"...Espartaco dio así un ejemplo a toda la profesión y, sobre todo, a las cuatro figuras que han vetado el escenario más importante del mundo. Está por ver qué harían en el mismo caso estos desertores cuando tengan más 50 años cumplidos. A un par de ellos le habrá destruido su maldad personal…"
Espartaco dicta sus últimas lecciones en La Maestranza
Cortó una oreja de cada uno de sus dos toros de Juan Pedro Domecq. Dos reses de condiciones radicalmente opuestas. Uno muy dócil aunque tuvo que sostenerlo por su falta de fuerza, y el otro un marrajo de muy difícil solución por el peligro que desarrolló. Si con ambos dejó clara su extraordinaria capacidad de templar cualquier clase de embestidas, con el malo se jugó la vida olímpica y serenamente en una apabullante demostración de pundonor, de amor propio y de señorial disposición. La plaza se le entregó por completo. Volcada es decir poco.. No fue para menos. Espartaco dio así un ejemplo a toda la profesión y, sobre todo, a las cuatro figuras que han vetado el escenario más importante del mundo. Está por ver qué harían en el mismo caso estos desertores cuando tengan más 50 años cumplidos. A un par de ellos le habrá destruido su maldad personal…
La altísima magistratura de Espartaco sucedió en tarde de temblores emocionales e históricos. Y de motivos alegres en esta primera corrida del abono sevillano que concitó a miles de aficionados de todo el mundo que no quisieron perderse el acontecimiento de ver reaparecer y despedirse en un mismo acto a uno de los toreros más grandes e importantes de la historia. Un torero que, como tantos de parecida alcurnia, no tuvieron el favor de gran parte de la crítica de su tiempo ni falta que le hizo. Los que ayer le vieron por primera y única vez, debieron quedar sorprendidos por la demostración que llevó a cabo como si los años no hubiera pasado por él. Con su pelo ya blanco, los que le vimos debutar con picadores cuando era un niño de indomable cabellera rubia, rejuvenecimos gracias al portento con el que puso fin a su vida profesional.
El otro suceso de la tarde corrió a cargo de José María Manzanares que volvía a la plaza de la Maestranza después de un año voluntariamente ausente por haber cometido la fatal equivocación de unirse a los que dirigieron y aun dirigen el motín contra esta señera plaza. Manzanares fue recibido ayer en Sevilla como a un hijo prodigo que era y sigue siendo predilecto. Lástima que el mal juego del ganado y un fallo con el descabello le impidió triunfar tras una importante y a la vez aterciopelada faena que brilló a retazos frente al único toro que medio valió. Y si digo medio es porque se se movió mucho, sí, pero sin nítida claridad ni clase alguna.
Sevilla. Plaza de la Real Maestranza. Domingo 5 de abril de 2015.
Inauguración de la temporada en Sevilla. Tarde progresivamente nublada y fresca con viento y llenazo de no hay billetes.
Siete toros de Juan Pedro Domecq incluido el sobrero que reemplazó al flojísimo cuarto, muy bien presentados y de juego desigual aunque en su mayoría sin fuerza ni raza. Sin energía y sin la más mínima raza el que abrió plaza que fue pitado en su arrastre. Justito de fuerza aunque muy noble el segundo. El tercero, también noble, se lastimó en una voltereta y quedó prácticamente inviable. Un sobrero marrajo el cuarto que pareció manejable en las manos de quien lo toreó. Manejable sin clase e indefinido de principio a fin el quinto. Noble muy a menos en brío el sexto.
Juan Antonio Ruiz “Espartaco” (carmelita y oro): Pinchazo y gran estocada, oreja. Estocada casi entera y dos descabellos, oreja. Al final de la corrida los toreros presentes le sacaron a hombros por la Puerta del Príncipe.
José María Manzanares (negro y azabache): Pinchazo y estoconazo caído, silencio. Estocada y dos descabellos, aviso y gran ovación con saludos.
Tomó la alternativa Borja Jiménez (blanco y oro): Dos pinchazos y estocada trasera tendida, silencio. Pinchazo y estocada, oreja.
Tarde de temblores emocionales e históricos. Y de varios motivos alegres en esta primera corrida del abono sevillano que ha concitado a más que sobrados aficionados de todo el mundo que no quisieron perder
Tras el paseíllo, de por sí clamoroso, estalló una enorme y larga ovación a Espartaco que tuvo que saludar casi en los medios. El maestro la compartió con sus compañeros de cartel, reproduciéndose el clamor inicial. Lástima que la tarde se estropeara climatológicamente después de una mañana de radiante primavera.
Espartaco lidió y mató al segundo de la tarde. 507 kilos y castaño de pelo. Suelto de los primeros capotazos de Espartaco hasta que por fin obedeció a los excelentes lances del maestro que remató la serie de verónicas con media de cartel muy jaleada. Noble el animal. Espartaco le dio su medida y sus tiempos en un tercio de varas asimismo medido con certera baja intensidad. No quiso quitar con rotundidad Juan Antonio antes de que el toro fuera por segunda vez. Cubrió el expediente para administrar la escasa energía del burel aunque luego lo puso de lejos y hubo que acercarlo al jamelgo con excesivos capotazos de un peón. En banderillas se abrió el cielo y salió el sol. ¿Buena premonición? Por el momento, nada especial los rehileteros. Pero bien en la brega Espartaco II para cerrar al animal como era menester. Con los trastos retomados del toricantano, Espartaco brindó a Curro Romero. Este Espartaco siempre fue más listo que el hambre. Y enseguida se hizo dueño del animal con la precisa técnica el portentoso temple que nunca le faltó. Suspiros de España le tocaron para amenizar una ronda a derechas, sensacional. Primero contemplada en silencio y luego en medio de esos oles que solamente se escuchan en la Maestranza. Y si bien lo hizo con la derecha, con la izquierda al natural, mejor. Más a derechas con solemnidad y un cambio de mano perfumado recetado al paso. Y más naturales de largo y curvo recorrido que cosió a otra salida de la cara del toro propia de los elegidos. Eso que parece no ser ná y que vale millones… Faena hecha en un palmo de terreno sin apenas idas y venidas. Cuadró al toro fuera de las rayas y, qué pena, pinchó en el primer envite. Pero agarró luego una gran estocada. La oreja fue pedida con clamorosa unanimidad y concedida en estricta justicia. Y qué vuelta al ruedo, señores… Y qué pedazo de ovación recogió Espartaco en los medios. De las que nunca se olvidan…
El negro cuarto echó las manos por delante y se revolvió pronto en el capote de Espartaco. Sembrado en un recorte de cierre Juan Antonio que se ocupó personalmente de la brega. Y otro toro sin fuerza que no aguantó ni un primer puyacito. Otra vez lo mismo tras tomar el segundo y, menos mal que fue devuelto. En su lugar soltaron un sobrero del mismo hierro, más voluminoso, más serio y también castaño. Suelto del primer capotazo de Espartaco pero metiendo la cara humillando. Buenas verónicas del maestro. Orden en la lidia. Sin prisas y sin pausas. Bravo en el caballo aunque protestando un poquito al sentir el hierro. Y lo mismo en el segundo encuentro. Quizá excesivo. Esperó y persiguió en banderillas. Espartaco brindó a sus hijos y luego al cielo el último toro de su vida. Mucha emoción de nuevo. Nada fácil. Incluso con peligro y muy mirón. Espartaco lo estudió haciéndole las cosas muy bien. Colocación. Temple. Tiempo. Sitio. Y lo consigue con la derecha sin que falten instantes muy arriesgados. Magistral, terminó metiéndolo en cintura. Música. Tuvo que sacarlo una y otra vez de su querencia a tablas. Ponerle siempre la muleta en la cara, tirar del animal, someterlo, hipnotizarlo, reventarlo… Sacó de donde no había y mejoró lo poquito que tuvo muy en el fondo… ¡Qué pedazo de torero¡ Y estocadón casi entero del que, por tardar en doblar, tuvo que emplear el descabello. Dos golpes y otra oreja más merecida aún que la anterior. Y otra vuelta apoteósica. Finalizada la corrida, varios toreros presentes en la plaza se tiraron al ruedo para alzar a hombros a Espartado y llevarle en volandas hasta la Puerta del Príncipe finalmente abierta de par en par para que Espartaco la atravesara una vez más de las muchas que lleva coleccionadas en su vida aunque esta, sin duda, por ser la más emotiva jamás podrá olvidarla. ¡Enhorabuena maestro¡ te lo merecías y te lo ganaste con entrega, ciencia y señorío impagables.
José María Manzanares tuvo que saludar la ovación que le tributaron los sevillanos al salir del burladero antes de que soltaran al tercero de la tarde. Una ovación que vino casi pegada a la que se acababa de tributar a Espartaco. Fue algo así como celebrar la vuelta el hijo pródigo más querido. El también castaño,e pegó una voltereta al salir del segundo intento capotero del alicantino. Quedó gravemente lastimado de los remos como vimos entes de tomar el primer puyazo. Manzanares lo cuidó al llevarlo al segundo encuentro, pero perdió las manos al entrar en jurisdicción equina. Muchos protestaron en busca de una devolución que no llegó. Magnifico Curro Javier en la brega del tercio de banderillas muy bien cubierto por Luís Blázquez. Se dolió el animal de los arponcillos. Manzanares no brindó la faena y se abrió mucho para iniciarla con la mano derecha muy molestado por el viento. Más cerrado, pegó dos redondos de los suyos, pero el animal no aguantó el segundo. Ni tampoco los forzosamente cortos que siguieron. Apenas al natural. No había toro. Ni pudo remontar el trasteo que se contempló con decepcionante respeto. La estocada tampoco salió. Pinchazo y espadazo hasta las cintas aunque caído. Tuvo que esperar a su segundo toro para intentar desquitarse.
Muy serio el negro quinto. Y otra vez el viento que impide la tersura del capote. Se fue solo al caballo contrario tomado un puyazo de sorpresa. El segundo, en regla. Aún indefinido el burel, fue Borja Jiménez quien se destapó en un ceñido quite por chicuelinas. Pero el animal continuaba inédito. Y tras las banderillas, soberanamente cantadas y ovacionadísimas de Curro Javier, Manzanares brindó al público en los medios. Algo bueno le habría visto. Yo, no. Sobándolo con la derecha lo llevó al tercio y, en medio de un expectante silencio, llegó lo que todos esperábamos: El toreo en redondo aterciopelado y sinfónico. La gloria hecha con cimbreante empaque. Los de pecho colosales. Y unos naturales quintaesenciados de los que caben pocos en el alma aunque junto a otros normales y opacos. El toro se le vencía con la cara alta, sin humillar. Pero como Manzanares se había gustado más a derechas, por ahí siguió, incluso después de que el animal se rajara por sentirse podido. Lo bueno había durado poco. Pero hubo tiempo y compás para unas trincheras, un circular invertido y un cambio de mano personal. Volapié de su cosecha de colocación defectuosa, aviso y fallo con el descabello. La oreja del desquite se esfumó por ello.
Por delante al tratarse de su alternativa, actuó Borja Jiménez, uno de los varios novilleros de la última hornada, la más prometedora de los último tiempos. El primer toro de Juan Pedro tuvo hechuras y amplia cornamenta pero aunque pareció ser noble, enseguida acusó falta de fuerza en los bien intencionados lances del recibo del nuevo matador. Renqueante de los cuartos traseros, cumplió sin mayores apreturas en un leve primer puyazo del que salió perdiendo las manos. Puesto de largo para el segundo encuentro, fue alegre y apenas le señaló el picador. El toro pareció irse arriba en banderillas que se clavaron de trámite salvo el buen par que puso José Muñoz Perico. La ceremonia de la alternativa fue cercana y cariñosa. Con el toro distraído y casi ajeno al propósito muletero de Borja empezó la faena. Por alto a pies juntos y por redondos ligados al de pecho zurdo con la mano derecha. El nuevo matador tuvo más ganas de torear que el toro de embestir. Pronto casi parado, los muletazos de Borja no pudo ligarlos ni en su mayoría completarlos y no por su culpa. El de Espartinas estuvo por encima de su enemigo de principio a fin de un trasteo que careció forzosamente de relieve. Con el toro descolgado entró a matar y pinchó dos veces antes de un espadazo tendido del que dobló aunque luego se levantó tres veces a cuenta de un fallido puntillero.
No todo el pescado estaba vendido cuando salto al ruedo el sexto y último de la tarde, ya noche cerrada y con los focos encendidos. Lances a la verónica muy rehechos para empezar Borja Jiménez ante un toro que se prestó mucho de salida. Vibrante galleo por chicuelinas. Bravura y poder en el primer puyazo. ¿Por fin uno fuerte? Tampoco. Perdió las manos de seguido y le señalaron simplemente en el segundo. Buen tercio de banderillas y brindis del nuevo matador a sus paisanos. Cambios por la espalda a pies juntos en los medios. Me gustaron más los redondos que siguieron aunque no por especiales sino por capacidad. Esta muy puesto. Pero no le veo en gran figura. Los paisanos, claro, le apoyaron mucho hasta el punto de conseguir que le dieran la oreja de este último toro. Poco le importó que en animal se viniera abajo. Por eso siguió aunque a muchos nos pareció sobrar su empeño dada su tierna vulgaridad.
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