1ª de la Feria de Mont de Marsan (Francia)
Una cosa es el arte y otra solucionarlo: Cumbre de Manzanares
Lo oreja que cortó el alicantino a sus dos toros de una muy bien presentada y armada, y en su mayor parte excelente corrida de Zalduendo, apenas fueron reflejo contable de lo que les hizo. Su faena al segundo fue modélica además de bellísima. Y la del bastante peor quinto, la demostración de que el arte carece de valía y de brillo si no va acompañado por la previa solución de los problemas que presenten los toros cuando los tiene. A este quinto le arregló totalmente. Por el contrario, Morante de la Puebla no solo fue incapaz de arreglar los problemas que le plantearon sus dos toros sino que los empeoró hasta pegar un petardo. El local Tomás Dufau tampoco supo solucionar las pequeñas dificultades del tercero ni, aún estando bien, aprovechar como mereció al sexto, un toro de vacas merecedor de haber sido indultado. Manzanares dio ayer la consecuente respuesta fáctica a lo que acabamos de publicar en anteriores artículos de mi sobrino Álvaro Rodrígez del Moral desde Sevilla. (Fotos de Isabelle Dupin)
El gran arte que algunos toreros poseen cual divino don – caso especialísimo del que atesora quien tanto admiramos todos, Morante de la Puebla -, suele estrellarse y hasta convertirse en chafarrinón cuando no se sabe qué hacerles o no hacerles a los toros cuando presentan iniciales dificultades, como fueron los dos que mal mató ayer en Mont de Marsan (de berenjena y oro) ante una plaza casi llena y verdaderamente expectante en tarde de muchísimo calor.
Vi la corrida en un burladero del callejón junto al gran pintor galo y buen amigo de siempre, Chambás, y ambos intercambiamos cometarios acerca del toreo y de la pintura. Viendo y sufriendo lo que ocurrió a cargo de Morante – tantas veces pintor de sus propias obras -, le expliqué que, para pintar verdaderamente bien, no basta estar inspirado ni hasta ser genial, sino que el artista debe estar más pendiente y mirar mucho más al modelo que al lienzo so pena de no conseguir plasmar limpia y fielmente lo que se pretende. Yo también pinto y, sobre todo, dibujo – dibujé muchísimo en mis años en la Escuela de Arquitectura de La Complutense – y sé de lo qué hablo. Si miras más al cuadro que al modelo, la pintura no sale como quieres aunque lo pretendas incluso con esfuerzo. Y eso es lo que ocurre muchas veces con Morante y, ayer más concretamente en Mont de Marsan. A sus dos toros, inicialmente manejables aunque escasos de fuerza, los recibió intencionadamente bien con el capote a la verónica pero, tan hondamente, tan por bajo, que ambos empezaron a protestar y a puntear por arriba. Y, llegada la hora de las faenas de muleta, en vez de sobarlos con suavidad por alto atendiendo fundamentalmente a que los pitones nunca engancharan la zarga, instrumentó para empezar aislados muletazos tan bellos como perjudiciales porque, los que intentó dar después en forma – redondos y naturales – resultaron cada vez más sucios, más enganchados, hasta el punto de que los animales fueron empeorando para ir convirtiéndose en incómodos y complicados para entrarlos a matar. Claro estuvo que los que fueron ilusionados a ver al de La Puebla, quedaron tan defraudados como ostensiblemente enfadados. Dos broncas escuchó Morante ayer tras matar de muy mala manera aunque al cuarto con más brevedad que al primero en el que pinchó abundantemente.
Esto que acabo de explicar sobre la actuación de Morante sirve perfectamente para comentar la doble actuación de José María Manzanares (de marino y oro) quien, aplicando incondicionalmente la fórmula mágica del temple, no solo arregló los problemas que podrían haberle presentado sus toros de haber permitido que le engancharan la muleta, sino que sostuvo en el segundo toro la bondad que tuvo, y que en el quinto, que salió echando las manos por delante y derrotando con cabezazos por las alturas, poco a poco, paso a paso, pausa a pausa, fue dejando de hacerlo hasta terminar embistiendo como un corderito. Y, por consiguiente, dando lugar a dos sensacionales faenas. La primera la contemplamos extasiados por su limpísima redondez y ello a pesar del horrendo y ensuciado quite que había hecho Tomás Dufau que nos hizo temer que podría haberse cargado las muy buenas condiciones del burel – desde luego que habría sido bastante mejor de lo que fue si el espada francés lo hubiera hecho como debió – con el natural aditamento de las majestuosas formas toreras habituales en Manzanares que, magníficamente administradas, desembocaron en sensacionales redondos, estupendos naturales, larguísimos de pecho y adornos marca de la casa sin abusar jamás dado el buen gusto que tiene el joven maestro, hasta matar de una gran estocada en la suerte de recibir que levantó clamores. Fue una pena que el puntillero levantara dos veces al moribundo animal, razón por la que se enfrió algo el entusiasmo a la hora de pedir orejas y, lo que podría haber sido de rabo, quedó en una sola oreja.
Otra más cortó del quinto, bastante peor toro que el anterior por una faena en la que primero resolvió sus muy incómodas embestidas y luego lo toreó a gusto y con regusto aunque a éste no lo mató tan bien como antes sino de un espadazo defectuoso aunque muy eficaz.
No faltaron como siempre que torea Mazanares y hasta cuando está tan bien como ayer, los que entrebarreras, no sé si para incomodarme o sinceramente comentaron que había estado superficial. “¡¡¡¿Su-per-fi-cial?!!!” , respondí yo en el acto. ¿Es estar superficial resolver a la vez de crear tanta belleza?, ¿es superficial torear con tanta majeza y a la vez con tanta templanza?, ¿es superficial torear tan mecido al compás de las embestidas del animal?, ¿es superficial hacerlo todo con dulzura y con grandiosidad?, ¿es superficial matar una vez más y van centenares de veces con una estocada en la suerte de recibir – José María es el que más frecuentemente la viene practicando de toda la historia del toreo –¿, ¿es superficial hacer caso omiso de tantas maldades producto de la envidia a quien, además de ser apolíneo en su aspecto físico, es una gran persona, siempre cariñoso, feliz con una mujer y unos hijos guapísimos y ya más que rico por habérselo ganado con sobradas creces tras haber superado sin quejarse nunca montones de accidentes, enfermedades y graves lesiones? Pues si a pesar de todo esto seguís diciendo que Manzanares es superficial, que se los pasa de lejos y no sé cuantas memeces más, iros todos a hacer gárgaras y, por supuesto, tomar litros de tila porque vais a seguir sufriendo con el Manzana unos cuantos años más. Dicho queda.
Y en cuanto a Tomás Dufau, ya he dicho bastante al principio aunque quepa reseñar que de haber matado pronto y bien al magnífico sexto toro con el que anduvo por bajo de sus maravillosas condiciones, habría sido premiado por sus paisanos.
Esta crónica se la dedico a mi gran amigo Paolo Mosole
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