"...No he visto la lápida que van a poner el lunes en Madrid. No sé si las lápidas pueden llevar subtítulos. Pero me gustaría que esta dijera: «Calle de Ángel Sanz Briz y de los héroes de la legación de España en Budapest». Todos héroes. Solo uno español. Al servicio de Franco, y franquistas..."
ARCADI ESPADA
Diario El Mundo
Al fin y al cabo esa duquesa fue una antepasada de nuestro «Cassio», Casimiro Florencio Granzow y de la Cerda, el duque de Parcent, que en la Varsovia ocupada por los nazis y como cónsul honorario de España logró salvar a varios judíos a fuerza de champagne y dinero frescos.
Yo me alegro mucho de esta calle. Cualquier biógrafo siente como propios los éxitos, aun póstumos, de su biografiado. Me alegro por su familia, que trató con ahínco de que esa calle existiera. Y me alegro sobre todo por Jaime Vándor, que acaba de morir, y uno de los protegidos, cuando niño, por Sanz Briz y la legación de España en Budapest. Hace tres años Vándor hizo los primeros trámites para la concesión del honor y redactó un papel que guardo. Un papel bienintencionado, como lo fue él mismo durante toda su vida, pero afectado del error que padecen las gentes de izquierdas. Las gentes de izquierdas, incluida la familia Sanz Briz, porque a veces ser de izquierdas, más que el resultado de las ideas, es el resultado de la posición. Decía Jaime Vándor en el pliego de méritos por el que solicitaba calle o plaza a Sanz Briz:
«Don Ángel Sanz Briz (Zaragoza, 1910-Roma, 1980), en su calidad de Encargado de Negocios de la Legación de España en Budapest, en 1944 la máxima autoridad de dicha Legación, salvó a miles judíos de la deportación y probable exterminio posterior por el régimen nacionalsocialista y sus aliados, sin ninguna autorización del Gobierno cuyo representante era, y por tanto poniendo en peligro la continuidad de su carrera diplomática».
Como bien sabes Vándor estaba equivocado por completo y siguió tenazmente equivocado hasta el final de sus días, por más que hubiese atendido con gran cordialidad y paciencia a mis pruebas y argumentos, luego descritos en ese libro capital llamado En nombre de Franco. El diplomático Sanz Briz salvó a unos tres mil judíos con la autorización del general Franco, y más concretamente, la de dos de sus ministros de Exteriores, el conde de Jordana y José Félix de Lequerica. Y, en consecuencia, jamás puso en peligro por ello su carrera diplomática. Eso no quiere decir que no cumpliera su misión con eficacia y pasión humanitaria y que cumplirla en aquel Budapest no fuera el encargo del héroe. Pero no desobedeció a su gobierno. Es más: puede decirse que Sanz Briz no empezó a desarrollar su operación humanitaria hasta que no recibió el encargo de su gobierno como lo demuestran nítidamente los despachos intercambiados con sus ministros.
Si Madrid quiere honrar al Sanz Briz desobediente puede hacerlo. Pero entonces no habrá de situar su acción humanitaria en la estación de Budapest. Habrá de situarla en la estación madrileña del Mediodía. Allí, en el verano de 1936, sí que cuadran perfectamente desobediencia, y hasta deslealtad, con humanitarismo. Pues, en efecto, como diplomático recién estrenado y miembro de la quintacolumna franquista junto a Agustín de Foxá o Ramón Saénz de Heredia, entre otros, ayudó a escapar a muchos significados derechistas que trataban de huir del Madrid rojo. Ya comprendo que por eso no se dedican lápidas a los hombres en este Madrid. Pero las vidas es lo que tienen: se salen de la lápida.
El día 1 Sanz Briz tendrá calle en Madrid. Es una fecha candente. Hace 70 años los tanques soviéticos estaban a punto de entrar en Budapest y a la precaria vida del diplomático se añadía un nuevo riesgo. Previa autorización de su gobierno, salió de la ciudad en dirección a Suiza. Hummm... Dudo ahora si adelantarte algo. Pero tú te lo mereces. Como sabes un libro no se acaba nunca, salvo los secundarios, novelas y tal. En enero sale la edición italiana, con traducción de Luca Costantini, de En nombre de Franco. Se va a llamar L'Autentica Impostura. Y lleva este subtítulo: Giorgio Perlasca e gli eroi dell'ambasciata di Spagna nella Budapest occupata. Sergio Campos y yo hemos seguido investigando sus costuras. Hasta tal punto que comprobamos con divertida tristeza cómo la edición canónica de este libro va a estar escrita en italiano. Hay muchas novedades. Hay la emergencia de un nuevo gran héroe, por el que apenas pasamos una línea desatenta: Laszlo Szamosi, tal vez la mayor víctima de la impostura de Giorgio Perlasca. Y hay nuevos e importantes datos sobre esa dama cuya cercanía a Sanz Briz tanto inquietó a los gazmoños responsables del Centro Sefarad y por la que tú tanto preguntaste: la baronesa Podmaniczky. Sí, querido amigo, la madrugada del 7 de diciembre el diplomático y la baronesa salieron juntos de Budapest. Él mismo conducía el coche. No debo darte más detalles. Solo decirte, sin embargo, que esta compañía sí pudo costarle la carrera diplomática.
No he visto la lápida que van a poner el lunes en Madrid. No sé si las lápidas pueden llevar subtítulos. Pero me gustaría que esta dijera: «Calle de Ángel Sanz Briz y de los héroes de la legación de España en Budapest». Todos héroes. Solo uno español. Al servicio de Franco, y franquistas.
Sigue con salud
Recuerdo aquella calle que juntos recorrimos tomados de la mano, mientras la lluvia cubría nuestros cuerpos. Recuerdo aquel café donde cada tarde nos encontrábamos y jugábamos al amor. Recuerdo aquel árbol donde tu nombre y el mío se inmortalizaron en un mismo corazón. Aún recuerdo el primer beso que tus labios tatuaron en los míos, mientras mis ojos mirabas diciéndome te amo amor mío. También recuerdo la noche que juramos amarnos a través del tiempo, y hoy más que nunca ese es mi deseo. Recuerdo la canción que dulcemente describía lo que tú por mí sentías, recuerdo que al oírla yo de amor me derretía. Recuerdo aquel amanecer en el que desperté abrazada a tu cuerpo, sintiendo tu fresco aliento en mi cuello. Recuerdo el nacimiento de nuestros hijos y mientras mi cuerpo moría de dolor, mi mente sólo pensaba que eran el fruto de nuestro amor. Y por todos esos recuerdos es que le pido a Dios del cielo, que nuestro amor no muera con el paso del tiempo, que la llama siga viva y que mi memoria siga almacenando miles de hermosos recuerdos y que dentro de 10, 15, 20 o 30 años más pueda decir que aún te sigo amando con la misma fuerza que recuerdo aquellos años.
ResponderEliminarPoema de una calle
Amo esta calle, y amo sus tristes casas
En las que se entristecen cumpleaños y bodas,
Porque esta calle triste se alegra cuando pasas
Tú, mujer preferida entre todas.
Amo esta calle acaso porque en ella subsiste
No sé qué somnolencia de arrabal provinciano.
Pero a veces la odio, porque aunque siempre es triste
Me parece más triste cuando te espero en vano.
Y yo bien sé que esta calle nunca podrá ser bella
Con sus fachadas sucias y sus portales viejos.
Pero sé que es distinta cuando pasas por ella
Y te miro pasar desde lejos.
Por eso amo esta calle de soledad y hastío
Que ensancha sus aceras para alejar las casas.
Mientras te espera en vano mi corazón vacío,
¡Que es una calle triste por donde nunca pasas!
El siguiente comentario es del periodista, escritor y profesor en la Facultad de Ciencias de la Comunicación Carlos Pérez Ariza.
ResponderEliminarLa calle se ha vuelto ancha y ajena. Pero no solamente para los periodistas, los políticos en ejercicio también han olvidado con demasiada facilidad que por la calle suele resonar la voz del pueblo. En la puta calle dicen que la gente se preocupa, y mucho, por el paro y la corrupción, que escala cada mañana un titular de escándalo.
La única forma de conocer la calle es patearla. Desconocer el terreno a pie es perderse en conjeturas teóricas, que hacen aplicar programas que poco o nada tienen que ver con la verdadera realidad.
El taimado presidente, Rajoy ha caído en cuenta, y avizorando el horizonte electoral, donde la tormenta se cierne, ha reclamado a los suyos, más acostumbrados a pisar mullidas alfombras que el duro asfalto, a que se tiren a la calle. A esa puta calle, que tanto reclama a los cargos públicos los de aquí y los de allí. Puede ser que dar esa espalda a la calle, la de enfrente, la del al lado, la de más allá sea porque sus señorías se tienen que manchar mucho los zapatos, se les puede encallecer las manos de tantos apretones o que algún airado vecino les escupa en la cara. Y eso es duro. Divorciados de la realidad verdadera, estos políticos no arriesgan nada, prefieren el seguro refugio de sus sillones donde creen conocer lo que no conocen realmente. Ahora el jefe supremo de los peperos les ha llamado al orden, y ése está en la calle.
Ante el panorama galopante de la corrupción pública (800 ayuntamientos, el 10%, están incursos en casos judiciales, la financiación de los partidos en los tribunales, cursos fallidos, ERE fraudulentos, etc.); la crisis cabalga sobre una economía sumergida del 18 por ciento del PIB, su quinta parte o sobre las espaldas de cinco millones de desempleados. Y sobre la debacle electoral, que puede ser un tsunami devastador para el PP, Rajoy clama por la calle. Está por ver si esa calle escuchará ahora sus cantos de sirenas, porque, según dicen las encuestas y sondeos, debidamente cocinados, la calle está oyendo otros cantos de otros sirenos. Y hay muchos, demasiados sospechosos, inocentes hasta que les prueben lo contrario, que se saben culpables. La corrupción parece estar enquistada en los resquicios mismos de un sistema, que parecía la panacea tras tres décadas largas de dictadura, y en vez de una solución admirable se ha convertido en la tormenta perfecta.
Tomar la calle hoy suena a una urgencia, a una llamada desesperada de última hora. Parece ya muy tarde. Las calles están cerradas a escuchar y tienen una sola arma para responder: el voto. Tal vez por esas urnas locales que vienen en mayo/2015 o por las generales a un año vista, es que se acuerda Rajoy y su partido que se han alejado demasiado de la calle. Toca recuperar ese territorio estratégico, que unos recién llegados han tomado sin siquiera pisarlo, sólo desde los púlpitos mediáticos, desde las modestas aulas universitarias, con asambleas de cuatro o cinco vecinos reunidos en un banco de un parque o en Facultades de Económicas, con cinco eurodiputados de nada, pero ofreciendo el cielo por asalto.
En el otro lado de la calle el PSOE mira perplejo. Los nuevos jóvenes dirigentes Sánchez/Díaz intentan recomponer el paño rasgado del socialismo español, buscando entre las costuras los hilos de la socialdemocracia, que le quieren arrebatar unos recién llegados, que ya han hecho suyo los restos del comunismo español que aún se cobija bajo el paraguas de IU. El plano político tradicional de esta democracia sangrante está en busca de la calle perdida. Si no la encuentran, y parece que el mapa está extraviado, el cielo de la libertad les va a caer encima de sus cabezas.
Florencio De Las Heras
P.D. Estas son las calles sin lápida por donde deambula muchos héroes sin nombre que han hecho de ella su propia casa, donde pasan el verano y el crudo invierno.