martes, 5 de enero de 2016

No es obligatorio hacer el ridículo en Navidad por no ser creyente.



"...El primer error consiste en, no siendo creyente, no creyendo en la Navidad, ni en el Niño Jesús, ni en los Reyes Magos, tratar de decir a los que sí creen cuántos reyes tienen que poner, de qué color, de qué sexo, los regalos que tienen que traer, etc..."


No es obligatorio hacer el ridículo en Navidad por no ser creyente.

  • Y evidentemente no es obligatorio hacer el ridículo como sustitutivo de ir a misa o de celebrar una tradición.



Aviso navideño de carácter humanitario

Ante ciertas noticias que se vienen produciendo estos días, como la de que Tres ‘reinas’ magas republicanas (y ninguna negra) toman el Ayuntamiento de Valencia, o la de Asirón amenazando a los organizadores de la Cabalgata con quitarles la subvención si no puede elegir el color de Baltasar, se impone tratar de encontrar un punto de cordura y serenidad. Uno puede creer o no creer, ir a Misa de Gallo o no ir, esperar los regalos de los Reyes o no. Con total libertad y respeto. Pero hay dos errores en los que los no creyentes no deberían incurrir. Uno de ellos los creyentes se lo deben señalar a los no creyentes aunque sea por caridad con el prójimo y para evitar que se haga el ridículo.

El primer error consiste en, no siendo creyente, no creyendo en la Navidad, ni en el Niño Jesús, ni en los Reyes Magos, tratar de decir a los que sí creen cuántos reyes tienen que poner, de qué color, de qué sexo, los regalos que tienen que traer, etc. Oiga, usted cree o no cree, es libre de participar o no, puede ir a la Cabalgata o no, pero no les diga a los creyentes cómo tienen que celebrar los actos en los que usted no cree y además tiene la libertad para no acudir. Más que un error de algunos no creyentes, esta es una actitud totalitaria y liberticida, el reverso del talibanismo, o un talibanismo de corte laico, que también es posible. No hay ninguna ideología de la que uno no se pueda convertir en un peligroso exaltado.

El otro error consiste en, no siendo creyente, no creyendo en la Navidad, ni en el Niño Jesús, ni en los Reyes Magos, recrear la Navidad o cualquier otra ceremonia con celebraciones solsticiales, comuniones civiles o bautizos laicos. En este caso lo que se impone más bien es la caridad, para indicarle al prójimo que está haciendo el ridículo y evitarle la burla general y el oprobio,tanto de los creyentes como del resto de no creyentes. Alguien que no cree ne Dios, lógicamente, no puede celebrar el nacimiento laico del hijo de Dios. Ni necesita inventarse una comunión laica para disfrazar a su hija de Belén Esteban. Para no invitar a su cuñado, basta con que organice una barbacoa. Si alguien no va a misa no es necesario que madrugue o deje de ver la tele para ir a una “misa” laica donde un concejal disfrazado de Espíderman lea la Constitución, recite el Manifiesto Comunista o cante el himno del Barcelona. Se puede quedar tranquilamente en la cama. No es necesario hacer nada. Y evidentemente no es obligatorio hacer el ridículo como sustitutivo de ir a misa o de celebrar una tradición.

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