"...Lo que acaba de hacer Bartomeu, plenamente consciente de que su decisión no va a arreglar nada aunque sí le otorgará otro día más para poder pensar y así seguir okupando un despacho para el que en el fondo se siente deslegitimado puesto que no fue elegido por los socios, es prescindir de Zubizarreta, la matrioska más grande de todas, la más aparente y la más sencilla de abrir..."
Matrioskas culés
- El inocente Messi, el Messi que se dedica única y exclusivamente a jugar al fútbol, ese Messi angelical que no se entera de nada porque sus asuntos siempre los lleva otro, observa con pasmosa frialdad cómo echan a Zubizarreta, ve cómo dimite Puyol, comprueba que Bartomeu está en la cuerda floja, detecta que Luis Enrique tiene la soga al cuello... ¡y decide seguir las cuentas de Chelsea, Luis Filipe y Courtois en Instagram!...
6 de Enero de 2015
La actual crisis del Barça me recuerda mucho a las matrioskas, esas muñecas rusas que están huecas por dentro y que en su interior albergan otra muñeca, y ésta a su vez otra, y ésta otra más... La matrioska con más muñecas de la que se tenía conocimiento poseía un total de 75 unidades... hasta que llegó la culé, que supera a aquella. Lo que acaba de hacer Bartomeu, plenamente consciente de que su decisión no va a arreglar nada aunque sí le otorgará otro día más para poder pensar y así seguir okupando un despacho para el que en el fondo se siente deslegitimado puesto que no fue elegido por los socios, es prescindir de Zubizarreta, la matrioska más grande de todas, la más aparente y la más sencilla de abrir. Barto, como llamó el ya ex director deportivo a su presidente en la entrevista de Canal Plus, entrega al populacho la cabeza de Zubi en bandeja de plata a cambio de un poco de tiempo, veinticuatro horas más figurando, otra semana pudiendo presentarse en sociedad como "Josep Maria Bartomeu Floreta, presidente del Fútbol Club Barcelona". Una tarjeta de visita así bien merece la pena dejar despeñarse a Zubizarreta.
El asunto es ciertamente repugnante porque, siendo cierto que Zubizarreta se ha convertido por derecho propio, y según todos los expertos conocedores del "universo azulgrana", en el peor director deportivo del club a lo largo de toda su historia, Andoni no mintió en absoluto cuando, sabedor quizás de que Bartomeu le había hecho la cruz y por lo tanto le quedaba en el despacho lo que dura la información del tiempo de un telediario, le soltó tajante a la periodista Mónica Marchante que fue el actual presidente, cuando ocupaba el puesto de vicepresidente deportivo en la junta de Sandro Rosell, quien avaló personalmente su gestión en el traspaso e inscripción de menores de 18 años, que luego costaría la sanción de la FIFA. El asunto, repito, huele tan mal que ha provocado la inmediata salida del club de uno de los pocos caballeros que aún quedaban entre tanta podredumbre, y me estoy refiriendo por supuesto al honorable (él sí) Carles Puyol. Parece que Puyol ha tenido suficiente con tres meses para conocer en profundidad "la otra cara" del Barça.
Abrimos la matriuska de Zubi y nos encontramos con la de Barto y, una vez abierta ésta, descubrimos la olvidada de Sandro Rosell, presidente a la fuga, responsable directo del descrédito del Barcelona, huído a la carrera por no saber hacer frente a sus erráticas decisiones. Si es cierto que Bartomeu avaló a Zubizarreta no lo es menos tampoco que Rosell, en paradero desconocido, avaló a Bartomeu, y que, ya con la justicia echándole el aliento en el cogote, puso a dedo en la presidencia a quien había colaborado estrechamente con él y fue igualmente responsable de la gestión, por ejemplo, del fichaje de Neymar, que como todo el mundo sabe perfectamente sigue costando "57,1 millones y punto". Rosell quiso ser Joan Laporta, intentó emularle, quiso copiarle y al final embarcó al club en algunas gestiones demasiado atrevidas incluso para una institución tan potente como la culé.
Una vez abierta la matriuska de Rosell nos encontramos con otra, la del periobarcelonismo. La prensa deportiva catalana, poco dada en general a investigar y singularmente acomodaticia, colaboró activamente a la hora de despistar a socios y seguidores azulgrana extendiendo por tierra, mar y aire periodísticos la ignominia de que Florentino Pérez se encontraba detrás de todos y cada uno de los problemas que tenía el Barça. Pero el socio, de repente, ha despertado porque la pelotita no acaba de entrar como antaño, y ahora el periodismo, habituado a vivir al sol que más calienta y que aupó con sus infantiles cortinas de humo a los actuales dirigentes, está claveteando a toda prisa la caja de pino de aquellos a quienes ha sostenido durante todos estos años a base de bulos sin fundamento. No eran creíbles antes y no lo son tampoco ahora, por muchos edredones nórdicos con el escudo del Barça que pretendan vender a sus lectores en el futuro, o a lo mejor precisamente por ello. Por supuesto que Florentino no llamó a Aznar, que jamás llamó a Gallardón, que nunca se puso en contacto con el fiscal... pero eso ya da igual, ¿no es cierto?...
Abrimos la matriuska del periobarcelonismo y nos encontramos con la de Luis Enrique, un entrenador al que ese traje viene demasiado grande, un hombre con un talante prepotente y chulesco que convierte cada rueda de prensa en un campo de minas, un técnico que no ha aportado ni una solución táctica a los innumerables problemas que tiene el equipo. A Puyol le han bastado tres meses para darse cuenta de cómo está el patio y a su amigo Luis Enrique le han sobrado otros tres para volver loco a todo el mundo hasta el punto de que, a fecha de hoy, nadie reconoce al Barça ni sabe a qué juega ni con quienes lo va a hacer cuando salta al campo. Lo que intentó Zubizarreta con Luis Enrique fue encontrar a otro Guardiola pero Pep hubo uno y aquel, por cierto, salió corriendo a la Bundesliga en cuanto comprobó que aquí, en España, algunos futbolistas estaban agotados y que el Real Madrid de Mourinho empezaba a comerle la tostada. No pasaría nada si Luis Enrique se llevara mal sólo con la prensa, pero es que el entrenador tiene montado un circo en el vestuario de padre y muy señor mío.
Y, por fin, al abrir la matriuska de Luis Enrique, nos encontramos con la más pequeña de todas pero, al mismo tiempo, también la más valiosa, la de Leo Messi. A Messi, que como todo el mundo sabe no manda nada, que como todo el mundo sabe no puso a Martino, que como todo el mundo sabe no echó a Ibrahimovic, le duele la tripita, no se presenta en el entrenamiento del equipo, los niños empiezan a reclamar su presencia... y se monta la batalla de las Termópilas. El inocente Messi, el Messi que se dedica única y exclusivamente a jugar al fútbol, ese Messi angelical que no se entera de nada porque sus asuntos siempre los lleva otro, observa con pasmosa frialdad cómo echan a Zubizarreta, ve cómo dimite Puyol, comprueba que Bartomeu está en la cuerda floja, detecta que Luis Enrique tiene la soga al cuello... ¡y decide seguir las cuentas de Chelsea, Luis Filipe y Courtois en Instagram!...
Eso es lo que tiene tratar a Leo como a el Macaulay Culkin de Niño Rico, que al final se cree que está por encima de club, del presidente, del entrenador de turno y, naturalmente, del resto de jugadores. La de Messi es la matriuska más complicada de abrir, la más difícil e impopular, la que sin duda alguna más va a costar desenroscar. Ahora, hoy por hoy, el duelo al sol ya ha quedado reducido exclusivamente a Leo y el entrenador. Un paso en falso por parte de Luis Enrique, otra suplencia mal explicada, una discusión durante un partidillo... y la gastroenteritis de Leo sepultará de una vez por todas al asturiano que pensó, ingenuo de él, que podría mandar en el vestuario y que, comparado con el Maratón de los Sables, dirigir a esos jugadores iba a estar chupado. El sable lo tiene él pero a sus espaldas, y lo empuña con firmeza Messi, que no es precisamente un novato a la hora de pasar por la quilla a los disidentes. Tiene tela esa matrioska, tiene tela...
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