jueves, 18 de febrero de 2016

A vueltas con el penalti de la vergüenza / por Juan Manuel Rodríguez



"... Al objeto de desacreditar a Cristiano Ronaldo, y puesto que en la mejor temporada de la carrera deportiva de Luis Suárez, que es el actual líder en la clasificación de máximos goleadores, se encuentra a un gol del uruguayo, del portugués se examinan no sólo ya los penaltis marcados (en el caso de Messi valen incluso los fallados adrede y son elogiadísimos) sino también los goles anotados fuera del estadio Santiago Bernabéu..."

 A vueltas con el penalti de la vergüenza

El lunes informé en Fútbol es Radio del comentario que se pudo escuchar en el vestuario del Real Madrid sobre el penalti de Messi ("si lo llega a hacer Cristiano se lía una gorda") y el martes ha podido verse claramente que los jugadores merengues están muy molestos con el tratamiento periodístico que se da a uno y otro club, primero con la broma entre el propio Cristiano, Marcelo, Keylor Navas y Arbeloa (no les "cazaron", como apunta por ahí algún medio de comunicación; ya es imposible cazar a un futbolista, saben que tienen cien cámaras encima: hicieron lo que querían hacer y punto) poco antes de empezar el entrenamiento en Roma, y después con la rueda de prensa protagonizada por CR7, la mejor sin lugar a dudas que ha ofrecido nadie del Real Madrid desde que se fuera del club don José Mourinho. Moraleja: Cristiano Ronaldo tiene que hablar más.

Si hubo preguntas que molestaron a Cristiano fue por la sencilla razón de que éstas se hicieron con la intención de molestarle. Simple. Una de ellas, la referente a la sequía goleadora del portugués fuera del estadio Santiago Bernabéu, supone la prueba más evidente del principal motivo de queja madridista, la sempiterna doble vara de medir. Al objeto de desacreditar a Cristiano Ronaldo, y puesto que en la mejor temporada de la carrera deportiva de Luis Suárez, que es el actual líder en la clasificación de máximos goleadores, se encuentra a un gol del uruguayo, del portugués se examinan no sólo ya los penaltis marcados (en el caso de Messi valen incluso los fallados adrede y son elogiadísimos) sino también los goles anotados fuera del estadio Santiago Bernabéu. A la pregunta, hecha indudablemente para molestar, respondió Cristiano con un crochet directo al mentón: "Desde que estoy en España, dime un jugador que haya marcado más goles que yo fuera de casa". No lo hay, claro.

Anoche estuvo con nosotros en El Primer Palo el ex futbolista del Celta Patxi Salinas. En Marca se atrevió a decir algo así como que en su época ese penalti no habría sido posible, lo que inmediatamente fue interpretado por los voceros del Barça como una clara incitación a la violencia. Salinas tenía interés en aclarar dos cosas: la primera, que él no había pretendido en modo alguno lanzar un mensaje violento, cuestión ésta que a mí me pareció evidente desde el primer minuto, y la segunda que en su época efectivamente ese penalti no habría sido posible y que le pareció una falta de respeto. Le dije que me había llamado la atención que, desde Berizzo hasta el último jugador, exceptuando quizás a Hugo Mallo, ningún futbolista del Celta dijera nada y sin embargo sí salieran cinco o seis ex futbolistas a criticar la jugada.

Tengo para mí que la clave está, otra vez, en el lenguaje, que trata de acordonar a cualquiera que ose cuestionar la santidad de la MSN, las comiditas, abracitos y besitos a los que se refirió Cristiano: o te inclinas ante el mejor penalti de la historia, el que "convirtió un domingo cualquiera en un día que no se olvidará" según Valdanágoras, o eres un apóstata o, aún peor, un violento, un envidioso y un fanático, un bufandero. Quienes están fuera de este negocio y no tienen nada que perder se pueden permitir el lujo de decir lo que piensan, quienes aún viven de esto, y tal y como está el patio, es evidente que no pueden hacerlo. Es tal la dictadura imperante que a Salinas, Otero o Maté, que cometieron ayer el error de comportarse como hombres libres en un país libre, te dan ganas de aplicarles cuanto antes el programa de protección de testigos para que los apóstoles del periodismo Lewinsky no les señalen con el dedo por la calle. Una nueva identidad, otro país y la cara, por ejemplo, del nuevo Briatore. Y el carnet del Barça, por supuesto, la duda ofende.

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