jueves, 30 de octubre de 2014

ZARAGOZA: EL LARGO INVIERNO QUE NOS ESPERA / por BENJAMÍN BENTURA REMACHA



"...Zaragoza, después de más de treinta años de recuperación y mejora de sus instalaciones, es en estos momentos un templo capaz de albergar toda una serie de ceremonias, espectáculos y manifestaciones de lo más variadas e interesantes y cuenta, además, con una larga y curiosa historia que contar. Dos siglos y medio..."


CURIOSIDADES ZARAGOZANAS (VI)
EL LARGO INVIERNO QUE NOS ESPERA
  • El otro día en Madrid, me encontré con Gonzalo Sánchez Conde, más conocido por “Gonzalito”, por ser el mozo de espadas de Curro Romero, los polvorones de Estepa, los jamones o el lomo onubenses, los fandangos de Huelva o por los muchos toreros que salieron de sus manos, Víctor Méndez, Rafael Ponzo, de Maracay, Carlos Osorio “Rayito de Venezuela” recientemente fallecido, Manuel Cid, el de Salteras y, últimamente, su proyecto más ilusionante, José Ruiz Muñoz, de Chiclana


BENJAMÍN BENTURA REMACHA
Primero una confesión de parte: me equivoqué, no se cortaron 20 orejas en la Feria del Pilar pasada, fueron 21. Se me borró de la memoria una que el novillero Borja Jiménez le arrancó al primer novillo de Jandilla lidiado el día 6 de octubre. Buena cosecha: 21 orejas un rabo, cinco salidas a hombros y dos abortadas por las arbitrales y arbitrarias decisiones presidenciales, las de Ginés Marín y la de Daniel Luque. También hay que pedir con urgencia que el Reglamento Taurino sea de ámbito nacional y no peculiar y al gusto de los Reinos de Taifas en el que se han convertido las distintas administraciones autonómicas. Y el toro, como símbolo y emblema de cada una de ellas. Hemos superado una gran prueba porque Zaragoza estaba al borde del colapso taurino y ahora que tenemos la plaza más bella y cómoda de todas las plazas de España debemos aprovecharla a pleno rendimiento. Algunos de los de “los toros con sol y moscas” se echarán las manos a la cabeza y opinarán que proyectar cine, hacer teatro o exposiciones, celebrar bailes, bodas o despedidas de solteros en el ruedo de don Ramón Pignatelli son actos sacrílegos cuando la plaza de toros es un gran edificio en una zona céntrica de la ciudad y tiene que explotarse a todo lo largo del año.

Otro asunto es el del arrendamiento. Las plazas españolas que funcionan a tope en el sentido taurino de su aprovechamiento son las que mantienen una continuidad en su dirección empresarial, la de Sevilla con casi un siglo en las manos de la familia del catalán Pagés, la de Madrid, tras la amplísima etapa de los Jardón con su escudero don Livinio de cabeza visible, la esporádica presencia de “Napoleoncito Berrocal” y alguna otra aportación simplemente testimonial, los últimos treinta años se han cubierto con tres empresarios con solera y prestigio, Manolo Chopera, los Lozano y José Antonio Chopera, de los “juniors”, Pamplona y su Casa de Misericordia y El Potra, Bilbao y la otra Casa de Misericordia, el del pelo blanco sobre la frente y “Manolo el Grande” y sus hijos Pablo y Oscar, Santander con su ayuntamiento, Barcelona y don Pedro hasta que don Pedrito lo puso todo en manos de los mercaderes y el precioso templo bizantino se hizo mahometano, los relevos en la de Salamanca y la de Gijón con Carlos Zúñiga. Recuerdo la de Tarragona con Moya y las de la Costa Brava con Zulueta y la continuidad de los Lozano en Pontevedra. El resto, un carrusel verbenero. Cuatro años de la explotación de una plaza no son suficientes para la consolidación de la gestión de una plaza de toros y es muy amplia la lista de cosos taurinos que no se definen empresarialmente: Valencia, Málaga, Córdoba, Alicante o Zaragoza. Pasaron al olvido unas cuantas que tuvieron cierto relieve torero, alguna de primera y otras muchas de menor categoría. Este año se ha dado el caso en Tarazona de Aragón que, teniendo dos plazas de toros, una octogonal y conformada por viviendas de vecinos y otra de propiedad privada, se dieron los festejos de las fiestas de San Atilano en una portátil. Hay otro municipio en Aragón, Tauste, que cuenta con plaza de obra y el ayuntamiento monta una de tubos. Un par de ejemplos. 

Zaragoza, después de más de treinta años de recuperación y mejora de sus instalaciones, es en estos momentos un templo capaz de albergar toda una serie de ceremonias, espectáculos y manifestaciones de lo más variadas e interesantes y cuenta, además, con una larga y curiosa historia que contar. Dos siglos y medio. El tema está en acertar con sus contenidos y expresiones. Creo que Sevilla y Madrid abren sus puertas a diversas actividades y hasta me parece que puede accederse a sus bares o restaurantes. Lo mismo se podía hacer en Zaragoza.

Hace unos días ha cerrado sus puertas el mesón “Campo del Toro”. Las abrió el 31 de mayo de 1985, cuando Fernando Moreno, novillero, banderillero y picador, natural del barrio zaragozano de Montañana y que había regentado la cercana taberna “La Taurina”, y Jacinto Ramos, inmigrante de la provincia de Córdoba, novillero y emigrante al otro lado del Atlántico con experiencia en hostelería en la jungla “neyorkina”, se juntaron y transformaron lo que era una importante imprenta en el lugar de encuentro del taurinismo zaragozano. En 1991, Fernando Moreno se separó del negocio y lo continuó Jacinto con la ayuda de su esposa Aurora y la llegada de su hija Cristina, estudiante de Hostelería y casada luego con el cocinero tudelano Dani Cascán. Sus paredes eran soporte de un muestrario de arte taurino, Ruizanglada, Ruiz Cortés, Falcó, García Campos, Mira, Morellón, vitrinas con los vestidos de El Tato, Raúl Aranda y Jesús Millán, el primer capote de paseo de Paco Camino, una preciosa colección de benditeras, interesantes documentos gráficos y espectaculares cabezas de toros. Hubiera cumplido treinta años allá por el día de San Fernando del próximo año de 2015. Algo se fue irremediablemente cuando Fernando Moreno falleció en un accidente de carretera junto a su esposa Inmaculada y cuando Jacinto Ramos murió de un tumor cerebral hace una década. No sé lo que ha ocurrido, pero el mundo del toro ha abandonado sus tradicionales lugares de reunión. 

El otro día en Madrid, me encontré con Gonzalo Sánchez Conde, más conocido por “Gonzalito”, por ser el mozo de espadas de Curro Romero, los polvorones de Estepa, los jamones o el lomo onubenses, los fandangos de Huelva o por los muchos toreros que salieron de sus manos, Víctor Méndez, Rafael Ponzo, de Maracay, Carlos Osorio “Rayito de Venezuela” recientemente fallecido, Manuel Cid, el de Salteras y, últimamente, su proyecto más ilusionante, José Ruiz Muñoz, de Chiclana y, pese a los apellidos, sobrino nieto del “Faraón de Camas”. Nos citamos en la Plaza de Santa Ana. ¿Dónde están los taurinos, Gonzalo? “Ni uno ni medio. Y se ha muerto “Varguitas”, el íntimo amigo de Manolo Chopera que seguía viniendo por “Viña P”, en “La Alemana” no queda ni rastro de don Ramón “El Chino”, el que ponía el puchero para los Dominguines, en el hotel “Victoria” no se viste ni un torero y sólo me encuentro en alguna ocasión con “Pechoduro”, don Benjamín”. “Pechoduro” es Victoriano Barroso, novillero en sus tiempos jóvenes y banderillero después. ¿Dónde van los taurinos de hoy?

No me puedo morir. El comandante en jefe de la grey informadora, al hablar del indultado novillo de “Los Maños” en la Feria del Pilar, escribe esto en “Aplausos”:”…Los Maños, gente buena de Aragón que crían Santa Coloma cerca de donde hizo historia el toro navarro”. Falso de toda falsedad. La finca de los Marcuello está en el término de Luesia, en las Altas Cinco Villas de Aragón, al pie de la Sierra de Santo Domingo y a 30 kilómetros de Ejea de los Caballeros, de donde en el siglo XVIII procedían los toros que se lidiaban entonces en Madrid, Zaragoza y Pamplona. Llevo años predicando en el desierto, proclamando la verdad de la casta brava aragonesa y la nación de Antonio Ebassun “Martincho” y, por lo visto, tengo que seguir en la trinchera. Se hará lo que se pueda, Señor.            


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