López Simón. Foto: Isabelle Dupin, www.aplausos.es
"...López Simón está en lo que ha derivado de José Tomás y de Perera solo que con más ternura por su ser juvenil y llamativamente espirituoso. Torea con su espíritu, como si no tuviera cuerpo y eso es tan atractivo como inmensamente peligroso. Y de ahí su irresistible atractivo pero a la vez el temor que también produce verle a merced de los toros cuando no obedecen a sus imperceptibles “toques”..."
Triunfó Castella y arrebató López Simón
Ayer, viendo la corrida de Nimes, estuve a punto de renunciar a escribir sobre lo que aconteció. Hasta que llegó el éxito de Sebastián Castella frente al cuarto toro de la en su mayoría insignificante corrida de Núñez del Cuvillo. Mi mosqueo continuó con el quinto y mi interés creció en el sexto gracias a López Simón, convertido en el principal actor de la tarde-noche. Esto aparte del viento y en varios momentos vendaval que impidió torear con un mínimo de seguridad. Antes se suspendían algunas corridas cuando hacía tanto viento. No en Nimes, ciudad frecuentemente azotada por el llamado Mistral y, por tanto, habituada a estos inconvenientes climatológicos.
Los baldíos intentos de José María Manzanares que no pudo recrear y recrearse con sus dos toros, quedaron embutidos cual desgraciado bocadillo entre los dos panes que nos sirvieron Castella y López Simón. El público,que casi llenó el inmenso y siempre espectacular graderío, se había comportado quizá excesivamente respetuoso cuando fueron apareciendo los animalitos que se sirvieron. Pero reaccionaron positivamente con la completa faena de Sebastián Castella, premiada con dos orejas, y, sobre todo, con el superior estatismo de López Simón que por confirmar su alternativa ya había actuado en primer lugar quedando sin premio por fallar a espadas. No obstante, logró inquietar a la gente en su primera labor muletera. Pero cuando además de inquietar entusiasmó fue con su faena al buen sexto que fue el mejor toro del envío. Un toro que le permitió expresarse a placer con quiere y puede. Esto es, torear sin mover casi nunca los pies. Esta es su gran particularidad. Cuestión arduamente arriesgada porque la quietud a ultranza suele provocar muchas cogidas.
López Simón llegó a Nimes sin que le hubieran quitado los muchos puntos de su última cornada, padecida recientemente en Albacete. Allí mismo volvió y triunfó a los pocos días y en Nimes alcanzó lo que buscaba: entrar en el corazón de los nimeños al primer golpe. Golpe cantado solemos decir en estos casos.
Lo único que me preocupa y no me acaba de convencer de la manera de torear de López Simón es, precisamente, lo que más le gusta a la mayoría de sus ya muchísimos partidarios. Lo digo sin quitarle ni un solo gramo de mérito que lo tiene hasta grados superlativos. Y es que López Simón torea tan quieto que no es de chocar que sume y sume muchas cogidas y, lo que es peor, excesivas y costosas cornadas. Ya lleva padecidas varias, demasiadas, en su extrema delgadez y no ha hecho más que empezar.
López Simón está en lo que ha derivado de José Tomás y de Perera solo que con más ternura por su ser juvenil y llamativamente espirituoso. Torea con su espíritu, como si no tuviera cuerpo y eso es tan atractivo como inmensamente peligroso. Y de ahí su irresistible atractivo pero a la vez el temor que también produce verle a merced de los toros cuando no obedecen a sus imperceptibles “toques”.
Y es que salen muchos toros a los que hay que “tocar”, incluso ostensiblemente, para librarse de percances que, si se sufren en demasía, puede terminar en desgracias irreversibles. Ojala que no sea así y que podamos ver muchos años y muchas veces a López Simón tal cual es y no distinto ni distante.
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