaron en suerte, en corrida elegida voluntariamente por medirse así mismo y no por necesidad dentro de una infrahistoria que le define como torero grande en que quiso matar dos hierros similares y la respuesta fue que casi se queda fuera de la feria.

Si el día de V. Del Río pasó por encima de dos figuras como Juli y Manzanares, esta semana con la descastada corrida de Adolfo puso tierra de por medio entre lo que es una figura consolidada y dos muy buenos toreros como Ferrera y Urdiales que además fueron maltratados por un sector de público, el de siempre, quizá molestos por el rumbo más que notable con el que se va a saldar este ciclo de 2014.

Peor fue el viernes con la corrida de Victorino que recordó sus inicios con las “alimañas” y en el que Uceda no pudo ser el mismo que con la corrida de Fuente Ymbro, Aguilar con la de Montecillo y Ferrera —quizá el más injustamente tratado de todo San Isidro- no pudo reeditar éxitos recientes con este mismo hierro.

Si Perera evitó que la “marca blanca” de Albaserrada-Saltillo fuera un despropósito nada se pudo hacer ante el predicamento que Victorino tiene en Madrid y que es el dato que desgraciadamente define a una afición en fase degenerativa.

Tampoco sirvió la de Cuadri en la que a Castaño se le cogió como conejo de indias ante la imposibilidad del lucimiento acostumbrado de su cuadrilla, en especial el picador Sandoval, se ignoró la profesionalidad y el sitio de un torero que torea poco pero que está hecho, Iván García y el valor, producto de la necesidad, del confirmante Venegas confundiendo emoción por pasar miedo, sacara del tedio al espectador de a pie.
Misma situación que el día anterior, domingo (apertura de nuestra particular semana) con Sebatián Ritter en una corrida, en principio, mejor cuidada que las otras “domingueras” pero que al final poco desdijo del conjunto de la secuencia dominical. Tarde de gigante del pequeño Aguilar con un Montealto asequible al que cortó oreja y Capea en profesional y campero pero que en Madrid se le quiere poco, absurdamente.

El efecto Perera, del que titulamos en www.ladivisa.es “pintó la Capilla Sixtina con una brocha de Adolfo” (nada de pinceles, por mucho que algunos jurados le den el toro de la feria, en un disparate más de una afición obsoleta que se precipita al vacío, incluso éste toro de la “sucursal” competirá con alguno de la “casa central”) pesó en la corrida de Beneficencia del día siguiente.

Alcurrucén echó una corrida por debajo de su línea en presentación y juego, pero con no mal aire y que pudo lucir más si El Juli, Fandiño y Talavante la hubieran leído en el contexto de todo el ciclo y no en sus cuitas personales, de las que, por cierto, tanto Juli como Fandiño salieron airosos.

Juli por estar por encima de su lote y ganar la batalla al 7, pero se le fue la guerra del mando de la torería —por el momento- en una tarde en que dio la impresión que tras dos años de ausencia y recuerdos de violencia de género por parte de la “revienta” tuvo suficiente con arreglar “sus cosas”.

Fandiño estuvo entregado y con un buen nivel, incluso la oreja que cortó fue de ley, pero el gran toro que tuvo, el actuar en la corrida más importante del año —es un tópico, pero cuela- y al lado de dos figuras a los que no ve la cara en los patios de cuadrilla (cuestión que nos hemos dejado la piel en reivindicar) dejó con sabor a poco y algo de ocasión perdida a todos los que somos partidarios y abogamos por sea tenido por las figuras como uno de ellos y no le corten el paso. Era el día.
Con todo y con ello, Fandiño queda como segundo, por méritos propios, en el escalafón de esta feria, con una PG y 3 orejas en su esportón. Pero, repito, era el día…de más.

Talavante es que no estuvo. Menos tila y más adrenalina necesitaba poner en dicha corrida habida cuenta que la lectura global de su feria no le favorece, en delicada situación pese a ser miembro del club de los 5, pese a haber estado a punto de salir en hombros su primera y espléndida tarde con el 3º de Montalvo, como pudo hacer doblete con el 6º de El Pilar, pero la espada no le respondió, y todo aquello se ha perdido en el tiempo.

El Rey Juan Carlos fue el triunfador de la tarde. Gracias Majestad.

Y en esta semana, de tantos contrastes, sí destaca un torero como rey de la tauromaquia, no ha sido menos relevante el éxito de la ganadería de El Puerto de San Lorenzo que puso una pica en Flandes de lo que debe ser una corrida de toros de Madrid.
Por presentación: seria, mucho pero en su justa medida, sin exageraciones; en tipo y con hechuras.
Extraordinaria corrida que propició otro gran triunfo, igualmente indiscutible: Daniel Luque.
Fue tarde (jueves) en que el joven torero mostró su largura y versatilidad al aplicar su amplia tauromaquia a dos toros de condición opuesta: el 3º bravo y exigente y el 6º, pastueño, a “la mexicana”.
Tanto que sus dos orejas, incuestionables pudieron ser más de no fallar a espadas en sus primero intentos.

Festejo en que El Cid tuvo pasajes (en sus dos toros) que recordaron su mejor versión pero que con tales animales resultó más que insuficiente y desesperante tantos dientes de sierra y Padilla se justificó.

Una feria más que notable que culminó con el 7º no hay billetes y dos o tres tardes, o cuatro de lleno con 5 puertas grandes y 26 orejas y la corrida de Miura que no defraudó. De los cinco lidiados tres tuvieron nota, el 2º fue postulante a la vuelta al ruedo, pero 3º sobretodo y 4º tuvieron gran calidad.

Rafaelillo cumplió, aunque debió adquirir mayor compromiso con ese 4º, Castaño anduvo digno tanto con el de Miura como en el zambombo sobrero de San Román y Serafín Marín que debutaba con este hierro, comenzaba temporada y el año anterior torear a penas un par de festejos ha estado sencillamente excelente tras un comienzo titubeante ha dejado un toreo al natural de alto nivel.

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