"...457 años no es mucho tiempo en la vida de una ciudad, y no es poco. Ha sido suficiente para afirmar un carácter pero no para vivir sin riesgo de perder sus atributos por fuerza de la estupidez que caracteriza estos tiempos revueltos..."
MÉRIDA, LA JOVEN
Fortunato González Cruz**
Mérida, 17 de octubre de 2015.
En Mérida se impone su esplendente geografía de montañas que le abrazan como una protección divina, y de ríos que le susurran canciones de amor como lo cantó Carlos César Rodríguez:
No quedó ni una estrella
sin abrir sus pupilas
para verte, Albarregas,
para oír tus canciones
arrullando
el sueño de los árboles.
La cultura hace de la ciudad su morada y, fuerte como las montañas y sus ríos, se realiza sobre tres formidables fundamentos: la oración, la educación y el trabajo. Así ha sido esta muchacha hermosa y austera que ha tenido más recursos estéticos que económicos, ha sido más amiga de lo sensual que de lo pecuniario, femenina y acuática, apacible y rebelde.
457 años no es mucho tiempo en la vida de una ciudad, y no es poco. Ha sido suficiente para afirmar un carácter pero no para vivir sin riesgo de perder sus atributos por fuerza de la estupidez que caracteriza estos tiempos revueltos.
Los merideños de aquí y de otras partes han sido caballeros y damas cuidadosos de la naturaleza y la cultura, con sus excepciones, por supuesto. Hay quienes han escuchado sus voces y descifrado sus mensajes para poner su parte en la tarea de hacerla más bella, más culta y más próspera. También quienes no comprendieron ni comprenden la lección ética, ni la estética, ni saben de ternuras y son responsables de que nos luzca desaliñada y harapienta. Basta observar conductas, mirar edificaciones y valorar procesos que son agresiones que la ofenden y maltratan. Lo que angustia es que lo agresivo crece y debilita la fuerza categórica de la historia local.
Nos gusta la nostalgia y recordar la neblina y la lluvia pertinaz, el clima suave, el silencio, la cultura ciudadana, esos valores que escasean y que algunos no volverán. Quizás don Tulio no la reconozca pero ella sí sabe sus recuerdos. No obstante, la ciudad, esta muchacha agraciada adornada de virtudes, tiene cómo superar estos tiempos menguados y en su momento, más temprano que tarde, recuperará su rostro alegre, su porte altivo, su hermosa sencillez porque su gente, quienes la quiere con pasión, repasará sus memorias que el poder de hoy ignora, y sobre aquellas bases permanentes de la fe, la cultura y el trabajo honrado, con las herramientas que ofrece la nueva ciencia y la vertiginosa tecnología de hoy, emprenderá la gran tarea de imprimirle una renovada lozanía, la modernidad a que tiene derecho, la grandeza que nunca ha debido perder, la excelencia en saber ser y saber hacer.
Hay una ciudad por hacer y ahora mismo son muchos los que no dejan ahogar los valores que la adornan en este mar de mediocridad, y muchos que trabajan en las ideas, los planes y los proyectos, en las tareas que es posible realizar en este absurdo caos, para que al regreso de la sensatez se comience la gran empresa colectiva de hacer la Mérida del mañana. Con Mario Benedetti digo:
Cada ciudad puede ser otra
cuando el amor la transfigura…
Rectorado de la Universidad de los Andes
**Fortunato González, es Catedratico de la U.L.A. de Mérida-Venezuela / Miembro de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales / Fundador y Director de la Cátedra de Tauromaquia "G. Briceño Ferrigni" de la U.L.A.
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