Toros, caballos, hombres… (y negocios)
Álvaro Rodríguez del Moral
¿La cosa se está animando?
Los datos están sacados del interesante blog La Economía del Toro. Si sumamos los 100.000 espectadores registrados en las plazas de toros el taurinísimo 15 de agosto, los 100.000 del día 16 y los 75.000 del día 17, completamos un puente de la Virgen que ha logrado congregar a más de 275.000 personas en las plazas españolas y francesas. Las cifras se pueden elevar considerablemente si computamos los miles de asistentes en Portugal y Latinoamérica. La conclusión es que hay ganas de ver toros. Además, el puente de agosto ha arrojado argumentos felices, triunfos resonantes y ha animado un cotarro que permanecia excesivamente eclipsado por el ruido de la cacharrería de la trastienda. Hay otro dato que merecerá un análisis más detenido. Es el auge, éxito y poder de convocatoria de no pocos festejos menores que garantizan dos constantes: se puede mirar al futuro con cierto optimismo y el personal tiene ganas de ir a la plaza con parienta y parentela, pero sin dejarse su hacienda en la taquilla.
El embargo del mercado natural.
Desgraciadamente no nos podemos poner tan estupendos. Mientras arrecia el acoso antitaurino -el cierre de la Santamaría de Bogotá es un golpe duro, durísimo, para el toreo- el negocio parece empeñado en devorarse a sí mismo. El desarrollo de la campaña y la sucesión de carteles de todo a cien – y vendidos a mil- sólo pueden dar pie a la denuncia: el mercado sigue secuestrado por comisionistas y apoderados de serie B que prefieren repetir hasta la saciedad esos nombres que usted conoce tan bien mientras se cierra el paso a un relevo natural que está quemando los mejores años de su vida. Los grandes toreros y los apoderados más poderosos se buscaban mutuamente no hace tanto. Ahora se conserva en formol -o criogenizados, vaya usted a saber- a esa baraja de correferias que están tapando la salida a los que deberían animar al cotarro. A los toreros hay que probarlos y si no sirven, a su casa. Así fue siempre. Echen una mirada detenida al escalafón si quieren pasmarse. Nos dolemos de la falta de relevo, del necesario lanzamiento de nuevas figuras pero en las circunstancias actuales es prácticamente imposible. Hay toreros que siguen sumando trienios y más trienios sin aportar argumentos concluyentes que avalen su presencia en el circuito de la temporada. La pregunta es ¿hasta cuando? Esa falta de selección natural está haciendo el mismo daño que la monserga abolicionista y el reduccionismo de la crisis económica. Hay un caso paradigmático y reciente: Pepe Moral se llevó sentado en su casa un largo lustro mientras todo el toreo conocía de sobra la buena madera de la que estaba hecho. Afortunadamente quedan hombres como Manolo Cortés, Pigmalión secreto de la resurrección taurina de su torero, que ha sabido permanecer inasequible al desaliento. Pero el movimiento se demuestra andando y al gran diestro de Los Palacios sólo necesitaba que le dejaran dar la primera pedalada. Las siguientes -en Pamplona y Madrid- no ha sido ninguna casualidad. Lo del día de la Paloma confirma esas certezas. Adelante.
Broncas de rienda y espuelas.
“La compentecia de Ventura y Cartagena fue barriobajera”. Ésa fue la denuncia televisiva de Pablo Hermoso de Mendoza, aludiendo a ciertas maniobras antiguas de los entrebastidores de la especialidad ecuestre en las que no podemos entrar ni salir porque las desconocemos. El caso es que si el navarro quería poner las cosas en su sitio -si es que había que ponerlas- tenía que haberlo hecho en el ruedo. Más allá del bien y del mal ha preferido usar y abusar de esos mano a mano con figuras de a pie o ser cabeza de cartel de no pocas corridas mixtas que no tienen el más mínimo interés taurino. Aunque ahí tiene que compartir la culpa con los de luces. En los vericuetos internos de las desavenencias entre Pablo, Diego y Andy hay algunos agujeros negros. La verdad sólo la conocen ellos pero tampoco podemos olvidar que el navarro lleva varios años eludiendo el enfrentamiento con su más directo rival, que no es otro que el propio Diego Ventura. Hermoso de Mendoza puede ser considerado el rejoneador más grande de todos los tiempos con todos los merecimientos pero no ha sido capaz de alentar y alumbrar una excelente generación de jinetes jóvenes que habría marcado una nueva edad de oro del rejoneo. Al hilo de este exceso de locuacidad, no es de extrañar que el joven Leonardo Hernández -uno de los grandes perjudicados de la falta de generosidad profesional del gran centauro de Estella- haya retado al maestro a verse las caras en la Feria de Otoño de Madrid con la ganadería o el encaste que prefiera. El propio Ventura -que siempre le ha sacado de sus casillas- lleva años pidiendo un definitivo mano a mano en un escenario de campanillas que se están perdiendo los aficionados al toreo a caballo. Nos vamos, pero no podemos terminar este Observatorio semanal sin enviar el abrazo de toda la familia taurina de Sevilla a Pepe Luis Vargas. La misma casta que presidió su carrera le servirá para lidiar el toro más duro de su vida. Mucha suerte, amigo.
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