Tanto Alberto como Manuel Escribano, aunque no triunfaron, salvaron la tarde y hasta taparon el horrible juego que dieron los toros de Adolfo Martín
9ª de los Sanfermines en Pamplona
Escribano y Aguilar se la jugaron sin tacha con una horrible corrida de Adolfo Martín
Manuel Escribano y Alberto Aguilar dieron una lección de responsabilidad y de dignidad torera con una horrible corrida de Adolfo Martín. Aunque no triunfaron, ambos anduvieron muy por encima de sus toros salvo a la hora de matar aunque Aguilar consiguió liquidar el sexto en un solo envite. Diego Urdiales anduvo muy afligido salvo en un breve pasaje con la muleta en el cuarto. Esta corrida, que duró casi dos horas, en tiempos pasado habría sido lidiada en poco más de sesenta minutos.
Plaza de toros de Pamplona.
Domingo 13 de julio de 2014. Novena de feria. Tarde soleada y agradable con algo de viento y lleno.
Seis toros de Adolfo Martín, muy bien presentados en el tipo y con los pelajes de la casa. Dieron mal juego en distintosgrados. Imposible el primero, bravucón en varas y sin un pase en la muleta. Escasamente manejable por el lado derecho el segundo. Medio manejable por el izquierdo el tercero. Francamente manejable aunque progresivamente distraído el cuarto. Escasamente manejable aunque distraído el quinto. Pésimo el sexto
Diego Urdiales (turquesa y oro): Estocada corta, tres pinchazos y descabello, silencio. Pinchazo y estocada, aviso y silencio.
Manuel Escribano (marino y oro): Tres pinchazos y buena estocada, aviso y palmas. Pinchazo, estocada y descabello, palmas.
Alberto Aguilar (blanco y plata): Pinchazo, media tendida y dos descabellos, palmas. Estocada, ovación.
Oigan, pensándolo bien, sobre el papel no estaba nada mal este cartel. A saber: Diego Urdilales, el riojano de Arnedo al que le va el encaste asaltillado de la familia Martín – ayer de Adolfito y le llamo así porque le conozco desde casi éramos niños trajo una corrida magníficamente presentada -; Manuel Escribano, natural de Gerena (Sevilla), del que todavía resuenan sus tardes de la pasada temporada en la que acabó siendo la revelación del año; y mi casi paisano, el pequeño gigante Alberto Aguilar, que de seguro pudimos verle cómo al torear con la muleta, cualquiera de sus dos toros le ocultaba cual eclipse lunar mientras se los pasa por delante. O por detrás, que antes de que llegaran sus turnos pensamos en que vaya usted a saber en donde quiso y por adonde se los pasó…
Últimamente, Adolfo Martín está echando buenos toros. Los que trajo y se corrieron en el encierro de ayer llamaron mucho la atención de cuantos les vieron correr por la calle de la Estafeta haciendo cábalas sobre el juego que darían en la lidia vespertina dado lo imponentes y hasta espeluznantes que les parecieron a muchos de los que vieron el encierro. Quien sabía antes lo que harían…
Como también quien supo lo que harían los del palco presidencial a la hora de conceder orejas. En esta feria se han regalado a manta. Y dos de los más profusamente obsequiados fueron Fandiño y Padilla. El de Orduña se llevó cuatro cuando solo debieron darle una, la del mejor toro por ahora del ciclo, el indultable quinto de Victoriano del Río. Dicen las malas lenguas que quien presidió esa tarde fue un concejal de Bildu. De serlo según este rumor, no pocos comentaron que fue para premiar su negativa a brindar al Rey Don Juan Carlos I uno de sus dos toros en la pasada Corrida de la Beneficencia. Claro que, Iván dijo al respecto cuando le preguntaron por tamaña falta de respeto, que no brindó al Rey porque no le gustó ninguno de sus dos toros y que lo habría hecho si le hubieran embestido. ¡Y eso qué tuvo que ver¡ Mera e injustificable excusa. Las cosas que le llamaron en Las Ventas a Fandiño esa tarde son irreproducibles políticamente hablando. Y en cuanto al de Jerez, también se dijeron cosas que luego de terminar su segunda corrida sanferminera vimos que no eran ciertas. Ni siquiera creíbles. Un ilustre barman de un famoso hotel comentó mientras tomábamos café antes de ir al encierro de los toros de Fuente Ymbro, que las peñas no habían hecho demasiado caso a Padilla en su primera corrida, no por lo mal que estuvo, que estuvo fatal, sino porque le vieron por televisión muy cerca de la familia Suárez y de toda la Familia Real en el velatorio del Congreso, en el entierro y en el funeral de Estado del inolvidable y admirable padre de la familia Suárez Illana. Cosa que vimos todos y hasta criticamos la notoria imprudencia y la tan ostensible disposición de Padilla en chupar tanta cámara de las teles y de los fotógrafos, pero de ninguna manera por haber visto como lo hacía el torero los cientos de republicanos y abertzales que militan en las peñas pamplonicas. Y es que, como en todas partes y para cualquier cosa, siempre hay gente Pa´tó. Mucho enterao que anda suelto por ahí sin estar enterados de nada…
Por fin una tarde cálida en lo que va de esta feria insólitamente invernal. Durante el paseíllo, los mozos de sol permitieron que pudiéramos escuchar a la banda La Pamplonesa. Un gustazo de banda. Un Adolfo a la antigua usanza de la casta de los victorinos. Cárdeno y ampliamente cornivuelto, corretón e impetuoso. Debió dar mucho miedo ponerse delante. Rebañó en el saludo de Diego Urdiales. Le pegaron en el primer puyazo que tomó en bravucón y le aliviaron el castigo en el segundo. Sin que nadie quitara lucidamente – no se hubiera dejado el burel – esperó mucho en banderillas. Ya había tardeado en varas. Y lo que hace un toro en el caballo suele hacerlo en la muleta. No le importó a Urdiales porque lo brindó. Así fue. No me explico el brindis. Aunque lo intentó, no le sacó ni un pase en forma. Lo malo es que Urdiales lo pasó fatal, resultó horriblemente desarmado dos veces y tras machetear sobre las pernas, que es lo que debería haber hecho y nada más, lo mató de estocada corta atravesada, tres feos pinchazos y, menos mal, certero descabello.
El de la merienda, cuarto, cárdeno y menos cornipaso que el primero, salió corretón y a Urdiales muy afligido con el capote sin que fuera para tanto la cosa. No se paró ni una sola vez. Nos quedamos con las ganas de ver si pasaba o no. Mansito en el segundo puyazo, leve, tras el más duro primero, el animal pasó a banderillas muy distraído. El toro se dejaba en la muleta y Urdiales tardó en darse cuenta hasta que se dispuso más decidido con la derecha por donde se estiró por primera vez en su tarde. Pero no para tirar cohetes y aun menos con la zurda que el toro tomó por alto. Con todo y con ello, este Adolfo fue el mejor de los lidiados hasta ese momento. No estuvo tan asustado Urdiales como antes, hasta se adornó, pero birlongueó en demasía. Tardó mucho en entrar a matar y hasta sonó un recado antes de decidir matar. No le veía la muerte por ningún sitio hasta que, por fin, pinchó y agarró una estocada entera que salvó un poquito su honor.
Manuel Escribano se fue, como hace siempre, a ponerse de rodillas muy delante de la puerta de chiqueros. La larga le salió perfecta. Pero al dar otra en tablas sufrió un tremendo acosón. Luego lanceó bien a la verónica aunque sin completaras porque el toro tuvo un viaje corto aunque noble. Cumplió en varas sin que le pegaran mucho. Chicuelinas y media en el quite de Escribano que, además, banderilleó. Manolo es un todo terreno en la línea del inolvidable Paquirri. ¡Cuantas veces triunfó en Pamlona¡ Innumerables. Más aún su suegro, Antonio Ordóñez. Buenos los pares de Escribano que encantó en el quiebro tercero. Brindó a Miguel Criado hijo. ¡Cuánto me acuerdo de su padre¡. Escribano le hizo el honor jugándose el pellejo en dos cambios diestros que aguantó en los medios y sacando lo que el animal tenía – poco de momento – oor el derecho. Imposible el pitón izquierdo, continuó aguerrido por el lado menos malo hasta desplantarse. Tras probar otra vez al natural imposible, desplante de rodillas, molinete y se acabó lo que se daba. No había más que hacer salvo matar. Otro desplante genuflexo y, vaya por Dios, pinchó y no solo a la primera.
Se fue de nuevo a la puerta el de Gerena para recibir al quinto con horrible cornamenta. La pegó y, tras dar otra larga en el tercio, el toro saltó limpiamente al callejón. Se lució Escribano de nuevo con el capote, muy dispuesto. Manseó en varas y se distrajo mucho feo el burel. Escribano es de los que banderillean todo lo que le echen, sean como sean. Como El Fandi. Lo hizo superiormente dadas las condiciones de su enemigo. Cumbre en un quiebro por dentro arrancando desde muy cerca sentado en el tendido. Puso la plaza al rojo vivo. El brindis recibió una gran ovación. Empezó de rodillas en tablas y en los medios tragó muy tranquilo con la derecha sin que el toro le ayudara. Manuel siempre le ganó la acción a su enemigo. También al natural que no pudo completarlos. Pero si apostar con gran valor. Mejoró en temple de nuevo con la derecha terminando con el desdén y un desplante con la muleta plegada en la cadera. Tres o cuatro metido en la cara del toro y con el toro muy distraído con el incesante ruido de las peñas, volvió a pinchar como en el primero perdiendo una posible oreja. Hace años, hasta las peñas guardaban silencio en el instante previo a la suerte suprema. Ahora, ni en el sol, ni siquiera en la sombra casi nadie sabe de toros en Pamplona.
Muy suelto salió del capote de Alberto Aguilar el cárdeno tercero que medio se dejó en apuntadas verónicas porque echó las manos por delante en cada lance. Le dieron estopa en el primer puyazo. Y no hubo quite. También le sacudieron en el segundo. Lo pasaron mal los banderilleros. También por esperar mucho el toro. El toro se dejó un poquito por el pitón izquierdo y Aguilar se lo pasó por delante unas cuantas veces con el desparpajo y la torería que atesora. Con la derecha, imposible sacar nada. Tres molinetes seguidos y otro que pincha… Lástima. Dobló el marrajete de media tendida trasera y dos descabellos.
El cárdeno más claro sexto y más cuajado también, se quedó cortísimo en el capote de Aguilar. De tan mala corrida, fue uno de los peores. Quizá el peor de los seis. Le dieron mucho en varas e hicieron bien. Lo banderillearon como pudieron. Y Alberto le echó todos los redaños que pudo hasta pasarse de valiente. Hasta le sacó algún medio pase con un gran sentido de la responsabilidad e incluso mató al primer viaje. El pequeño gigante se agigantó. Tanto Alberto como Manuel Escribano, aunque no triunfaron, salvaron la tarde y hasta taparon el horrible juego que dieron los toros de Adolfo Martín.
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