domingo, 19 de abril de 2015

ESPARTACO: UNA FIGURA EJEMPLAR / por Javier Paradinas



Juan Antonio Ruiz Román “Espartaco”. Se ha cortado la coleta hace unos días en Sevilla, en la Maestranza y en la mítica fecha del domingo de Resurrección.


ESPARTACO: UNA FIGURA EJEMPLAR


Javier Paradinas
Retirado desde el 2001, solo había aparecido en festivales y alguna corrida esporádica. EL domingo 5 de abril se despidió del traje de luces para siempre. Fue un reto abrir cartel y temporada en su Sevilla con 52 años. Estuvo muy en su línea. Entrega, técnica, temple y poso añejo. Dos orejas y salida a hombros de los toreros de su época y de la actual.

El temple de Espartinas

Una imagen preciosa como aquella en la que también los toreros auparon camino del Guadalquivir al maestro Manzanares en su amarga despedida del toreo en 2006. Se repitió la imagen. Los propios compañeros aclamando públicamente al gran maestro en un acto de grandeza torera.

Espartaco ha sido una gran figura del toreo. Los años 80 y 90 fueron testigos de su mando en el escalafón. Sumó más de cien corridas en un año varias temporadas. Lideró la tabla y el billete grande. Triunfador en todas las plazas y ferias de primera. Llegó a mandar en el toro como solo los elegidos lo han conseguido.

Dos de Espàrtinas. El ciclo de la vida…

Su carrera no fue fácil. Sus comienzos fulgurantes se apagaron y sus apoderados le aconsejaron que se hiciera banderillero. Una puerta del príncipe en abril del 85 le sacó del abismo del olvido. A partir de ahí su ascensión fue imparable. Hasta llegar a la cumbre y mantenerse mandando durante casi una década. Una lesión en la rodilla le hizo pasar un calvario de operaciones y le apartó de los ruedos.

Espartaco ha sido una figura del toreo muy grande. Sus valores han sido muchos para llegar tan alto. Sin ser un torero de finuras ni formas sublimes, si fue un hombre de gran constancia y auto exigencia. Su padre, novillero modesto, estuvo siempre detrás de su preparación y entrenamiento. Nunca le dio coba si no palos, para crecer y mejorar en la profesión. Humilde y responsable con el oficio. Su entrega fue total al toro. Amor propio para jugársela en un pueblo o plaza menor cada dia sin pensar en las corridas firmadas ni el dinero que podía perder por un posible percance. Un torero incapaz de tirar por la calle de en medio. Su amor propio no le dejaba defraudar al público. Una tarde en Salamanca con un marrajo del conde de la Maza y desoyendo los consejos de banderilleros y apoderado que le decían que lo matara cuajó una faena de lucha y poderío y cortó las dos y el rabo en una faena que se recordará. Ese era Espartaco. Y no fue un torero valiente a rabiar. Tapó su justo valor con su fuerza interior y una técnica prodigiosa.

Con su padre, el que más le exigió.

Sus valores fueron la humildad, la entrega total, la constancia, una fuerza de voluntad de hierro, el amor propio, la responsabilidad, la ambición, el respeto al toro y al público. Como torero su técnica fue perfecta. Su temple uno de sus secretos. Esas armas unidas a la ambición y el amor propio le permitían hacer faenas lucidas a todos los toros, fueran como fueran. Eso es muy difícil. En los últimos años su toreo ganó en poso y sabor. Ese que da la maestría y el saber.

Sin duda este sevillano de Espartinas ha sido un gran maestro del siglo XX. Su grandeza reside en todos esos valores que le acompañaron siempre. Esos valores son los que hicieron grandes a los hombres en cualquier ámbito de la vida y en el toreo aún más.

En estos tiempos donde brillan por su ausencia, en esta sociedad que vivimos, son un ejemplo a seguir e imitar. Y para los jóvenes que empiezan y para los toreros que siguen este difícil mundo ESPARTACO debería ser una referencia y un espejo. Para ser grande hay que tener valores íntegros. Sobre ellos se puede construir hasta una figura del toreo.

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