domingo, 16 de agosto de 2015

3ª de la Semana Grande de San Sebastián. Oreja para Castella y Talavante en una corrida que empezó muy bien y terminó mal. / por J. A. del Moral



Contentos deben estar por ello Pablo y Oscar Chopera con el éxito de su loable empeñó y por el desarrollo de los festejos en el plano artístico. ¡Enhorabuena!

Oreja para Castella y Talavante en una corrida que empezó muy bien y terminó mal

San Sebastián. Plaza de Illumbe. Sábado 15 de agosto de 2015. Tercera de feria. Tarde luminosa en recinto cubierto con casi tres cuartos de entrada. 
Seis toros de Juan Pedro Domecq, bien presentados, sobradamente armados, astifinos y de vario juego. Bravo en el primer puyazo y muy noble por el lado derecho aunque con muy poca fuerza el primero. Muy noble y justito de fuerza el segundo. Noble a menos en fuerza el tercero. De menos a muy mas y a mejor el cuarto. Noble de salida y luego deslucido por lastimarse en una voltereta el quinto. Sin clase ni humillar nada y rebrincado el sexto.
Morante de la Puebla (verde esperanza y oro): Pinchazo y media tendida, palmas. Pinchazo y estocada corta, petición insuficiente y gran ovación negándose a dar una vuelta al ruedo.
Sebastián Castella (davidoff y oro): Gran estocada, oreja y petición de otra. Estocada y descabello, ovación.
Alejandro Talavante (marino y oro): Estoconazo trasero, oreja. Pinchazo y estocada baja, silencio.

Los que llegaron ayer a San Sebastián desde otras ferias coetáneas, lo primero que preguntaban al entrar en Illumbe con tiempo de sobra hasta la hora del comienzo de la corrida es por cuanta gente estaba viniendo a los toros. ¿Poca, no? Nada de eso les contesto, en las dos primeras corridas y sobre todo en la segunda hubo entradones sin llegar al lleno pero mucha gente que sube a esta cumbre sin rechistar y bajan satisfechos. Contentos deben estar por ello Pablo y Oscar Chopera con el éxito de su loable empeñó y por el desarrollo de los festejos en el plano artístico. ¡Enhorabuena!

Hablando de planos artísticos, la de ayer fue sobre el papel la más variadamente ilusionante. Morante es Morante y solamente nombrarle despierta pasiones a la vez que esa incertidumbre que siempre acompañó a los grandes artistas. Sebastián Castella está en un momento espléndido tras varios años de inexplicable decadencia. Esta temporada está siendo la segunda mejor de su vida junto a la de 2006. Y Talavante se ha cuajado en una de las figuras con más personalidad de los últimos tiempos.

Así eran las expectativas y la verdad fue que se cumplieron hasta el cuarto toro aunque al principio de la faena de Morante pareció que no iba a pasar nada. Tras desdibujados tanteos y alguna caída que otra del animal, Morante no se aburrió como otra veces y, de pronto, reemprendió una de sus faenas marca de la casa logrando que los pitos que ya habían empezado a sonar se cambiaran por olés y atronadores ovaciones. Se gustó y nos gustó mucho en unos naturales de marca mayor y, como casi siempre, con sus detalles toreros a la antigua que Morante reproduce con inimitable gracia evocando estampas de Joselito El Gallo. El público las saboreó con verdadero deleite y quizá por el largo empeño del gran artista en seguir y seguir toreando, se pasó de faena, el toro tardó en cuadrar bien ya descolgado y lo que iba para una segura oreja, quedó en una estruendosa ovación como para que Morante hubiera dado una vuelva al ruedo. Pero no quiso darla. Agradeció las palmas desde el tercio y se metió en el callejón. Una pena porque de haber cortado oreja habría empatado con Castella y Talavante en trofeos. Morante, además, se explayó ayer con su capote a la verónica clásica en los recibos de sus dos toros y en el primero, que fue tan noble como débil, llenó la arena de Illumbe con sus detalles especiales. La blandura del toro no dio para más. No obstante, la gente celebró cada muletazo y cada remate como si estuviera componiendo una faena redonda. Dibujó verónicas suavísimas, medias, cambios, revoleras, galleos, remates personalísimos. A este primero lo saludó con una larga cambiada de pie. Y en el quinto, se esmeró en las cordobinas y en una fascinante serpentina.

La faena del triunfo fue la del tercer toro al que toreó con gran y muy templada sutilidad sobre ambas manos después de recetar unos estatuarios con total quietud y galanura. La terminó con ceñidas manoletinas. Quiso repetir lo hecho con el sexto que terminó siendo el garbanzo más negro de la corrida de Juan Pedro Domecq, pero fue imposible por muy deslucido.

Punto y aparte merece la actuación de Sebastián Castella con el segundo toro que fue el mejor del envío y lo aprovechó de cabo a rabo. Noto a Castella muy a gusto desde que se abre de capa con facilísimo tino en cogerle el temple a cada toro desde el primer capotazo. La faena fue redonda con las dos manos en series intensas perfectamente ligadas a largos de pecho. Y la estocada, soberbia. Fue la razón más determinante para que la mayoría del público solicitara una segunda oreja que la presidencia no quiso conceder. La vuelta al ruedo la dio Sebastián como si llevara una en cada mano.

Un volteretón inoportuno en la brega del quinto, terminó drásticamente con sus posibilidades de durar en la faena que inició Castella en los medios con sus ya clásicos pases cambiados encadenados a los de pecho sin moverse. Visiblemente afectado el animal, quedó la cosa en decepción. De no haber sufrido este accidente, seguro que habría dado juego más que suficiente para que Castella hubiera cortado al menos otra oreja.

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