sábado, 25 de julio de 2015

Homenaje a Ponce en Mont de Marsan. Histórico recital del valenciano en su mano a mano con Fandiño. / por J.A. del Moral



"...Resulta muy difícil traducir en palabras lo acontecido ayer en el repleto coso de PlumaÇon en tarde medio calurosa y a ratos ventosa. Y es difícil, sobre todo por lo que respecta a la explicación de las impresionantes creaciones que llevó a cabo Ponce, porque cuanto hizo a los tres toros que le correspondieron y muy especialmente a su segundo, fue una actuación rayana en algo sobrenatural..."

Homenaje a Ponce en Mont de Marsan. Histórico recital del valenciano en su mano a mano con Fandiño


J.A. del Moral
Ambos salieron a hombros junto al mayoral de la ganadería de Victoriano del Río como remate de una jornada memorable. Enrique Ponce cortó dos orejas que podrían haber sido cinco y un rabo de no haber fallado con los aceros. Iván Fandiño logró tres, dos de ellas un tanto generosas aunque en su actuación de respuesta a las asombrosas faenas de Ponce, logró alcanzar una gran dignidad dentro de sus limitadas posibilidades toreras

Resulta muy difícil traducir en palabras lo acontecido ayer en el repleto coso de PlumaÇon en tarde medio calurosa y a ratos ventosa. Y es difícil, sobre todo por lo que respecta a la explicación de las impresionantes creaciones que llevó a cabo Ponce, porque cuanto hizo a los tres toros que le correspondieron y muy especialmente a su segundo, fue una actuación rayana en algo sobrenatural.

A las ya reconocidas virtudes del gran maestro, ayer añadió una perfección tan intensa como desbordante porque la interpretación de cuanto llevó a cabo fue un compendio de todas ellas tan quintaesenciado como profundamente sentimental. Fue tal el sentimiento que acompañó a su natural ensimismamiento, perfectamente acoplado a los melodiosos acompañamientos de la extraordinaria banda de música que ayer, por cierto, dio un sensacional concierto durante cada faena, que parecieron estar desarrollándose en el mismo Cielo.

La sobrenaturalidad del toreo de Ponce corrió pareja a la sencillez de sus geniales maneras de hacer, a su manera de ser y a su manera de estar. Fue como un milagro. De ahí el asombro colectivo que produjo en el extasiado público levantado de sus asientos rugiendo de placer mientras nos mirábamos los unos a los otros para reconocernos mortales asistentes a lo que parecía un sueño. Un sueño hecho realidad.
Como sería la cosa, que a nadie importó que Enrique no anduviera tan fino con la espada como venía siéndolo últimamente. Fue, desde luego, una desgracia que repercutió en la concesión de trofeos. Pero en absoluto limitó el entusiasmo colectivo que se tradujo en las interminables ovaciones en las tres vueltas al ruedo que dio, con orejas o sin ellas.

Adentrándonos en los aspectos técnicos de las faenas de Ponce en función del juego que dieron sus tres toros, cabe apuntar que al primero le corrigió muy pronto su inicial brusquedad hasta convertirlo en sumiso. Que del finalmente estupendo que hizo tercero de la tarde, tras someter por bajo sus protestonas embestidas, le sacó todo y más de lo que tuvo en una interminable, grandiosa y recreada faena en la que no faltó nada más que una buena estocada. Si toreó maravillosamente con la derecha, con la izquierda al natural fue el desiderátum. Y todo en perfecta sincronía con los remates de pecho o de trinchera en una ligada simbiosis hasta llegar a sus poncinas al tiempo que la banda de música acompañó la señorial obra con el Concierto de Aranjuez. Ahí es nada… Imagino al maestro Rodrigo aplaudiendo desde el Cielo.

Y que del quinto, un marrajo inoportuno que desmereció algo la estupenda corrida de Victoriano del Río, sacó lo que solamente Ponce puede extraer mediante su científico valor tantas veces demostrado en similares casos.
En la faena que abrió la tarde, la banda interpretó los compases de la banda sonora de la película La Misión. Y en la del quinto toro, que fue el peor como acabo de decir, una marcha procesional de palio. Si resalto lo de la música es porque ayer no solo fueron las faenas de Ponce toreo en su más alta dimensión, también fueron puro ballet. Nadie, jamás, nadie ha sido capaz de torear, de andar, de espaciar, de salir y de entrar de cada tanda al compás de unas músicas tan generalmente desapropiadas para el toreo aunque solamente en su caso, tan ajustadas al suyo por obra y gracia de su singularísimo arte. Claro que ya habíamos gozado con esto mismo en el homenaje de Nimes el pasado mes de mayo. Ayer tarde, los matadores y el público con sus ovaciones, agradecieron al director de la Banda sus seis intervenciones. Hubo momentos en los que nos pareció estar viendo la corrida en el Covent Garden de Londres… ¡Qué maravilla¡

La oreja que le dieron a Enrique Ponce del primer toro tras descabellar dos veces después de una estocada ladeada, sumada a la que le concedieron del quinto, le valieron salir a hombros de la plaza con todos los espectadores en pie, ovacionándole como locos. ¿Qué no habría ocurrido de haber matado pronto y bien a los tres? Que todavía estaríamos todos aplaudiendo. Y muchos, llorando. Porque, fue verdad, mis ojos, también nublados por las lágrimas, vieron a muchos, a muchísimos secándoselas con sus pañuelos.

No quiero, ni puedo, ni debo en esta crónica dejar de elogiar lo hecho por Iván Fandiño en su dificilísima y hasta diría que imposible alternancia mano a mano con el inalcanzable Enrique Ponce. Fue un atrevimiento aceptar el enfrentamiento a sabiendas de que sería imposible ganarle la partida. Contentos estarán, tanto el de Orduña como sus gentes y partidarios de haber superado en trofeos a su ilustrísimo contrincante. Pero en honor a la verdad también tengo que decir que la primera que cortó Fandiño del segundo toro de la tarde, se la dieron tras un bajonazo. Y la segunda del extraordinario sexto que fue, con mucho, el mejor toro de la tarde, tras un pinchazo previo a la estocada. Fue la suya con este toro la faena más emocionante de la tres que hizo porque empezó a revienta calderas con el capote, medió con el sosiego que correspondía a la selectas embestidas del burel y terminó algo sucia pero también emocionante.

Fandiño logró responder a las asombrosas faenas de Ponce con una dignidad que le honra en su intento, logrado, de recuperar lo perdido en esta temporada tan cuesta abajo que llevaba. 

Enhorabuena.
  • Finalmente, decir que la corrida empezó con la entrega a Enrique de unos recuerdos que le entregó la señora Alcaldesa de Mont de Marsan y de un enorme magnun de champagne que, a su vez, le entregó un miembro de la Comisión Taurina de la capital landesa. También señalar que tanto en esta ceremoniosa entrega como al final del festejo, la banda Orcresta Montois interpretó el himno a Valencia. Ese en cuya letra se dice “para ofrendar nuestras riquezas a España” que ahora, desgraciadamente, muchos de allá en el poder municipal y regional, se niegan a cantar. Ponce es el mejor embajador que tiene Valencia y ayer ejerció de tal en una tarde de imperecedero recuerdo. Sus riquezas las entregó a los franceses de Mont de Marsan encantados de recibirlas. Gracias, muchas gracias, maestro en nombre de los agraviados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario