sábado, 15 de agosto de 2015

"EL TONTO NO DESCANSA": HACER UN PIQUÉ / por LUIS VENTOSO


Piqué borracho celebrando el título de Liga


Se llama Gerard y se apellida Bernabéu de segundo, en sarcástica paradoja para quien cultiva el antimadridismo más chabacano. Acude a las manifestaciones litúrgicas del separatismo sedicioso –no vaya a ser–, pero se aprovecha encantado del parné y el prestigio que le reporta jugar con España.

HACER UN PIQUÉ
  • En realidad Piqué carece de toda importancia: los futbolistas dejan de existir al día siguiente de su retirada, al menos que pasen a engrosar la crónica de sucesos, como Maradona o George Best.

LUIS VENTOSO
ABC, 14/08/2015.-
Los aplausos y las toneladas de pasta no son una vacuna contra el gañanismo.

EL domingo 13 de octubre del año pasado dos hermanos barceloneses de 27 y 22 años, hijos de un abogado y una médico prestigiosa, salieron de copas con un amigo por el Puerto Olímpico de su ciudad. El hermano mayor era un tiarrón de planta impresionante, 1.95, que vestía camiseta negra y vaqueros. Tras sus libaciones noctámbulas, los tres amiguetes se metieron en su coche a charlar. Pero el vehículo estaba mal aparcado, obstaculizando una zona de frecuente paso de ambulancias. Como llevaban allí 20 minutos de cháchara y no acababan de irse, una patrulla de policías municipales decidió multarlos.

El coche era del hermano pequeño. Pero el que se puso bravo –o seamos francos, macarra– fue el mayor. Según el atestado, al principio el tipo apoyó un brazo amistoso sobre los hombros del policía y apeló a la complicidad entre barcelonistas, en plan «no nos vas a multar, ¿verdad?». Pero resultó que el agente tenía su dignidad y su profesionalidad y respondió que cumpliría con su deber. Entonces el muchacho cambió de registro y mostró su entraña. Les dijo a los agentes que le daban «asco» y los acusó de imponer multas para trincar comisiones. También añadió que lo sancionaban porque le tenían «envidia por ser famoso» y que no pagarían un duro, pues pensaba llamar al jefe de la Guardia Urbana para que le retirase la receta. Ya en calor, no faltaron clásicos del manual del julai clasista («no tenéis donde caeros muertos»), ni pura chulería cutrelux: hacer una pelotita con la multa y tirarla a los pies de los municipales. Todo este recital, del que hay pruebas incontestables, porque un viandante lo grabó con su móvil, acabó en un juicio de faltas, con multa de 900 euros.

Pero al multado le da igual. Ese dinero es calderilla y ni siquiera se ha molestado en disculparse en serio. Siente que camina sobre la aguas, porque es futbolista, posa para una cadena de ropa como modelo y además vive con una estrella mundial del pop, encumbrada por unas canciones chicle y unos vídeos de apelaciones sexuales tan vistas y ramploncillas que invitan a pensar que Minnie Mouse se ha pasado al erotismo.

Se llama Gerard y se apellida Bernabéu de segundo, en sarcástica paradoja para quien cultiva el antimadridismo más chabacano. Acude a las manifestaciones litúrgicas del separatismo sedicioso –no vaya a ser–, pero se aprovecha encantado del parné y el prestigio que le reporta jugar con España. Su tupé enhiesto y enlacado presenta un nivel de sofisticación inversamente proporcional al del cerebro que hay debajo, en barbecho todavía, pendiente de ararlo con un par de libros. En realidad Piqué carece de toda importancia: los futbolistas dejan de existir al día siguiente de su retirada, al menos que pasen a engrosar la crónica de sucesos, como Maradona o George Best. La barba se tornará cana, el tupé menguará cercado por la alopecia, Mango fichará a otro crack más joven y más guapo y la buena de Shakira luchará en el gimnasio y el quirófano contra los humanos reversos de la menopausia, como hoy hace la venerable Madonna. Pero si Gerard no espabila un poco hay algo que siempre conservará: la mala educación. Si desea empezar a curarse puede ver el vídeo de anteayer en Belgrado de la selección francesa de baloncesto. La megafonía falló en los prolegómenos y «La Marsellesa» no sonaba. Los jugadores franceses, la mayoría unos atletas negros de dos metros, lo arreglaron fácil: se arrancaron a cantarla a capella entre aplausos admirados del público serbio. Eso nunca lo haría Piqué Bernabéu, español que reniega de su país y astro en el gran mundo, pero con diminuto mundo interior.

No hay comentarios:

Publicar un comentario