miércoles, 4 de junio de 2014

San Isidro 2014: PUERTA GRANDE Y TOREO PURO / Por Antolín Castro

Miguel Ángel Perera, dos orejas y hombros por Puerta Grande
Foto: La Loma

"...Esperaban a Perera, que para eso habían venido muchos, y el extremeño no les defraudó. Con el mejor ejemplar, o para mejor decir, con el único que tuvo recorrido, nobleza y repetición, fue construyendo su faena, de menos a más. Ligando, ahora era posible, muletazos por ambas manos para regocijo de unos y otros..."

PUERTA GRANDE Y TOREO PURO
  • Había ciertos aficionados, de esos curtidos en miles de festejos y que conocen al dedillo el cómo funciona esto, que decían que no son lo mismo unos hierros que otros, pero cuantos fueron hoy al olor del nombre de una figura, que además hace unos días cortó tres orejas, no les expliques que hoy era más difícil cortárselas a esos toros.

Antolín Castro
S.I.14.- Llegaron los ‘adolfos’ a la feria y hubo que esperar al último para salvar la tarde, el ganadero y los coletas. Y no será porque no había ganas de que ocurriera todo lo contrario, pero el encierro cárdeno se rajó muy pronto, alguno en los lances de recibo, y la tarde se despeñaba como tantas otras.

El interés de la terna por congeniar con lo que tenían delante se estrellaba con eso, con lo que tenían delante. Pusieron de su parte todo, cada uno con su propio concepto, pero aquello no fluía. En los tendidos se preguntaban el por qué los toreros no cortaban las orejas a todos los que iban saliendo por toriles y estaba claro, no era posible.

Había ciertos aficionados, de esos curtidos en miles de festejos y que conocen al dedillo el cómo funciona esto, que decían que no son lo mismo unos hierros que otros, pero cuantos fueron hoy al olor del nombre de una figura, que además hace unos días cortó tres orejas, no les expliques que hoy era más difícil cortárselas a esos toros.

Transcurría la tarde y Antonio Ferrera intercalaba detalles de torería y populismo, en quites a los picadores, con las banderillas, con la muleta, y todo ello era menester porque por la vía de hacer las cosas puras no podía hacer nada y tiraba de recursos ante el juego de los astados y aquello finalmente no resultó.

Diego Urdiales vino como siempre, muy serio y formal, dispuesto a poner sobre la mesa lo que es el toreo puro a poco que le dejaran sus oponentes y no hubo manera de lograrlo en el primero de su lote. Con el quinto, debió pensar que no lo hay malo, y brindó al público su faena.

Diego Urdiales al natural. / Foto: La Loma /

De inmediato adoptó la única postura que admite el toreo puro, muleta planchada, pierna contraria adelantada y el intento siempre de rematar en la cadera y muy poco a poco se fue fraguando el milagro. Iba tomando forma el toreo puro en sus manos y de ellas brotaron sobre todo naturales de una naturalidad y belleza como no se habían visto en toda la feria. El aficionado lo vio y el público terminó por entenderlo también, pero el toro no estaba dispuesto a colaborar en la obra más allá de concederlos de uno en uno. Y la obra, a pesar de concitar el interés y los olés de todos, no pudo ser completa. Con Urdiales paladeamos el toreo puro y verdadero pero no se llegó al éxtasis. Para colmo la espada no quiso entrar ni a la primera ni a la segunda entrada y se necesitaron dos descabellos. Incomprensiblemente la gente no le hizo salir a saludar. El toreo puro, fue visible, no le interesa a la masa, aplaudieron solo unos cuantos aficionados.

Esperaban a Perera, que para eso habían venido muchos, y el extremeño no les defraudó. Con el mejor ejemplar, o para mejor decir, con el único que tuvo recorrido, nobleza y repetición, fue construyendo su faena, de menos a más. Ligando, ahora era posible, muletazos por ambas manos para regocijo de unos y otros. Tuvo mérito la faena, con un toro bueno, pero un toro, y aunque su toreo peque de mucha pierna retrasada el clamor se fue apoderando de la plaza. La tarde, por fin, se salvaba del maleficio y ponía rumbo a la puerta grande. Quien más quien menos pensaba que una oreja era suficiente, hubo enganchones y pérdida de muleta, pero la estocada fue fulminante, lo que reforzaba la idea de los que pensaban que aquello era de dos. Y aunque muchos se frotaron los ojos cuando vieron al alguacilillo entregárselas, lo cierto es que se las había concedido el Sr. Cano con bastante rapidez. 

En la misma tarde se dieron cita una puerta grande y el toreo puro, ambas cosas con alfileres, pero sus intérpretes, uno lo disfrutará entre las multitudes y el otro lo hará solo entre los aficionados cabales. El toreo tiene estas cosas. Y es que el toreo puro necesita de más suerte en los sorteos, y el aficionado también, para que sus tesis tengan jurisprudencia.

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