martes, 8 de diciembre de 2015

Inmaculada Concepción - Patrona de España




Inmaculada Concepción - Patrona de España

Brindis por el pueblo español y el Arma de Infantería

Además de Patrona de España, la Inmaculada Concepción lo es también de diversos cuerpos militares, como la Infantería española, el Cuerpo eclesiástico del Ejército y el Estado Mayor, el Cuerpo Jurídico, y la Farmacia militar. Una tradición que va unida a la larga devoción que a la Purísima se ha tenido a lo largo de toda la historia de la Iglesia y de España

Dentro del marco constitucional de derechos y libertades, y particularmente del artículo 16, en el que «se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos sin más limitación que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley», llegamos al 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, Patrona de España desde Carlos III, y del Arma de Infantería, entre otras Instituciones y Cuerpos.
Siguiendo el consejo de nuestros mayores de que hay que alimentar el alma del caballero y de la dama, intentaré dar un poco de luz y de paz doctrinal en este momento un tanto agitado socialmente, por motivos religiosos muy sensibles a nuestro pueblo soberano, rico en sanas tradiciones de interés general para la convivencia.

Morir en defensa del gran dogma

Es bueno recordar desde la laicidad -que no laicismo- que la celebración actual fue deseada y promovida por el pueblo español, por sus Universidades de Salamanca -fundada en 1218- y de Alcalá -en 1499-; también por buena parte de los integrantes de nuestros Tercios, entre ellos por el soldado profesional don Pedro Calderón de la Barca, quien firmará con propia sangre, como otros muchos españoles, morir, si fuere necesario, en defensa del gran dogma universal mariano. Y ¿cómo no hacer memoria de la hazaña victoriosa de los soldados españoles del Tercio de Flandes, bloqueados en la isla de Bommel por la escuadra holandesa, asediados por el hambre y el frío; que, de pronto, se ven liberados por el hallazgo milagroso de una tablilla de la Inmaculada, de hermosos colores, cuando cavaban una trinchera el 7 de diciembre de 1585? Si deseamos conocer el recorrido del dogma y las fuentes de la Escritura, tanto el evangelista de la Anunciación, como el autor del Apocalipsis, la tradición de la Iglesia en los primeros siglos y el magisterio pontificio, después, han recalado en el llamado Protoevangelio del Génesis: «Ella te aplastará la cabeza». Y desde el Apocalipsis -«Una mujer vestida de sol da a luz a un hijo varón que ha de regir todas las naciones»- llegamos hasta la definición dogmática hecha por el Papa Beato Pío IX, el 8 de diciembre de 1854 con el siguiente texto: «La doctrina que enseña que la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su Concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, es revelada por Dios y por lo mismo debe creerse firme y constantemente por todos los fieles».

Una larga historia

El largo recorrido histórico, con el correspondiente estudio de rigor, interpretación, discusión y adhesión doctrinal, hasta culminar en el punto de llegada expuesto, empieza con los Santos Padres de los primeros siglos, cuando tuvo defensores como san Ireneo de Lyon, discípulo de Policarpo de Esmirna, san Anselmo, san Hipólito mártir, san Efrén de Siria, san Ambrosio y san Jerónimo.
Durante la Edad Media, en la Iglesia de Oriente, además de defensores como Teodoto de Ancira, Proclo -secretario de san Juan Crisóstomo-, san Jaime Nisibeno, san Teófanes y san Andrés de Creta, está el Concilio Ecuménico VI, en el que Sofronio afirma de María: «Santa de alma y cuerpo, libre totalmente de todo pecado». En la Iglesia de Occidente, aparte de san Agustín, está san Máximo, que escribió: «María, digna morada de Cristo, no por la belleza del cuerpo, sino por la gracia original».
En España, desde el siglo VII y por obra de san Ildefonso, arzobispo de Toledo, se celebraba en la liturgia la fiesta de la Concepción Inmaculada. El célebre calendario de Nápoles, en el siglo IX, afirma: «Día 9 de diciembre, la Concepción de la Santa Virgen María». Con posterioridad, en los siglos XIII y XIV, aparecen las defensas y réplicas entre escolásticos, hasta el doctor Mariano Juan Duns Escoto, formado en la Universidad de Oxford, donde también enseñó, así como en la de París, teología. Llegó a refutar de memoria a sus adversarios 200 argumentos, uno tras otro. Se hizo célebre su síntesis, en cuatro históricas palabras, referidas al misterio de Dios en María: Potuit, decuit, ergo fecit -«Pudo, convino, luego lo hizo»-.

Expansión desde Trento

El mismo Concilio de Trento, con toda la fuerza de su autoridad universal, afirma: «Este santo Concilio declara que, al hablar del pecado original, no intenta comprender en él a la Bienaventurada e Inmaculada Virgen María, sino que hay que observar sobre esto lo establecido por Sixto IV». Pronto, la doctrina se extendió como oxígeno limpio y buen olor mariano por toda la cristiandad. Esta sinfonía elaborada con partituras diversas, a lo largo de la Historia, bien merece un brindis en el día de hoy, especialmente por el noble pueblo español y su Infantería, que guardan celosamente la fe católica y sus tradiciones.

Francisco Gómez García-Fidalgo
 (Coronel capellán)

Cronología de un Patronazgo

El Patronazgo de la Santísima Virgen Inmaculada sobre los infantes españoles se atribuye a un acontecimiento acaecido en las postrimerías del siglo XVI. Corría el año 1585, y, tras la rendición de Amberes, Alejandro Farnesio dispuso que el Tercio Viejo de Zamora, a la orden de su Maestre de Campo don Francisco de Bobadilla, se situase en defensiva en la plaza de Bommel. Cuando la situación empezaba a ser insostenible, un hecho milagroso, atribuido a la Santísima Virgen, vino en ayuda de nuestros soldados. El día 7 de diciembre de 1585, un soldado de Infantería que se encontraba de centinela, al cavar sobre una trinchera con su útil de zapador, encontró un lienzo con la imagen de la Virgen Inmaculada; imagen que, debido al fervor religioso de nuestros soldados, fue llevada procesionalmente por todo el campamento.

Invierno en Flandes

Luego, la fe hizo el milagro. La madrugada siguiente (ya día 8), y sin hallar una explicación lógica, descendió considerablemente la temperatura, por lo que, al sospechar el conde de Holak, al mando de los holandeses, que sus barcos podían quedar atrapados entre los hielos, ordenó el levantamiento del cerco y huyó con su flota, bogando intensamente, bajo el fuego de los arcabuces de los soldados españoles que, en una reacción valerosa, le causaron una gran derrota. Decían los holandeses, en su huida, que sin duda «Dios era español, pues había obrado tan gran milagro». Los infantes del Tercio de Zamora, en agradecimiento a la Virgen Inmaculada, la proclamaron su Patrona, ejemplo que siguieron al poco los demás Tercios de Flandes y de Italia. 
Este patronazgo, sin embargo, no tenía carácter oficial. Hubo, pues, que esperar algo más de tres siglos para que, con la preceptiva autorización de la Iglesia, la Real Orden de 13 de noviembre de 1892, pudiese proclamar oficialmente a la Santísima Virgen Inmaculada como Patrona del Arma de Infantería. Así se gestó la concesión de tal alto patronazgo.
Cuando, el 8 de diciembre de 1854, el Papa Beato Pío IX proclama, mediante la Bula Inefabilis Deus, «que la Divina Madre de Nuestro Señor, por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente, fue preservada inmune de toda mancha de culpa original», se da inicio en nuestra patria a los trámites para dar un refrendo oficial al patronazgo que la Virgen Inmaculada, desde siglos atrás, venía ejerciendo sobre nuestros infantes. Pero habían de transcurrir aún casi cuatro décadas hasta llegar al 26 de julio de 1892, cuando el Inspector de Infantería don Fernando Primo de Rivera y Sobremonte, recogiendo el unánime sentir de todos los componentes del Arma, eleva al ministro de la Guerra una solicitud para que fuese elegida Nuestra Señora la Inmaculada Concepción como Patrona del Arma.

Con cariño y gran satisfacción

El ministro de la Guerra, el Teniente General don Marcelo de Azcárraga, el 6 de agosto siguiente, acuerda trasladar dicho escrito al Provicariato General Castrense, para que, a la vista de los deseos expresados por el Arma de Infantería, manifestase si existía por su parte algún impedimento canónico en sancionar tal nombramiento. El 20 de octubre de 1892 contesta el Vicario General Castrense, en un escrito donde se trasluce todo el cariño del prelado hacia la Infantería, así como la gran satisfacción que le ha producido la propuesta de elección como Patrona del Arma de la Madre de Nuestro Señor en el misterio de su Concepción Inmaculada, aprobándola y confirmándola. Obtenida así la aprobación de la Iglesia, el 13 de noviembre de 1892, el ministro de la Guerra pone a la firma de la reina regente, doña María Cristina de Habsburgo-Lorena, la Real Orden en la que se declara oficialmente «Patrona del Arma de Infantería a Nuestra Señora la Purísima e Inmaculada Concepción, que ya lo fue del antiguo Colegio Militar y lo es de la actual Academia General y de un gran número de Regimientos». La reina doña María Cristina patrocinó la festividad del 8 de diciembre de aquel año, motivo con el cual se creó una medalla conmemorativa que llevaba en su anverso la imagen de la Virgen orlada con banderas de distintos Regimientos de Infantería y, en su reverso, el emblema del Arma con la leyenda: «El Arma de Infantería en la primera conmemoración de su excelsa Patrona, 8 de diciembre de 1892». Mi felicitación más entusiasta a todos mis compañeros, que el 8 de diciembre celebramos nuestra Patrona, con mi recuerdo emocionado a los infantes que cayeron por España, luciendo en el cuello de su guerrera la cornetilla del cazador, el arcabuz y la espada que distinguen el Arma. Que la Virgen Inmaculada siga velando por España y por su Infantería.

Francisco Ángel Cañete Páez
Comandante de Infantería

Fuente: www.alfayomega.es


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