sábado, 18 de abril de 2015

4ª de feria en Sevilla. Importante Manzanares con mal ganado, dos orejas y el crédito al alza / por J. A. del Moral


Importante Manzanares con mal ganado, dos orejas y el crédito al alza

Sevilla. Plaza de la Real Maestranza. Sábado 18 de abril de 2015. Tarde radiante y agradable de temperatura con algo de viento. Lleno de no hay billetes. Seis toros de Victoriano del Río, bien presentados aunque desigualmente presentados y de mal juego en distintos grados de manejabilidad. Noble sin humillar y enseguida a menos el primero. Soso y a menos hasta pararse el segundo. Manejable en marrajo y de muy desigual comportamiento el tercero. Apenas manejable sin recorrido y muy a menos el cuarto. Otro marrajo con pocas cosas buenas dentro el quinto. Manejable el sexto.
Enrique Ponce (carmelita y oro): Buena estocada, silencio. Estocada casi entera, silencio.
José María Manzanares (negro y azabache): Estocadón, oreja. Gran estocada, oreja y petición de otra.
Lama de Góngora (purísima y oro) que tomó la alternativaque toma la alternativa, ovación con saludos y silencio.

Sevilla se ha visto desbordada estos días previos a la feria taurina – la que llamamos de los farolillos llegará el próximo lunes a las 12 de la noche – con tal cantidad de homenajes, premios, presentaciones de nuevos locales, de libros, de exposiciones y de tertulias varias, que no hay manera de ir a todas. Asistí a bastantes, la verdad. Pero antier caí casualmente en una tertulia celebrada en la terraza de un hotel y me encontré acompañado de muchos amigos franceses. Y es que hablaban tres oradores, dos galos y un español, sobre el “futuro de la fiesta”. Me fui como gato escaldado antes de que los tres ponentes terminaran de exponer sus cuitas, en parte por pendiente de una cita para almorzar pero, sobre todo, por lo que escuché al ponente español cuando dijo que actualmente solamente había dos críticos fiables e y independientes. No digo sus nombres porque, si los dijera, ensuciaría estas líneas. Pero sí he de quejarme de que el que dicen es profesor universitario y desde hace bastantes años inevitable por su abundantísimo e imparable pulular cual fabricante de innumerables conferencias y cursillos sobre la tauromaquia como si fueran churros, por haberse dejado en el tintero de su garganta los nombres de los infinitamente más competentes e independientes que la pareja en bicicleta que el subsodicho admira tanto. El atrevido sujeto se debió quedar tan pancho y el auditorio sin saber qué preguntar. Dios le conserve la vista y el intelecto. Por cierto que, tanto el maestrillo como sus dos críticos favoritos – Dios los cría y ellos se juntan -, son conocidos por su odio visceral y enfermizo a Enrique Ponce y a Manzanares que, mira por donde, fueron precisamente quienes encabezaron el cartel de ayer. Uno sin suerte alguna y otro casi otro tanto aunque a sus dos toros logró sacarles lo poco que llevaban dentro en una importante actuación de conjunto.


Enrique Ponce actuó en segundo lugar con un toro de de 585 kilos. Excesivo peso. Castaño de pelo. Muy serio. Distraído de salida y sueltón. También se fue de las tres fáciles y templadas verónicas que le pegó el maestro. En su huir, se picó por su cuenta en el primer encuentro con el caballo. Se agarró bien Palomares y el toro salió sin fuerza alguna en los remos quedando casi parado. Empujó en el segundo encuentro aliviado y sonaron los estribos. Prontamente banderilleado sin posible lucimiento por la ostensible bandura del animal y tras la obligada devolución de tratos al toricantano Lama, el toro pareció irse algo arriba. Ponce empezó pegándole cuatro con la derecha por bajo y varios intentos sobre la misma mano de irregular traza por lo desigual que le fue el toro. Unas veces obedeció y otras no echando la cara arriba. Atacando con la voz, una buena y ligada tanda con el de pecho. Naturales de uno en uno de menor a mayor recorrido y con el toro ya rajado por lo que decidió matarlo tras recetar dos ayudados por bajo. Lo consiguió de una contundente estocada.
Con más razonable peso sobre los lomos, 496 kilos, salió el cuarto a la arena. Tardó un poco en acudir donde fue llamado. Pero se quedó muy corto y por debajo del capote de Ponce. Cumplió en el primer puyazo manseando al sentir el hierro. Y sin quitar Ponce, le aliviaron el segundo. El maestro lo probó para estudiar su embestida con el capote antes pasar a banderillas. Buen par de Emilio Fernández y otro de Jocho. Mimos científicos de Ponce con la derecha hasta colocarse para torear. Poquito a poco. Con administrada suavidad y apurado temple en redondos apenas sin ligar porque el toro se fue parando por momentos. Y con la izquierda de uno en uno sin mayores mejorías. Mató de estocada casi entera de la que tardó el toro en doblar. Fue con el peor lote de la corrida.


El tercer toro, burraco de pelo y bien armado, metió la cara en el capote de Manzanares que enjaretó soberbios lances a la verónica rematados con media. Y otro animal con poca fuerza. Perdió las manos en el primer puyazo de Chocolate. Manzanares tuvo que cuidar al animal en vez de quitar. Levedad en el segundo puyazo. Bien. Siguió renqueante en banderillas. Incierto también. Pareció empeorar de condición. Un buen par de Luís Blázquez. Tanteos a derechas. Un punto gazapón, tardo, corto y blandón el animal, Manzanares trazó desiguales apuntes en redondo sin que el toro rompiera en dos viajes seguidos. Molestó el viento cuando tomó la izquierda y por eso sufrió una seria colada. Cuando regresó a la derecha y, aunque el toro ya estaba acobardado, tres redondos y trincherazo de categoría. Repetición con menor acople e insistentes cites con la voz para pegar otros tres mas otro de trinchera con sabor. Manzanares no se aburrió e insistió logrando en tablas lo mejor, lo más enjundioso y ligado de la faena. Muy por encima de este marrajo anduvo José María. Al hilo de las tablas por las que barbeó el animal sin pararse hasta conseguir sacarlo Manzanares de su querencia, recetó un estocadón de campeonato. Ganó una merecida oreja.

El quinto bandeó mucho de salida. Echó las manos por delante y se quedó corto en el capote de Manzanares. Cumplió en varas. Pero continuó tan deslucido como salió salvo en el tercio de banderillas, alegrado gracias a Curro Javier y Luis Blázquez que hizo un quite prodigioso. Los dos saludaron una gran ovación. Lo mucho que tardeó el toro y su corriente embestir no impidió que Manzanares toreara por redondos con su reconocido y mecido empaque. Al intentar los naturales el toro amagó con rajarse y al salir del más largo fue lo que pasó. Cambió de mano, sacó al toro de su querencia a tablas y a duras penas le arrancó varios con paciencia y mucha exposición. Un desarme lo cantó. Pero insistió pegado a las tablas y citando muy de cerca en un arrimón de verdad que enardeció a los tendidos más cercanos. Como antes, tuvo que entrar a matar al hilo de las tablas tras esperar a que el toro dejara de gazapear, pegando otra estocada ejemplar por los impedimentos que el animal presentó para ejecutar tan bien la suerte suprema. Este Jose Mari Manzanares hijo, certificó ayer que no está como dicen sus detractores y que con la espada es el mejor que, yo al menos, he visto en mi vida. La oreja fue pedida y paseada con clamor.

Por tomar la alternativa, Lama de Góngora actuó en primer lugar. Fue con un toro negro, veleto y alto de agujas. Suelto del capote de Lama aunque enseguida con el torero en viajes cortos y echando la cara arriba. No pudo lucirse. Trasero fue picado en el primer encuentro, doliéndose al castigo. Solo una media para colocar al toro para el simulado castigo. Quite de Ponce por dos verónicas y media jaleadas. Réplica de Lama por chicuelinas. Buenos pares de Curro Robles y Antonio Ronquillo. Y el toro, arriba. Largo parlamento de Ponce en la ceremonia del doctorado, interrumpido por arrancarse el toro al grupo. Lama brindó a su madre que estaba en un tendido de sombra. No humillo y, aunque, noble fue amenos en recorrido y en raza. Aunque algo tarde, se acopló con la derecha en derechazos normales aunque jaleados por la gente. Mejoraron los de la segunda y la tercera tandas. Al natural, se quitó en el primero y, en los siguientes, el animal ya se había agotado. Lo mismo al repetir con la derecha. Bonitos adornos, firmas y desdenes. Pinchó repetidamente y fue ovacionado con cariño.

La tarde la cerró Lama de Góngora con un sexto burraco que salió suelto de su capote de salida y, acto seguido, le dejó estirarse por verónicas. Luego, como sus hermanos, empezó a blandear. El tercio de varas se cubrió con bien gracias al picador José María Ruíz. Y el de banderillas por lo bien y valiente que pareó Cándido Ruíz. Lama brindó la faena a sus dos ilustres compañeros y la inició en los medios citando de lejos con la mano derecha. Tuvo que acercarse para que el toro le fuera – también tardeó mucho – y pegó dos tandas muy celebradas aunque le salieron un tanto aceleradas. El toro, después, dio para poco más pese a que Lama lo intentó con la izquierda sin poder templarse. Y pinchó.

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