Lo triste es que frente a ellos, que siempre se reafirman en ser ellos, nosotros siempre renunciamos a ser nosotros. Cuando somos nosotros quienes tenemos mil razones –en la libertad, el bienestar, la compasión y el progreso– para ser lo que hemos sido. Mientras ellos tienen un millón de razones, terribles y sangrientas, para cambiar.
Criticar al Real Madrid en las redes sociales es casi como meterse con Alá en algún barrio paquistaní
ABC / Sevilla
LA noticia ha molestado a muchos incondicionales. No el hecho en sí, eso no, sino la noticia del mismo. Criticar al Real Madrid en las redes sociales es casi como meterse con Alá en algún barrio paquistaní. Y tachar al Real Madrid de traidor a sus tradiciones o cobarde y avergonzado de sus orígenes es algo que no debe recomendarse a nadie. Pero hay quien lo ha pensado al saberse que el escudo del Real Madrid ha sido mutilado con consentimiento de su dirección. Y lo ha sido para amputarle la cruz en lo alto de la corona real del equipo. Ayer era noticia en todo el mundo.
Aunque no sea una novedad porque ya hubo denuncias de que al escudo «se le caía la cruz» cuando había que tratar con socios musulmanes. Con las millonadas que fluyen y la falta de respeto a la cruz ya habitual en los países occidentales, poco altera que la crucecita desapareciera. La máquina de hacer dinero de Florentino Pérez decidiría que aquí a nadie le importa. Y como aquellos ricos son tan primitivos, dirían, todos y cada uno se habrían de sentir ofendidos porque su club favorito lleve el símbolo de las cruzadas. Y si aquí hay que ofender a alguien, siempre a los nuestros. Es el problema de la convivencia entre culturas, que llaman. Y que siempre se resuelve de la misma forma: en que cede la misma, la nuestra. Si se cede incluso cuando se corre con todos los gastos, como pasa con la imparable implantación de códigos de conducta y de leyes islamistas en los barrios europeos con los musulmanes pobres. ¿Cómo no se va a ceder cuando se trata de cobrar esos suculentísimos contratos con los musulmanes ricos?
En su insaciable carrera por ampliar el negocio, todos los grandes clubs de fútbol buscan ingresos en sitios antes inverosímiles. En los países más densamente poblados de compradores de camisetas y en los de mayor riqueza por metro cuadrado. Los dos clubs españoles, el Real Madrid y el Barcelona, son los más famosos y deseados. Ambos patrocinados desde allí. El Golfo son palabras mayores. Si Qatar hace millonarios a todos aquellos a los que convence a billetazos de que hay que jugar un Campeonato del Mundo de fútbol a 50 grados en el desierto, otros se gastan sus petrodólares en caprichos igual de osados.
En ese ambientazo tan deportivo, con los derechos, los colores y el escudo se pueden hacer milagros. Por eso ahora el acuerdo para que el escudo del Real Madrid aparezca en las tarjetas de crédito del Banco Nacional de AbuDhabi es un auténtico puntazo, si no para la gloria del equipo, sí para sus arcas. Y en ella ya aparece el escudo definitivamente amputado de su cruz. No sé si el Barcelona ha hecho desaparecer también la Cruz de San Jordi en su publicidad y apariciones por la región. Supongo que sí. Al final lo harán ambos definitivamente. Es ridículo tener en escudo o logotipo una cruz de quita y pon. Qatar se ha convertido en el líder de unos países que cumplen lo que parece una orden de Saladino. Demostrar que la civilización cristiana es débil, corrupta, cobarde e inmoral. A golpe de talonario. O tarjeta. No hay nada malo en que Florentino haga negocios escondiendo una cruz. Lo triste es que frente a ellos, que siempre se reafirman en ser ellos, nosotros siempre renunciamos a ser nosotros. Cuando somos nosotros quienes tenemos mil razones –en la libertad, el bienestar, la compasión y el progreso– para ser lo que hemos sido. Mientras ellos tienen un millón de razones, terribles y sangrientas, para cambiar.
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