Manzanares, entre la forma y el fondo
Su ausencia voluntaria de la plaza de Sevilla -que lamentó en su fuero interno- pesó como una losa en el ánimo del matador que vivió su temporada más discutida sin dejar de puntuar en la estadística
No ha sido un año fácil para Manzanares; ni muchísimo menos. ¿Lo ha sido alguno? Dos acontecimientos de distinto calado pivotan la génesis y el ocaso de una temporada que el diestro alicantino logró sostener con enorme sentido de la profesionalidad. Los más escépticos podrían repasar una apabullante regularidad triunfal que sorprende al comparar las estadísticas de sus actuaciones, el eco de su toreo y la ferocidad de las críticas más despiadadas. Pero, más allá de el sentido del deber y la profesionalidad -apoyados en sus crecientes y sofisticados resortes técnicos- se pudo ver que la forma y el fondo del Manzana no siempre fueron unidos delante de la cara de los toros.
Algunas veces se pudo ver a un torero que mantenía la compostura y la incomparable carrocería de su puesta en escena más genuina. Pero esa brillante fachada con la que se ponía delante de los animales adolecía en muchas ocasiones de falta de alma; de auténtico pulso interior. En otras ocasiones también hizo uso de una aliviada geometría de los terrenos que hacía frotarse las manos de sus detractores. A los que han visto al gran Manzanares de otras tardes y otros años no les tenían que contar nada para saber que el techo del alicantino estaba mucho, muchísimo más alto: en valor, expresión y ambición. Ya lo había mostrado de sobra volando por encima de todo el toreo en aquella tarde gloriosa de Sevilla, en el San Miguel de 2012. ¿Qué pasó después? Manzanares tampoco lo había tenido fácil en la campaña 2013 que sí había concluido volviendo por sus mejores fueros en el faenón de Nimes. Quedaban muy poco tiempo para que aquel famoso almuerzo otoñal de Canorea y Valencia con la prensa de Sevilla abriera la caja de los truenos para verse envuelto en una guerra, la del G-5, que posiblemente no era la suya.
En esa tesitura, la presente temporada comenzó haciendo de tripas corazón. Manzanares cumplió puntualmente el pacto sellado con sus compañeros de alzamiento a pesar de que el empeño no tenía nada que ver con él. La conjura de otoño incluía no torear en Sevilla bajo la contratación de los Pagés y el resto de la historia -incluyendo sus nefastas consecuencias para el desarrollo de la Feria de Sevilla- es más que sabido. El diestro alicantino se unió a El Juli y Perera en la emisión del correspondiente comunicado que fue fiel reflejo del carácter naturalmente conciliador del alicantino. Josemari quiso dejar a todo el mundo contento pero se enredó solo reconociendo que él nunca había recibido un trato inadecuado por parte de los responsables de la empresa de Sevilla. ¿Se había equivocado el alicantino? El primero en saberlo era él mismo. El diestro acusó la ausencia de la plaza que más y mejor le ha visto triunfar y guardó una especie de luto taurino renunciando a torear en el Domingo de Resurrección alternativo de Málaga. Tampoco quiso partipar en la excursión a Aguascalientes que se recetó el resto de la tropa rebelde. Lo pasó mal esos días y lo arrastraría el resto del año. Pero había que seguir.
El diestro alicantino había comenzado la campaña en Olivenza y el repaso estadístico alumbra muchas sorpresas: hubo tardes de tres orejas en Castellón, Valladolid, en el mano a mano de Jerez, en Granada, Nimes o Algeciras. En Roquetas de Mar cortó cuatro y siguió cosechando tres trofeos en El Puerto y Dax para volver a subir a cuatro orejas en la gran tarde de Sanlúcar de Barrameda. La lista de dos orejas cortadas en un mismo festejo se hace mucho más larga y no sale de la rueda del primer circuito: Ahí están los dobles trofeos lucrados en Valencia, Alicante, Mont de Marsan, Huesca, Beziers, Gijón, Cuenca, Almería, Valladolid, Murcia y Nimes.
Resumiendo: Manzanares ha sido el torero que más toros ha desorejado por partida doble en las plazas de primera. También ocupa la primera posición al contabilizar los trofeos sumados en cosos de primera y segunda. Para redondear este cuadro estadístico se puede recordar que ha cortado al menos una oreja en 7 de las 9 corridas contratadas en plazas de primera categoría. ¿Qué pasa aquí entonces? Es verdad que el alicantino no ha encontrado la felicidad interior en la cara de los toros que alcanzó otros años. Eso se ve y se nota aunque se envuelva en corrección académica y en la responsabilidad profesional que le ha permitido navegar a toda vela en la estadística. Pero también es verdad que Manzanares se ha encontrado con una de las campañas a la contra -alentada desde todo tipo de tribunas y no pocas chimeneas- que buscaba el desgaste de su apoderado, Toño Matilla, a través de su torero. Cuando se juntaron las dos circunstancias anteriores se formó la marimorena. Uno de los caso más emblemáticos fue el de Madrid, pero sobre todo en el mano a mano con Morante dirimido en Bilbao que resumió como ningún otro el aire de su temporada. Manzanares se pasó lejísimos un boyante ejemplar de Cuvillo y enfadó al público. Tenían razón. Pero el mismo torero fue capaz de parecerse a sí mismo cuajando al sexto a la altura de sí mismo.
El año le deparaba un final triste e inesperado: la muerte de su padre y maestro, el gran Manzanares,que le ha sumido en un profundo dolor. No es aventurado pensar que el ejemplo del padre volverá a sacar los mejores registros del hijo. Así fue a raíz de aquella retirada sevillana convertida en lección fraterna. Nadie duda ya de la vuelta del joven maestro alicantino a su Sevilla. Todos queremos volver a verle volar tan alto y tan bien como sabe.
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El diálogo de los actores del toreo sigue en punto muerto
Aquí no hay quién viva. El toreo anda sumido en una pueril política de buenos y malos que recuerda esas películas en las que sólo morían los indios o los alemanes, que solían comerse crudos a los niños y pisaban el rabo de los perros. Algo así estamos viviendo estos días. Se suceden comunicados y más comunicados pero el entendimiento definitivo entre dos de los tres pilares fundamentales del toreo sigue estando cada vez más lejos. Este viaje a ninguna parte coincide en lugar y tiempo con el repunte del acoso antitaurino, la recesión económica y la destaurinización de la sociedad. El mensaje de los empresarios necesitaría estar acompañado de una sincera autocrítica pero también contiene algunas denuncias urgentes que precisan dejar quieto el balón. Es una pescadilla que se muerde la cola: todos están de acuerdo en que el espectáculo es caro; se reconoce que no cubre costes y se tiene claro que para que la gente vuelva a la plaza hay aumentar la calidad y bajar las entradas. Aten esa mosca por el rabo o lleven el caso a un congreso de economistas. Sudarán tinta.
Viajes a ninguna parte. Mientras tanto, las aguas del toreo siguen bajando revueltas. No hay forma de reconducir el diálogo de sordos que vuelve a enredar a patronos y toreros sin conseguir que remen en la misma dirección. Puede que los intereses sean distintos pero, al fin y al cabo, se juegan el mismo pan. Las elegías empresariales, servidas en dos platos, han sido sucedidas por un comunicado de la Unión de Toreros que sólo sirve para seguir mareando la perdiz. La asociación de coletas reconoce algunas de las denuncias vertidas por los empresarios pero también les espetan -y no les falta razón- que no están obligados a acudir a los concursos de explotación cuando consideren que no se reúnen las garantías suficientes. El papelito se endurece -es algo que ya se venía comentando por las esquinas- al acusar a ANOET de rechazar la mano de los toreros para negociar con las propiedades de las plazas para revisar algunas condiciones de explotación que envenenan el sueño de los toreros. Ahí se señala -sin nombrarla- cierta plaza y ciertos dueños que andan en la picota. Pero este documento también se hace eco de una situación que, hasta ahora, sólo se había lamentado en voz baja: nos referimos a la calderilla que cobran los diestros del pelotón que arman macroferias como las de Madrid. A nadie le ha convenido aventar hasta ahora un asunto que debería avergonzar a todos, figuras incluidas. El comunicado se pierde luego en una sucesión farragosa de lugares comunes antes de precisar que sí están dispuestos a reunirse con las empresas aunque la faena termina con adornos: “nuestra disposición es absoluta pero no para la mejoría de la economía de particulares”. La pregunta es: ¿Mandarían a ese encuentro al tal Juan Diego? Ay señor…
De Barcelona a Donosti… Mientras unos y otros se siguen echando los trastos a la cabeza y se reparten carnets de buenos y malos hay algunos que siguen creyendo que el elefante blanco llegará -como en un cante de ida y vuelta- de allende los mares. No le daremos más vueltas al asunto porque algunos ya han retratado sus pesebres. Mientras tanto, se sabe más que se habla de lo que se va cocinando en los despachos de la calle Adriano. Valencia y Canorea han adelantado su tradicional método de trabajo con un objetivo conocido: salir de las trincheras que se cavaron hace justo un año. Los rumores corren y no siempre coinciden. No sabemos qué merece la empresa; tampoco donde acaba ni termina la razón de los toreros. Una cosa si tenemos clara: la afición de Sevilla y el propio pulso del toreo sí merecerían la altura de miras de unos y otros. Lo dejamos ahí y nos marchamos a Bogotá. La ejemplar reacción coral de las primeras figuras del toreo -brillaron por su ausencia Morante y José Tomás- ha demostrado que a veces si se quiere también se puede. La llamada de César Rincón, el ejemplo de los novilleros en huelga de hambre y la capacidad de reacción de la crema del toreo nos dan que pensar. ¿Por qué no se orquestó algo similar en Barcelona y San Sebastián? El cierre habría llegado igual pero se habría muerto de pie. Por cierto en el acto paralelo celebrado en Madrid el ambiente fue… descriptible. Hemos alabado el viaje a Bogotá. Lo seguiremos haciendo. Pero la plaza de la Maestranza también merece repartir un poco de humildad para reconducir la situación. Nos queda mucho que hablar aún de ello. Mientras tanto, y a pesar de que el año aún tiene mecha, ya van cayendo avances del que está por venir. El más llamativo es la enésima encerrona de Iván Fandiño en una fecha, el domingo de Ramos madrileño, plagada de peligros y sobrada de cemento. Se escogen reses de divisas presuntamente duras que en algunos casos cantan su mal juego antes de salir. Él mismo. Nos desenredamos del bucle melancólico del diestro vasco y vamos terminando, pero antes enviaremos un sincero abrazo a Maruchi Benjumea. Los campos de Gerena van a echar mucho de menos a ese marqués de pelo blanco y encrespado que se hacía querer. Dios le guarde, don José Luis.
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