domingo, 27 de julio de 2014

Efecto Perera / Por Ricardo Díaz-Manresa



Es el triunfador, hasta hoy, del 2014, ha sorprendido a la afición, encantando a los entendidos, agradado al máximo a cuantos le han visto, pero no hay imán, efecto, impacto. ¿Qué pasa?

Efecto Perera

Ricardo Díaz-Manresa
El efecto Perera es que, incomprensiblemente, no hay efecto Perera. Triunfar en Madrid como lo hizo, repetirlo en Pamplona de esa manera, corroborarlo en la mayoría de las plazas en las que ha toreado en su glorioso 2014 se merecía un efecto Perera, un movimiento arrasador, unas plazas llenas de espectadores o aficionados que quisieran ver al gran triunfador, al gran torero en su momento dulce. Pero no. No ha habido efecto Perera.

Efecto es lo que se deriva de algo importante, la impresión que deja (que puede ser una emoción) y lo que llega a los demás como consecuencia de actos especiales. Tampoco ha habido hasta ahora impacto, choque, huella, golpe sentimental.

Me he fijado en su comparecencia de la feria de Santander. Las entradas fueron más o menos iguales, espléndidas, incluso en la novillada, con muchísimos espectadores, muchos más que en esta clase de festejos. Pues bien, llega Perera, reforzado con el Juli, y hay pequeñísimos huecos, pocos y apenas perceptibles, lo que significa que la clientela estaba esponjada, no apretada.

¿Es cosa de la afición, de la crisis, de la falta de publicidad, de que ya lo han visto?. Esto no pasaba antes porque los grandes triunfadores atraían a las masas para hacerles justicia y, claro, verlos en su mejor momento y disfrutar. Eran un imán.

Y me fijo en Valencia y otra vez con el Juli. Y la entrada es para meditar y lamentarse. ¿Estos dos toreros con una ganadería de prestigio, que proporciona grandes triunfos, y con el mejor rejoneador de todos los tiempos, no atraen más gente al coso de la calle de Játiva? Pero si había casi más pueblo en la nocturna del día anterior, según leo.

El caso de Perera es peculiar. Algo le falta. Me fijo mucho en su trayectoria y no doy con la tecla. O le falla el tirón popular o no sabe su entorno hacerlo bien para que llegue a ese pueblo. Puede fallar en su publicidad y en su manera de mover los triunfos.

Y en el ruedo lo ves brindando al público, dejando su montera pegada a la raya exterior de los picadores, puesta con mucho cuidado… y empieza a dar enormes muletazos y algunas veces no se oye un olé cuando la plaza debería estar aclamándolo. Se queda más quieto que una vela, manda como ninguno, torea erguido y elegante, templa tela y premian más a los otros con más orejas mientras que a éste se las racionan o quitan directamente las que merece.

Lo hace todo con buen gusto, incluso sus trajes de luces son los clásicos y no participa de los horrendos que molestan la vista como los de Manzanares y otros compañeros de menor categoría. 

Capote variadísimo (lo de Santander fue increíble), muleta poderosísima y espada muy eficaz y le pasa lo que le pasa.

Torea con tal seguridad que parece algunas veces que está en el campo tentando. Me fijo mucho en él y lo sigo como a los futbolistas estrellas para ver todo lo que hace, hasta el detalle.

Le dan una oreja cuando a la faena anterior del compañero le han dado dos con menos méritos. Y no digamos al que va detrás premiado igual después de exhibir sólo voluntad.

Como en Pamplona que da un pinchazo arriba después de un faenón y parece que se ha caído el mundo y lo premian con cicatería.

¿Llegan más a la masa Morante, el Juli, Manzanares y Talavante que él?...

Yo me acuerdo de don Álvaro Domecq y Díez, al que entrevisté en Clarín que entonces dirigía, tras un indulto en Fallas a un toro que correspondió a Dámaso González. Fue criticado y al preguntarle su opinión me dijo sonriendo socarronamente : No es obligatorio saber de toros…

Mucho más reciente está el caso increíble y difícil de olvidar de los pamplonicas en sanfermines 2014, dando la espalda a la quizá mejor faena que haya realizado el navarrico Pablo Hermoso de Mendoza, que tuvo que decir a su público : el que quiera saber que vaya a la escuela…

Pero este es un espectáculo democrático y la democracia también trae estas cosas y estas injusticias…siendo el menos malo de los sistemas.

¿Falla en Perera lo natural que lo hace todo y esa facilidad no llega al público? ¿Que no hace teatro? ¿Que no pide una palma y se dedica a su faena?. ¿Que no plantea alardes locos sino calidad? ¿Que no es tremendista? ¿No encimismos sino arreones o arrimones con seguridad aplastante?. No sé, sideralmente superior a tantos, pero no valorado por su interés y no llenando las plazas como sería lo justo. Dicen que el público –el cliente- siempre tiene razón, que nunca se equivoca. Será verdad. O como dice mi hijo mayor en situaciones injustamente inexplicables : Será por algo…

No sonríe por sonreir. En las faenas siempre está serio. No “torea” al público . Y recibe lo mínimo por hacer lo máximo. Incluso cuando el público pide más. Parece un alumno modélico, serio y concentrado al que el profesor le trata peor que a otros compañeros menos brillantes pero más dicharacheros.

Y termino con lo del capote de Santander. Tercer toro. Lo recibe ¡¡¡ con 14 lances, 14, muchos de ellos sin moverse y otros rectificando un momento para continuar pero todo en un palmo de terreno!!!. No había visto nunca tanto y tan bien. Quite histórico. Y mezclando verónicas, con tafalleras, de frente por detrás, largas a una mano. Variadísimo. Varios quites en uno. Y repite un segundo y le da otros 7 seguidos, también con quietud, clase y categoría. ¿Está seguro de lo que escribe?. Claro. La primera vez en directo no pude contarlos porque me quedé sorprendido de que durara tanto. Pero ví la corrida entera por segunda vez por la noche y entonces sí que los conté, sí, uno a uno. Fueron 14 y 7. En total, 21, nada menos.

Me resisto a creer que Perera no caiga todo lo bien que debería. Las causas no las sé, pero el Efecto Perera todavía no ha estallado. Lo espero. Ya saben que soy siempre partidario de la justicia justa… Pero falta impacto, choque, huella, golpe.

***

1 comentario:

  1. Tal vez es que su toreo ligando siempre al hilo y de forma elíptica, demostrando una gran técnica, pero colocándose en demasía fuera de cacho y prefiriendo la ligazón al toreo en la rectitud del toro. Este toreo convence al público pero no a todos los aficionados.

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