jueves, 10 de diciembre de 2015

Pagés y la Real Maestranza: historia de un matrimonio de conveniencia / por A. R. del Moral.




"...Pero en el mes de julio de aquel año fallece Eduardo Pagés y la dirección de la empresa pasa a manos de sus colaboradores Manolo Belmonte y Enrique Ruiz. Llegan unos años convulsos que sólo se resolverían en 1959 con el aterrizaje de Diodoro Canorea, que accede a la gerencia por su matrimonio con Carmen Pagés, hija y heredera de don Eduardo..."

Pagés y la Real Maestranza: historia de un matrimonio de conveniencia


Han sonado campanas de cambio en un contrato que vincula a la empresa y el cuerpo nobiliario desde 1932. Pero todo seguirá igual

El 16 de diciembre de 1932 aterrizaba en la gerencia de la plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla el polifacético empresario catalán Eduardo Pagés. Sustituía a un tal Abascal que debía andar en el punto de mira de los maestrantes por su cicatería. Pagés firmó un primer contrato con el teniente de hermano mayor de la época, el marqués de Nervión, que establecía una duración de cuatro años, renta de 150.000 pesetas anuales y fianza de veinte mil duros.

Eduardo Pagés montó su primera temporada en 1933. Pero los acontecimientos se precipitarán al año siguiente con la exclusiva firmada al mismísimo Juan Belmonte, que reaparece y acude en ayuda de don Eduardo, vetado –como el propio Belmonte– por la Unión de Criadores de Toros de Lidia. Ni que decir tiene que el contrato se amplía hasta hacerse indefinido y Pagés vive sus años dorados al frente del coso del Baratillo, que ve anunciarse a Manolete en cuatro de las cinco tardes de la Feria de Abril de 1945.
Pero en el mes de julio de aquel año fallece Eduardo Pagés y la dirección de la empresa pasa a manos de sus colaboradores Manolo Belmonte y Enrique Ruiz. Llegan unos años convulsos que sólo se resolverían en 1959 con el aterrizaje de Diodoro Canorea, que accede a la gerencia por su matrimonio con Carmen Pagés, hija y heredera de don Eduardo.

Pero antes hay que hacer un poco de historia: ya han sido casi olvidados los pleitos que enfrentaron a los Pagés y la Maestranza a mediados de los 50. Aquel proceso llevó a la Real Maestranza a denunciar a sus inquilinos en 1956 para resolver el famoso contrato de arrendamiento. La justicia dio la razón a los Pagés pero, ojo, también absolvió a la Maestranza, en una extraña sentencia salomónica, «de la reconvención formulada en su contra por doña Carmen Pagés sobre calificación legal de arrendamiento y beneficio de prórroga».
Sin embargo, un año después se iba a revocar esa sentencia en contra de la Maestranza –absolviendo a Carmen Pagés– al fallar que «el contrato celebrado entre don Eduardo Pagés y la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, de fecha 17 de abril de 1945, de arrendamiento de negocio de espectáculos taurinos está sometido a la prórroga legal forzosa». Ese pleito implicaba también dejar en el camino a los Belmonte. Para ello fue fundamental el apoyo económico de Antonio Cruz, el alcalde de los Caballos, que se aseguraba su permanencia como contratista de la cuadra de picar que se mantiene inalterada hasta nuestros días. Canorea estuvo al frente de la plaza, con apoyos puntuales de Balañá o Chopera hasta su fallecimiento en el año 2000 siendo sustituído por su hijo y su yerno. El resto es historia muy reciente.

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