martes, 22 de julio de 2014

Cali, tambores de guerra / Por Jorge Arturo Diaz Reyes

Plaza de toros de Cañaveralejo


"...Se invocan méritos de combate, se desentierran hachas, se llama a filas. 
¿Y el toro qué? ¿Y la fiesta qué? ¿Y la afición qué? ¿Terciar? ¿Tomar partido? ¿Cuál?..."

Cali, tambores de guerra
  • La ira, la venganza, el agravio, el desangre, dejémoselo a los kamikaze. Que se hagan el harakiri, si quieren. Qué carajo nos importa, ya hicieron suficiente daño.

Por Jorge Arturo Diaz Reyes
La rendición del adversario, la expropiación de sus bienes, la desaparición de su organización, la muerte de su líder, son una manera de acabar la guerra. Pero sin conciliación y acuerdo, no de hallar la paz. El odio no le da tregua.

La liquidación de la Fundación Plaza de toros de Cali (gestora por décadas de la temporada), el fin de su inveterado contrató de arrendamiento, la entrega total de propiedades y dineros a su cargo, la muerte de Eduardo Estela (su general), el cierre de su ganadería, marcaron el fin de una larga, estúpida y devastadora confrontación con un sector (al final mayoritario) de la propietaria Sociedad Plaza de Toros de Cali.

La exclusión directiva de los vencidos. El desahucio de la Escuela Taurina. El abandono de las novilladas prefería. La minimización del número de corridas. El veto a las emblemáticas fechas del 31 de diciembre y 1o de enero (Cali abría y cerraba el año torero en el mundo). El marginamiento de ganaderías regionales. La no disminución de precios. El alejamiento de los abonados. La promesa de venta de una porción enorme de los terrenos de la plaza. Todo esto proclamado como el advenimiento de la nueva era, (muchos lo creen, para los que no, simplemente se le echa la culpa al muerto), no han sido suficientes. El rencor late, y ya no sólo la paz sino la supervivencia peligran.

La escasez de cupos ganaderos locales (tres), la proximidad de un mega millonario pago, el apetito burocrático, la vanidad... vuelven a elevar el volumen del discurso y afilar el vocabulario. Se invocan méritos de combate, se desentierran hachas, se llama a filas. 

¿Y el toro qué? ¿Y la fiesta qué? ¿Y la afición qué? ¿Terciar? ¿Tomar partido? ¿Cuál?

Ninguno, digo yo. Ninguno. El aficionado nada tiene que ganar en esta mezquina riña de vecinos, agrandada, que las proclamas parecen querer reiniciar y convertir en holocausto suicida, en un !mueran Sansón y todos los filisteos! 

Lo que supongo realmente nos interesa a “las auténticas víctimas de la fiesta” es el toro. La realización de la temporada. Carteles dignos. Precios justos. Las novilladas. La Escuela Taurina. La unidad territorial ypatrimonial de la Plaza. Su categoría, rigor, equidad, seriedad. La cría regional del bravo. La credibilidad en la empresa y que nos devuelvan la confianza. 

La ira, la venganza, el agravio, el desangre, dejémoselo a los kamikaze. Que se hagan el harakiri, si quieren. Qué carajo nos importa, ya hicieron suficiente daño.

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