"...Decía Nicolae Steinhardt que el perdón pertenece a la esfera íntima de la propia víctima, quien lo concederá o no en el fondo de su corazón, aunque curiosamente ningún etarra se lo haya pedido. Pero quien no tiene derecho a perdonar en nombre de otros es el Ministerio del Interior, ni el Estado.Este tiene que aplicar la Ley, sin más..."
En Julio de 1.989 defendí por primera vez en la Audiencia Nacional a una víctima del terrorismo a quien ETA había dejado parapléjico para el resto de su vida, Paco Marañón, un conductor del PMM (Parque Móvil Ministerios) quien, desde que De Juana Chaos, Belén González, Inés del Río, y Esteban Nieto se cruzaron en su camino, cambió para siempre el volante del coche por la silla de ruedas. Ya en aquel juicio me di cuenta de que las víctimas eran molestas para el sistema. Es curioso pero a quien le toca la china de sufrir un atentado siempre sufre, además del primer ataque violento del terrorista, la victimización secundaria que produce el abandono a su suerte. Para los jueces la mirada de la víctima es incomoda.
En aquel primer juicio me negaron la posibilidad de defender individualizadamente a la AVT (Asociación de Víctimas del Terrorismo) como acusación popular y al propio Francisco Marañón como acusación particular. El Tribunal pretendía que lo hiciéramos conjuntamente, violándose el derecho del justiciable a elegir su propio abogado. El Tribunal Constitucional me acabó dando la razón mediante sentencia, pero antes tuve que sufrir hasta una denuncia de la fiscalía de la Audiencia Nacional por desacato. Declaré como imputado ante un Juzgado de Instrucción en Plaza de Castilla y, lógicamente, archivaron el procedimiento penal en mi contra.
Esa sensación de defender al débil, al modesto, todavía hoy la tengo cuando salen los terroristas en libertad, y sin muestras de arrepentimiento se jactan de sus hazañas, mientas que la Justicia sigue teniendo miedo a poner las cosas en su sitio. Es claro que la víctima a la fecha de hoy no interesa; el reproche moral que su simple presencia supone, molesta incluso a la clase política.
Y en este panorama surgen instituciones como la Secretaría de Paz y Convivencia del Gobierno Vasco, para reivindicar, según ellos, la convivencia. Y convocan actos, como el de la última semana de mayo, mezclando a víctimas de ETA y del GAL para propugnar la reconciliación y el entendimiento.
Cuando veo estas cosas, tras 25 años defendiendo a las víctimas, habiendo presenciado en directo, insomnios, depresiones, hospitales, sufrimientos sin fin, y los sótanos de la psique humana para soportar el dolor, tengo que reaccionar ante estos magnos actos, en los que juntan a la hija de un fundador del EGIN con Amedo y con víctimas de ETA. Tengo que decirle a Jonan Fernández, al parecer Secretario General de este ente organizador, como anteriormente lo fue de Elkarri, que nadie puede dar lecciones de ética ni de valores democráticos a las víctimas de ETA. Yo como abogado suyo he sentido mil tentaciones de ejercer la venganza, pero siempre recibí lecciones magistrales de ellos, que nunca agradeceré lo suficiente. La tibieza del sistema, incluso de la Iglesia, ante tanto dolor sufrido por las víctimas de ETA, ha sido y sigue siendo insoportable. Son los políticos como Jonan Fernández, estos “negociantes humanitarios” quienes tienen que pedir perdón, entre otros, a las víctimas. Decía Nicolae Steinhardt que el perdón pertenece a la esfera íntima de la propia víctima, quien lo concederá o no en el fondo de su corazón, aunque curiosamente ningún etarra se lo haya pedido. Pero quien no tiene derecho a perdonar en nombre de otros es el Ministerio del Interior, ni el Estado. Este tiene que aplicar la Ley, sin más. Está bien que Urkullu haga autocrítica ante las víctimas, siempre y cuando no sea para seguir beneficiando a los presos, es decir, los asesinos en paralelo.
Intentar dar lecciones de convivencia a las víctimas de ETA, las victimiza más, y no es más que una burda manipulación de finalidad política, que además les impide salir del circulo vicioso donde las meten. Las víctimas no son quienes han ejercido violencia, es como si quisieran “enseñar a rezar” a Santa Teresa de Jesús. Si quieren enseñar a convivir deberían dirigirse a los terroristas y a sus cachorros de la lucha callejera. Estos son los que tienen que aprender a convivir e interiorizar los valores de la tolerancia. Mientras tanto, mientras no pidan perdón los etarras, que siguen sin entregar las armas, estaremos aquí muchos, sin odio pero con firmeza y determinación, para llamar asesinos a los que no son otra cosa, y cuando pidan perdón, ya veremos.
__________________________
[*] El autor fue durante muchos años abogado de la Asociación de Víctimas del Terrorismo
No hay comentarios:
Publicar un comentario