jueves, 16 de abril de 2015

La de abril / por Ricardo Díaz-Manresa



La de abril 2015 es, a priori, una feria mediocre y con los precios elevados de siempre. Se sustenta en las tres tardes de Manzanares y en las dos de Ponce. Y quiera Dios que no se acuerden de los no anunciados voluntariamente.

La de abril

Ya está aquí la de abril 2015 y viene con tambores lejanos sonando desde antes de Navidad. El primer cuadrante de la temporada lo acapararon nombres como los del Soro, Fandiño y Espartaco, en sus actuaciones de Valencia, Madrid y Sevilla, de las que se han dicho barbaridades a favor y en contra y exageraciones en las que no voy a entrar, ¿para qué? . Algunas de las cuales no benefician a la tauromaquia como espectáculo serio (siempre serio, aunque no lo sea como debiera muchas veces, pero la sangre todo lo tapa, lo engrandece y lo inmortaliza).

Ahora, pasada la heroicidad, el fracaso y la sevillanía radiante de este primer período, llega la de abril, venida a menos más que nunca desde el año pasado, continuidad de una decadencia evidente, pero siempre atractiva porque ver toros en la Maestranza debería seguir siendo maravilloso.

Vamos a hablar de los que están, de los que van a venir. Nunca primero de los desertores por muy famosos e importantes que sean. Este año simplemente han hecho unos cartelitos apoyándose en Ponce y sobre todo en Manzanares y metiendo más mediocridad de lo razonable. La diferencia es cartelitos 2015 a desierto 2014. Carteles redondos, redondos, redondos, y siendo generosos, a lo sumo hay dos y siempre el interés de las alternativas, incógnita y esperanza, de cuyos frutos ya se sabrá.

La de abril, que así siempre la he llamado. Más todavía cuando cada vez que cojo un taxi y digo “ a la de abril” todos los taxistas se sonríen de mi mensaje tan corto, como directo y significativo. La de Sevilla es la de abril.

Y en la de abril, pues el abono no es como para echar cohetes y abunda sobre todo el sevillanismo y algo de andalucismo. Toreros de allí y de allá abajo. Los que no, les han salvado la vida, como Manzanares, sin cuya presencia el tinglado, con muchos palillos, se habría venido abajo y el gesto de Ponce de ir dos tardes, hecho que hay que alabar como asombrarse de que no aparezca por Madrid en año tan histórico para él.

Todo lo demás es intercambiable, rechazable, respetable, suprimible tal como está, mejorable y hasta empeorable.
Y la culpa, aparte los tres desertores y el que habló claro desde el principio, está en la empresa que esta vez se puso de rodillas pensando en los euros que se les iban a escapar por segundo año. Pero nadie en serio puede decir que esta es una buena empresa, que además inició la guerra ella sola y estúpidamente. Y que antes del 2014 empezó a írsele de las manos, con ferias pavorosas cuya consecuencia fue una huída continua de abonados.

El cuñado adjunto ha declarado en los papeles que el descenso de abonados es continuo desde 2009 y se queda tan pancho. Y el año anterior 2014 baja la calidad del abono en un 70 por ciento por los menos, hace una baja ridícula de los precios de los fieles paganinis abonados y ¡¡¡¡¡deja las entradas sueltas al mismo precio elevadísimo de siempre!!!!!. Este año le ha faltado tiempo para exigir a los abonados anuales los precios de siempre con unos simples cartelitos.

No creo que nadie en su sano juicio pueda defender este desastre de empresa, lo haga por buena voluntad para que no se derrumbe el edificio o por otros intereses entre los que no entro. O simplemente porque les guste, igual que hay gente que adora a políticos zapateros y similares. Yo reflejo los hechos –los hechos, no las opiniones- y así lo escribo. Y añado que esta estrategia equivocada –aunque puede que obligada en algunos carteles nada más, nunca en los precios disparatados y difícilmente argumentados- no terminará en el buen camino.

Por supuesto, las ganaderías las de siempre, que espero no ayuden a crear la tauromaquia interminable y light. O sea, nefasta.

Esta no es la manera –y lo digo un año más y van…- de atraer a nadie. Lo bueno sería que nadie se tirara de los pelos por no ver a los tres que se han apartado voluntariamente después de marear la perdiz y tomar el pelo a sus poco queridos empresarios, los famosos cuñados.

Les queda el gran marco del Baratillo –que han heredado sin mover un pelo- y la sevillanía que muchas veces parece ciega.

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