viernes, 29 de agosto de 2014

Almería: 2ª de la Virgen del Mar. Apabullante e histórico recital de Ponce / por J.A. del Moral




J.A. del Moral
Aunque Manzanares salió a hombros por sumar dos orejas de los dos toros de su lote, la tarde grande la dio Enrique Ponce en una apabullante demostración de maestría y de carísimo toreo. Fue un aquí estoy yo de campeonato. La presidencia le negó compartir la triunfal salida con Manzanares pegando un petardo descomunal al negar la segunda oreja del primer toro al valenciano. Morante tuvo una de sus malas tardes de este año.

Plaza de toros de Almería. Jueves 28 de agosto de 2014. Tarde africana de cocas y fantas con tres cuartos largos de entrada.

Cinco toros con el hierro de Juan Pedro Domecq y uno, segundo, con el de Parladé. Bien presentados y nobles en general con distintos matices. El primero duró mucho y fue estupendo por el derecho sin desmerecer demasiado el izquierdo. Blando por mal lidiado y defendiéndose por lo mismo el segundo. Muy noble pese a rajarse el tercero. Tan noble como rajadísimo el cuarto. Blando y manejable aunque deslucido el también mal lidiado quinto. Muy deslucido el sexto 

Enrique Ponce (amapola y oro): Gran estocada, oreja con fuerte petición de la estúpidamente denegada segunda y dos vueltas al ruedo. Cuatro pinchazos y estocada, aviso y vuelta clamorosa con gritos de torero-torero e interminable ovación desde los medios.
Morante de la Puebla (naranja y oro): pinchazo y estocada, ovación. Dos pinchazos y estocada, palmas de sus incondicionales.
José María Manzanares (carmín y oro): Estocada recibiendo, oreja. Gran estocada, oreja. Salió a hombros.


Cartelazo el de ayer. Los tres espadas saludaron tras el paseíllo como es costumbre en Almería. Saludo realmente sonoro con ese batir de palmas que echan humo y que ayer me hizo recordar otro parecido en la feria de 1996 actuando también Enrique Ponce solo que en aquella ocasión con Joselito y Francisco Rivera Ordóñez en el cartel que hizo furor durante dos años más. El llamado de los tres tenores semejando el memorable concierto que dieron en las maravillosas Arenas de Verona, Luciano Pavarotti, José Carreras y Plácido Domingo, cuya copia en discos compactos vendió millones y millones de ejemplares en todo el mundo. Ponce entonces – también y todavía ahora para pasmo de sus pertinaces y aquellos años furiosos enemigos – era y sigue siendo el Plácido Domingo del toreo. Por cierto, muy amigos ambos al cabo de los años. En aquella corrida en Almería, sucedió que al salir a saludar los tres espadas, Joselito y Rivera Ordóñez pretendieron burlarse de Enrique, pidiéndole entre risas que saliese del burladero por delante. Fuel el año del toro Lironcito de Valdefresno en Las Ventas. Y Ponce, muy serio, espetó a sus colegas: “Dejaros de coñas marineras y a ver si cortáis las mismas orejas que voy a cortar yo”. Cuatro sumó el valenciano y creo que ninguna los que, dos temporadas después, dejaron de “cantar” porque el único de los tres “tenores” que siguió cantando fue el de Chiva. Todavía canta Ponce a pleno pulmón tantos años después, mientras Joselito y Rivera pasaron hace años a la vida civil. Canta como nunca o mejor que nunca Ponce salvo con la espada… ¿Saben ustedes cuantas orejas lleva perdidas Enrique en este mes de agosto por pinchar? Veinte. En vista de lo cual, le voy a sugerir que haga lo siguiente: Que en cada uno de los toros a los que cuaje sus inigualables faenas de muleta sean como sean y, no digamos, a los buenos, siga toreando hasta que suenen los tres avisos…. Sería la solución perfecta. No cortar ninguna oreja tras indultar fácticamente a todos… Se armaría la mundial. Que pruebe a hacerlo solo una vez y ya verá los resultados… Miles de personas querrán ver cómo lo hace. Un castigo con premio gordo de la lotería dentro y otra anécdota para la historia. Ayer tuvo ocasión de hacerlo con su primer toro y le habría dado en la narices al presidente que se negó cerrilmente a darle la segunda oreja pese a ser pedida con clamor.

No se llenó del todo la plaza de Almería como muchos esperaban. Pero la afición de aquí, continúa alegre y con ganas de pasarlo bien. Esta plaza es un antídoto contra las oscas sistemáticas. Seguro que darán a los toreros cariño y amistad. Eterna si estuvieran bien. Vamos a contarlo.


Tras serle entregado a Ponce un recuerdo conmemorativo de sus 25 años de alternativa, salió el primer toro, colorao y de bella estampa. Aunque salió suelto del primer capotazo del maestro y escarbó, luego embistió con celo y con nobleza en un ramillete de verónicas ganando terreno hasta rematar con media. Medido aunque algo trasero el puyazo que el toro tomó con cierta bravura, Ponce dibujó preciosos y despaciosos delantales, media y revolera en el quite. Bien Mariano de la Viña y Emilio Fernández en palos. Escarbó y le dolieron al burel después. Ponce lo brindó al público. Y empezó el concierto sin querer someter del todo al animal por el lado derecho. Acto seguido apareció la suavidad aunque el burel perdió las manos una vez. Solo fue una. Soberanos los redondos siguientes rematados con un eterno cambio de mano. Y el sumun de la lentitud cuando, con la misma mano, se enroscó el toro a la cintura en tres tan cosidos que parecieron uno. Por el lado izquierdo protestó el animal por alto y no todos los naturales resultaron limpios. Pero de nuevo a derechas, volvió a bordar redondos, cambios, de pecho y un prolongado tres en uno. Tres naturales ya perfectos con uno de pecho a pies juntos y esa manera de irse y de venirse hacia el toro en el que el paseo se convierte en danza. Más y más hasta cuajar un circular invertido completo cosido a una dosantina y al de pecho. Pausa para que el toro se repusiera y un festín final con cambios, trincheras y el abaniqueo. Llegada la hora de matar, por fin, al fin, una gran estocada bajando la muleta que llevaba alta hasta las pezuñas del animal que dobló fulminado. El delirio se desató en una petición unánime de dos orejas y mi amigo Benjamín Hernández Montanari se convirtió en Matías González – otro manifiestamente antiponcista – y solo le dio una. Increíble, querido amigo. Te suspendo y lo hago con pena. Enrique dio dos vueltas al ruedo. Mejor que cortar el rabo. Montanari escuchó de todo. Qué ganas más grandes de hacer el más espantoso de los ridículos. ¿Así que esa es la manera de corresponder a la respuesta de Ponce, pocos minutos antes homenajeado por sus 25 años de alternativa..? O te volviste loco o es que eres muy mal aficionado. Sería una desgracia si así te sigues comportando en tu debut presidencial. A la próxima, pediré tu dimisión.



Aunque el negro cuarto salió remiso, pronto obedeció al templado y sedoso capote de Ponce por verónicas, delantales, tres medias y revolera. Impetuoso, derribó al caballo a su jinete, José Palomares. Nada. Tranquilos. Ponce ordenó que nadie importunara lo que llevaba en la cabeza hacer. E hizo su quite citando desde los medios por estupendas verónicas y otras tres medias. Mariano de la Viña se ocupó de la brega como sabe en banderillas. Jocho y Emilio Fernández lo bordaron. Este toro también tuvo marcada querencia a tablas. El toro ya había empezado a cobardear. Y Ponce se fue a donde estaba, sin brindar. Ahormó al toro con doblones extraordinarios sin dejar que el toro se fuera. Pero se fue al dar el segundo redondo y tuvo que recomenzar la faena junto a las tablas cosiendo redondos sensacionales. Volvió a abrirlo a las rayas y de nuevo al animal no le cupo más remedio que obedecer a la portentosa muleta del maestro, una y otra y treinta veces más sin quitarle la muleta de la cara y ganado pasos a cada pase. Realmente magistral. Impresionante. Y el público en pie. Y lo mismo o con mayor merito al natural. Señores, esta es la mejor muleta de la historia del toreo y ayer quedó más patente que nunca en dos faenas diferentes frente a dos toros distintos. Acabó con sus inimitables e inimitadas poncinas y un larguísimo pase pe pecho zurdo. Tuvo que entrar a matar con el toro casi aculado en tablas. Costó algo sacarlo y, tras cuadrarlo con dos perfumadas trincheras, pinchó por estar ya descolgado el animal. Montanari le mandó un recadito y debió alegrarse del segundo pinchazo, del tercero y más del cuarto porque ya no tuvo que caer en un nuevo ridículo. Pero tuvo que escuchar los gritos de torero-torero que le tributaron los espectadores puestos en pie. Y ver como daba una de las vueltas al ruedo más clamorosas que hayamos visto en nuestra vida.


A Morante se le frustraron los lances que dio en el recibo del negro y bien puesto el segundo, el de Parladé, aunque no faltaron esos olés prefabricados y ridículos que suenan toree como toree. Al toro le dieron leña en serio durante un largo puyazo. ¡Cómo no¡ En cuanto no le gusta un toro por poco no lo mata en el caballo. ¡Qué poca vergüenza¡. Lili y Sánchez Araujo parearon con eficacia y hasta con belleza. Bonitamente intencionado el arranque de la faena sin total limpieza. Ese temple, Morante, ese temple… Se arrebujó después con sus arrebujados redondos. Muy bueno el toro pese al duro castigo. Bravo. Y más con la derecha mal rematados. Y lo mismo los naturales fatalmente rematados. A los morantóxicos les dio igual. Le jalearon todo. Hasta un circular agarrado a los lomos del animal. Y estatutarios como dijo antier un paisano. Casi todos enganchados. Tardó en cuadrar el animal. Y oh, decepción, qué pena. Pinchazo ¡aplaudido¡ y estocada trasera celebradísima. Solo hubiera faltado que le hubieran dado una oreja. Perdió la que seguro le habría regalado Montanari que hubiera sido vergonzosa comparada con la de Ponce.



No pudo cuajar ninguna de sus ansiadas verónicas en el recibo y solo dos y media en el quite del quinto, tan duramente castigado en el puyazo como el anterior. No obstante, el animal pareció irse arriba en banderillas. Se equivocó Morante empezando la faena agarrado a las tablas porque los toros suelen estrellarse contra ellas. Menos mal que se lo llevó pronto a los medios. Pero el toro empezó a escarbar. Pegó allí varios pases más pintureros que otra cosa y continuó con la derecha ya de uno en uno por tardear el animal. Y uno de pecho teniendo que echar la muleta para detrás porque no pasó. Y de uno en uno naturales con más cites que toreo y sin temple ni poder evitar que el toro doblara los tobillos. Inconforme, y hasta desesperado, cortó el trasteo entre algunos pitos y volvió a intentarlo con la izquierda. Fue inútil y, además, pinchó.


Al colorao tercero le pegó Manzanares muy buenas verónicas por el lado izquierdo y dos medias de pura fantasía. ¿Otro buen toro? Solito se fue al caballo para recibir un buen puyazo de Chocolate. Manzanares renunció al quite viendo que el toro amenazó con rajarse. Persiguió a Rafael Rosa – muy bien en sus dos pares – mientras Curro Javier se aplicaba a sujetar al ya rejado animal. Tanto, que resultó arrollado sin consecuencias por fortuna. Manzanares se fue a buscar al toro a las tablas de sol, se lo llevó a los medios y el animal volvió a tablas. Ya sobre las rayas, logró sacarlo a los medios. Y en el mismo platillo se meció cimbreando la cintura con esos redondos catedralicios que prodiga. Pausa. Tranquilidad. Sosiego. Y otra ronda parecida a la anterior cosida a un circular invertido. El toro, pese a estar rajado, se había enamorado de la muleta de José María y éste se lo agradeció por naturales de amplio y largo trazo. No se movió el toro del sitio por seguir enamorado y acrecentó su amor manzanarista repitiendo en otro ramillete por redondos. Hasta que, el propio Manzanares le acompañó por trincheras al refugio que había elegido al comienzo de la obra. Citó para recibir tres veces sin respuesta y a la cuarta enterró el acero. Esta vez no hubo polémicas. Oreja merecidísima. Una valiosa oreja porque, aparte los amores descritos, Manzanares fue el que impidió que el animal se fuera a tablas que es lo que siempre quiso hacer.


El sexto salió corretón y echando las manos por delante. Pese a ello, Manzanares se lució con el capote y, como suele, se esmeró en la lidia, siempre a favor del toro. Gran puyazo de José Antonio Barroso. Blando de remos pero bravo, se fue solo al caballo sin que Barroso le picara. Bien. Como Luís Blázquez y Emilio Fernández en palos. Manzanares fue “haciendo” al toro con cuidado pero sufrió una colada tremenda por el lado derecho. Siguió por el mismo pitón. Mejor el torero que el toro. Al natural, tampoco tuvo clase el burel. Pero los dio buenos y largos. No el de pecho al salir el animal por el peor lado. Vuelto a derechas y empeñado en ello, alguno que otro salió de los suyos. Debió matar ya. Pero siguió al natural sin que el toro pasara bien nunca. Muy por encima del toro anduvo Manzanares otra vez con la derecha. Y con la espada, como casi siempre, mató de maravilla a volapié. Lo que dije de Ponce con la muleta lo digo de Manzanares con la espada. Sin igual por los siglos de los siglos. Solo la estoca a valió una oreja. Montanari no fue capaz de negarla o quizá la dio para jorobar a Ponce…

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